Ayer que me encontraba descansando plácidamente, alguien ha golpeado mi puerta. La abrí. Una mujer con el rostro desencajado, con las manos todas arrugadas y pasposas, me tocó el hombro. Llevaba la cabeza gacha, por lo que no pude ver su rostro de inmediato. Hice un gesto de asco y mi primera reacción fue hacerme hacia atrás. Ese instante levantó el rostro como de adrede. No quise verla, no entendía lo que quería decirme. La mujer solo repetía sílabas ininteligibles, y yo estaba paralizada frente a aquella tez replegada hacia sí, una faz en donde no cabían más arrugas. Ella me tomó de la muñeca, me apretó fuerte y no quiso soltarme más. Yo le pedía que me suelte, que en serio me estaba doliendo su apretón. Pero la mujer/añicos no me escuchaba, solo me miraba a los ojos, y lágrimas legañososas caían sin consuelo. No gemía, no moqueaba, solo vertía agua. Ella hablaba, hablaba, y esas palabras eran como saetas cortando el aire. Yo ya dije que no entendía sílaba alguna, porque su pronunciación no era castellana, ni de lengua española o latina. Tampoco era quichua. Sospecho que era ninguna lengua. Intuyo que era una inventada por sí misma, una que ni ella entendía.
Quizás pasaron diez minutos mientras la mujer/añicos aún me tomaba, ahora ya del brazo y con las dos manos. La presión ejercida era cada vez más fuerte y yo debía sostenerme del dintel de la puerta para no resbalarme, porque de alguna manera, ella me tiraba hacia abajo. Y hablaba, y continuaba pronunciando vocales nasales que nunca había escuchado en mi vida. Y yo, sintiendo que era torpe por no poder defenderme de aquella vieja indefensa. Acusando mi falta de odio al prójimo. Mi escasez de desdén hacia el adulto mayor y todas esas cosas salidas de una moral maniqueísta, proveniente de un escollo de mi cerebro. Víscera que acaso la mujer/añicos almorzaría mañana.
¡Suéltame mujer que me lastimas! ¡Por favor! Y así me convertí en un ser suplicante. Rogando a aquel ser humano terminal que me dejara de clavar las uñas, puesto que mi brazo ya sangraba. Sus uñas eran amarillentas, engrosadas por los años y extrañamente filudas. Pensé que iban a traspasar una vena, y empecé a gritar. Pero a la mujer/añicos parecía no importarle, y empecé a notar -por el tono de su voz- que me acusaba de algo que yo desconocía. Su mirada de cien años empezó a recriminarme delitos en los cuales jamás había yo participado. En épocas en las que yo ni siquiera había estado presente aún. ¡Mujer, en 1952 yo no había nacido! No se por qué, pero le grité esto. Y ella negaba con la cabeza y seguía lanzando saetas silábicas incomprensibles. Como el dragón de Komodo, su saliva era venenosa, palabras húmedas que se salpicaban de sus labios y que yo debía evadir moviendo el rostro hacia los lados. Bacterias mortales que sólo el sistema inmune del mismo dragón podría combatir. Supe que iba a morir. Supe que el veneno también estaba en sus uñas y ya me las había clavado cinco minutos antes. Voy a morir, pensé. Y empecé a llorar, y a suplicar por mi vida. A la vieja, como si ésta fuese Dios y pudiera devolverme la vida. Pero a ella no le importaba y seguía su rutina, tirándome hacia abajo y luego hacia afuera. Entonces empecé a sentirme tan débil, que mis piernas dejaron de tener estabilidad y caí al suelo. El pecho me trepidaba, una angustia hiperventilada y luego cianótica me nubló la vista. Y el entendimiento. De pronto, viéndome arrastrada como un trapo viejo, pude entender con el estertor clarividente de la proximidad de la otra orilla, algo como un salmo repitiéndose incesante. Y la saliva salpicándome las sienes:
Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y cañaveral,
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad.
En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.
4 comentarios:
ela no era ella. una línea dibujada en un papel, un papel que se enrolla, las puntas de la línea que se tocan, un puente que invita a saltar al otro lado. ¿me prestas tu invento increíble?
no he leido el post -aun recuerdo como se llama el textito publicado-, sólo he entrado para saludar, para despejar un poco la mierda que cargo en la cabez, pensando ideas para vender comida mr cook, así toca en la publicidad.
querida, te mando un abrazo, espero que estés bien. No contamines tu vida con pensamientos que desnutran el entusiasmo.
saludos desde la caca publicitaria.
saludos desde este corazon enamorado.
Bueno, muy bueno.
S.P.
un video de eso
Publicar un comentario