No hay cómo volver plano a un pétalo sino rompiéndolo
Yo no quiero más que escribir.
Tener que estar en lugares donde no quiero estar.
Presentaciones melosas mal leídas.
Insufribles palabras haciéndose pasar por ingenio infantil.
Pronunciadas por una mujer de mediana edad, con el tono aquel que pretende ser entrañable.
Siempre la falta de sinceridad se repite.
¿Quiénes mismo serán? ¿Quiénes mismo seremos?
Y yo aún con chuchaqui de ducha. De haberme tirado dos horas en el piso recibiendo agua y agua. Y sin poder levantarme. Imposibilitada. Deshauciada de movimiento más que de ese ritual amargo. Sin poder salir. Sin poder ahogarme. Sin intentar recoger agua en mis pulmones porque el instinto de supervivencia es más fuerte. Es más fuerte que esa necesidad de nada. Que esa idea pastosa de huir del propio cuerpo. Porque no es bello, porque no responde y se niega. Y arde, y se descascara. Y la fricción enrojece la piel, y aún así no tengo condescendencia ni miramientos. Arde el cuerpo, arde la caverna blanda. Sobreexpuesta a punta de obligación.
Sigo apretando los músculos para sacar el bien. Para sacar provecho de eso que me queda, el arquetipo en edad madura. Sigo extrañándome en la sobreexigencia de los músculos gemelos, entre los tendones tensos. Una tensión cervical que se niega, rebelde ella, a exprimirme. A dejugarme. A desaguarme. Y sigo, y no paro. Y nadie puede detenerme, ni siquiera mi propia imposibilidad de morir cinco minutos. Antes, cuando se moría veinte o treinta veces seguidas, la resurrección era siempre dolorosa pero inacabable. Siempre había un por qué seguir. Un por qué no seguir.
"Por simple derivación, cuando uno ama muchas veces, muere muchas veces"
Hoy sigo presionando la pituitaria.
Una vaca muerta. Mosqueada. Un alguien que fue respetado en vida y olvidado después de las moscas.
A menos que decida cerrar la llave de agua, no sentiré la temperatura real. El frío, una mentira. El calor, otra mentira. Una verdad temperada, aclimatada. ¿Beber agua al clima?
¿Dónde está la verdad de la desnudez de mi cuerpo? ¿Es cierto que debo congelarme al enfriarse las gotas de agua sobre mi piel? No. No lo sé.
¿Por qué se evaporan las ansias? Las mías. ¿Dónde quedaron las contracciones colonizadoras? Con el aire dentro. Un ruido tonto. Los músculos tensos. El cuello ensanchado. El brazo tembloroso ya sin fuerza y la muñeca fallando en el papel. El teclado y la pantalla. El frío. La puerta metálica y el vidrio catedral. Un plato sucio. Y yo.
Yo no quiero más que escribir.
Tener que estar en lugares donde no quiero estar.
Presentaciones melosas mal leídas.
Insufribles palabras haciéndose pasar por ingenio infantil.
Pronunciadas por una mujer de mediana edad, con el tono aquel que pretende ser entrañable.
Siempre la falta de sinceridad se repite.
¿Quiénes mismo serán? ¿Quiénes mismo seremos?
Y yo aún con chuchaqui de ducha. De haberme tirado dos horas en el piso recibiendo agua y agua. Y sin poder levantarme. Imposibilitada. Deshauciada de movimiento más que de ese ritual amargo. Sin poder salir. Sin poder ahogarme. Sin intentar recoger agua en mis pulmones porque el instinto de supervivencia es más fuerte. Es más fuerte que esa necesidad de nada. Que esa idea pastosa de huir del propio cuerpo. Porque no es bello, porque no responde y se niega. Y arde, y se descascara. Y la fricción enrojece la piel, y aún así no tengo condescendencia ni miramientos. Arde el cuerpo, arde la caverna blanda. Sobreexpuesta a punta de obligación.
Sigo apretando los músculos para sacar el bien. Para sacar provecho de eso que me queda, el arquetipo en edad madura. Sigo extrañándome en la sobreexigencia de los músculos gemelos, entre los tendones tensos. Una tensión cervical que se niega, rebelde ella, a exprimirme. A dejugarme. A desaguarme. Y sigo, y no paro. Y nadie puede detenerme, ni siquiera mi propia imposibilidad de morir cinco minutos. Antes, cuando se moría veinte o treinta veces seguidas, la resurrección era siempre dolorosa pero inacabable. Siempre había un por qué seguir. Un por qué no seguir.
"Por simple derivación, cuando uno ama muchas veces, muere muchas veces"
Hoy sigo presionando la pituitaria.
Una vaca muerta. Mosqueada. Un alguien que fue respetado en vida y olvidado después de las moscas.
A menos que decida cerrar la llave de agua, no sentiré la temperatura real. El frío, una mentira. El calor, otra mentira. Una verdad temperada, aclimatada. ¿Beber agua al clima?
¿Dónde está la verdad de la desnudez de mi cuerpo? ¿Es cierto que debo congelarme al enfriarse las gotas de agua sobre mi piel? No. No lo sé.
¿Por qué se evaporan las ansias? Las mías. ¿Dónde quedaron las contracciones colonizadoras? Con el aire dentro. Un ruido tonto. Los músculos tensos. El cuello ensanchado. El brazo tembloroso ya sin fuerza y la muñeca fallando en el papel. El teclado y la pantalla. El frío. La puerta metálica y el vidrio catedral. Un plato sucio. Y yo.
5 comentarios:
A veces Quito te obliga a pesanr en el suicidio como un leivmotiv... y siempre nuestra terquedad nos salva de escapar.
Lindo post
Gracias
Dalila Mayor!!!!! el campanazo abre la cortina, ya es de día, no sirve ni la almohada al revés para escapar de tanta luz y tanto ruido,tristísimo, no dejan nada dejan -el crudísimo día de ser hombre- , uno está aquí y no sabe que ya no está,
y palideces y haces como que no lo crees,hasta exceder con farmacia y con aguante "-¿la jaula se hizo pájaro?--- Los días van tan rápidos en la corriente oscura que toda salvación,
se me reduce apenas a respirar profundo para que el aire dure en mis pulmones
una semana más, los días van tan rápidos
al invisible océano que ya no tengo sangre donde nadar seguro
y me voy convirtiendo en un pescado más, con mis espinas.-"
y hay seguir y seguir dizque hasta que oscurece y lo mejor del día es que ya mismo se acaba, yacaré y más yacaré, ya cairé, río abajo, hasta sacudirse y llegar tarde a la estación,"well i´m at the station, but i can´t get on the train", tengo miedo matador! A por voce, y es tan difícil
este resuello, tú
me entiendes: asma
es amor.
Tush
Ni los pañuelos de arboleda disfrazado de naranjo nos salvan.
Rojo en el alma. Arde, sí. La voz de Tom Waits (que sí sabe cantar). Tú alargando la mañana, atrapando con canciones mi tiempo. Abrir la puerta y dejar pasar al circo completo.
¡Entren todos y deshóllennos vivos! Que más tarde vendrá la falla. Como Adriana Varela y su androginia haciendo bailar un tango sucio. Sin bañarse. Sin necesidad de bañarse, porque al final, no se hizo esfuerzo por cuidarse del yacaré.
Abrazo poeta mayor comentador de cashquis y palanqueado de J. E Adoum!!!
Dal.
alguien me regala una pitadita de lo que están fumando? es que con tanta inspiración traducida en letras uno como que se queda corto. me gusta esto, me gusta...
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