Justo cuando uno dice que ya no hay nada nuevo bajo el sol, que la noche se agotó, que la ciudad no da más y que más me valdría volverme eremita ¡Zaz! Aparece la villa que se niega a perecer en la repetición y el sinsentido del regodeo social. Hay una atracción a veces inevitable si uno entra en el ruedo, en ese circuito interminable, farandulero y a veces snobista de exposiciones, festivales, conciertos, obras escénicas o inauguraciones de lo que sea.
En fin, Quito está lleno de eso que salva a las noches de ser una puesta en escena de un sainete flojo, en donde la gente no hace más que redondear sus ansias de sociabilizar. Y lo digo porque desde el punto de vista purista, la "bohemia" quiteña puede ser un burdo escenario de sátiros y bufones, dependiendo desde donde se lo mire. Escenario en el que, por supuesto todos nos convertimos en personajes. Nadie se salva, por cierto. Y aunque puede llegar a ser tedioso tener que estar en los mismos lugares con la misma gente, cayéndose mal a sí mismo por saberse perteneciente a la fauna, aún se puede uno reír. De uno mismo, de los amigos, del resto, de lo que se ve, de lo que hay, de lo que no hay. En esos momentos de conversaciones efusivas, muchas inútiles, de los chistes gratuitos, de la embriaguez del prójimo o de la propia, de los chistes colectivos y oportunistas, en fin, las perlas nocturnas que suelen coronar a veces esas entregas por capítulos.
Y resulta que siempre hay algo nuevo... aunque no lo crean... aunque uno mismo no lo crea. A veces la belleza aparece por todos lados. Hay días en los que veo hombres bellos a cada paso y me quedo con la risa burlona congelada de cuando digo que vivimos en un país de gente fea. Y entonces de pronto hay cosas atractivas. Encuentro una obra de Zapata o David Santillán, escucho una canción y la voz de algún amigo cantando. Encuentro a mis amigos felices y riéndonos todos de todo y de todos. Y siento los abrazos y las sonrisas, y eso que puede ser tan fatuo, pero que funciona tan bien en la noche... Y sobretodo encuentro a tantos amigos que me han sacado tantas risas. Y los quiero a todos aunque me falte poco para que la testosterona reemplace mis estrógenos, ya que es inevitable estar "bendita" entre los hombres. En fin...
Eso es lo que importa al fin y al cabo, porque aunque suene simplón no hay nada como pegarse una buena carcajada con los amigos. Y si son varias, mejor.
Bueno, siguiendo con el hilo de las sorpresas y renovaciones, el día de ayer precisamente recibí una. Fui a un concierto en un bar de la Mariscal y la verdad, me encontré con dos excelentes bandas que hiceron que todo lo demás valga la pena. Primero salieron a escena Arkabuz, que salvo por el desgastado uso de la K (que se les perdona por ser tan buenos), son una excelente propuesta de rock fusión melódico. Una mezcla de rock clásico, indie, rock pop, y hasta rockabilly. Gracias, por fin. Melodías bien trabajadas con arreglos impecables y la incursión de un instrumento podría decirse innovador dentro de la escena musical quiteña: el acordeón. Una maravilla. Un feeling sincero.
Qué felicidad. Lo digo porque la banda anunciada como principal fue otro gran disfrute. Los Nietos se llama este grupo guayaco, al parecer radicado en Quito, quienes realmente se pasaron. Su sonido más bien clasiquero pero con una clara propuesta contemporánea, es bastante sólido y potente. Las composiciones tienen mucho brillo, a diferencia de lo que normalmente suele suceder cuando se tocan de una manera tan pura ciertos géneros ya desgastados, ya que por más de que suenen bien, muchas veces no dejan de sentirse repetitivos u opacos.
En fin , una excelente noche la de ayer como ya muchas he tenido en esta ciudad love-hate-love.
3 comentarios:
Uys, te he comentado en el post anterior, sobre ésta entrada...!
Lo siento, no lo copio, te pido que leas el anterior como si fuera para éste.
:)
Ja ja! Suele pasar...
Bueno, ya leí tu comentario. Gracias por las lecturas.
Ya me pasé por tu blog y lo haré más a menudo.
Saludos,
Dal
biiishe
soy glo
burp!
Publicar un comentario