Finalmente podría decir que existe una posibilidad cuerda y consecuente de entender la desencarnación de las sociedades. Un proceso que derivó en una necesidad de materializar lo abstracto (la modernidad) se revirtió pero para llegar al punto de materializar esa abstracción dentro de la imperceptibilidad (post modernidad). La muerte de la materia, pero de aquella que conforma una realidad substancial y pletórica de significantes. No de la materia desecho, la cual surgió como pesa equilibrante dentro de esa ausencia de significados que la reducción del pensamiento occidental trajo consigo al polarizar la realidad socio política. De ahí que el consumismo sea una respuesta al modelo reinante y a la primacía del Capital.
Ese exceso de objetos de función perecible y de una practicidad portentosa, acarreó consigo una vacuidad o quizás procede de esa misma vacuidad que la pérdida de subjetividad del pensamiento materializado trajo, al hacer de la ficción (eso que no tiene sustancia y forma parte únicamente del mundo de las ideas) un pedazo de realidad. La ficción y su imperceptibilidad, su ausencia de carne, convirtieron al soporte (material sobre el cual está plasmada) en la materia de encarnación dentro de la realidad. El momento en el que todo aquello entra dentro de la cotidianidad, se produce entonces un vacío objetivo. El desprendimiento de la subjetividad al trasladarla al nivel del objeto deja huecos dentro del pensamiento universal. Entonces viene la primacía del objeto sobre el sujeto.
Si la literatura y la filosofía entraron dentro de la realidad material a través de un soporte de papel, como lo es el libro, aún se podría defender su inmaterialidad dentro del poder inigualable de abstracción y ficción de las palabras. Una construcción absoluta del lenguaje que aún no produjo mutaciones ni traspasos de la ficción. Innegable es que con la llegada de los medios audiovisuales, empieza este proceso de desplazamiento de la materia subjetiva por la materia objetiva. Entonces esa materia procedente de la ficción absoluta (la tv, por ejemplo) va desalojando poco a poco a la realidad objetiva, la cual va perdiendo su lugar y a la vez dejando un espacio sin rellenar que será reemplazado -por supuesto- por el consumismo y la creciente necesidad de objetos perecibles que rellenen ese espacio vacío objetivo.
Esa voracidad que produce la inmediatez es tan sólo producto de la pérdida del sentido a causa de una falta de significantes, y a la vez se debe a esa necesidad de recuperar el terreno perdido, mejor dicho, reducido por la acción de la virtualidad de la sociedad (el avanzado uso de las tecnologías). Este proceso de abstracción materializado ya sin carne (en sentido figurado) dentro de ese universo virtual, hace que se pierdan los perspectivas, por lo tanto la ausencia de ese sentido básico de lo palpable es lo que da origen a las megalomanías absurdas de las sociedades: consumismo extremo que genera objetos inútiles que producirán universos de basura y chatarra inservible (un mundo material de desechos, donde reina el sinsentido). Ello proviene claramente del abuso de la naturaleza y del medioambiente que destruye nuestro hábitat, lo cual es lo que ya está pasando ¿no?
Ahora, dentro de este mundo de objetos carentes de significado por sí mismos (la pérdida del símbolo y su poder de abstracción) se necesitan nuevos niveles de abstracción, y por supuesto, espacios limpios. Estos espacios serán eminentemente virtuales y su materia de soporte -lo desechable- serán esos objetos carentes de sentido, cuya recarga de significado dependerá únicamente de su capacidad de ser contenedores de virtualidad (por ejemplo: computadores, televisores, celulares, i-pods y demás). Así, en el futuro -arbitrariamente hablando- pues cada día se tendrá una mayor necesidad de huir hacia mundos virtuales, hacia esa ficción que perdió su poder de abstracción e inmaterialidad, y que poco a poco se ha convertido en la realidad objetiva. Realidad que adquirió potencia gracias a la mimesis del objeto, para volverlo tan solo una representación del mismo. Un holograma.
Ese exceso de objetos de función perecible y de una practicidad portentosa, acarreó consigo una vacuidad o quizás procede de esa misma vacuidad que la pérdida de subjetividad del pensamiento materializado trajo, al hacer de la ficción (eso que no tiene sustancia y forma parte únicamente del mundo de las ideas) un pedazo de realidad. La ficción y su imperceptibilidad, su ausencia de carne, convirtieron al soporte (material sobre el cual está plasmada) en la materia de encarnación dentro de la realidad. El momento en el que todo aquello entra dentro de la cotidianidad, se produce entonces un vacío objetivo. El desprendimiento de la subjetividad al trasladarla al nivel del objeto deja huecos dentro del pensamiento universal. Entonces viene la primacía del objeto sobre el sujeto.
Si la literatura y la filosofía entraron dentro de la realidad material a través de un soporte de papel, como lo es el libro, aún se podría defender su inmaterialidad dentro del poder inigualable de abstracción y ficción de las palabras. Una construcción absoluta del lenguaje que aún no produjo mutaciones ni traspasos de la ficción. Innegable es que con la llegada de los medios audiovisuales, empieza este proceso de desplazamiento de la materia subjetiva por la materia objetiva. Entonces esa materia procedente de la ficción absoluta (la tv, por ejemplo) va desalojando poco a poco a la realidad objetiva, la cual va perdiendo su lugar y a la vez dejando un espacio sin rellenar que será reemplazado -por supuesto- por el consumismo y la creciente necesidad de objetos perecibles que rellenen ese espacio vacío objetivo.
Esa voracidad que produce la inmediatez es tan sólo producto de la pérdida del sentido a causa de una falta de significantes, y a la vez se debe a esa necesidad de recuperar el terreno perdido, mejor dicho, reducido por la acción de la virtualidad de la sociedad (el avanzado uso de las tecnologías). Este proceso de abstracción materializado ya sin carne (en sentido figurado) dentro de ese universo virtual, hace que se pierdan los perspectivas, por lo tanto la ausencia de ese sentido básico de lo palpable es lo que da origen a las megalomanías absurdas de las sociedades: consumismo extremo que genera objetos inútiles que producirán universos de basura y chatarra inservible (un mundo material de desechos, donde reina el sinsentido). Ello proviene claramente del abuso de la naturaleza y del medioambiente que destruye nuestro hábitat, lo cual es lo que ya está pasando ¿no?
Ahora, dentro de este mundo de objetos carentes de significado por sí mismos (la pérdida del símbolo y su poder de abstracción) se necesitan nuevos niveles de abstracción, y por supuesto, espacios limpios. Estos espacios serán eminentemente virtuales y su materia de soporte -lo desechable- serán esos objetos carentes de sentido, cuya recarga de significado dependerá únicamente de su capacidad de ser contenedores de virtualidad (por ejemplo: computadores, televisores, celulares, i-pods y demás). Así, en el futuro -arbitrariamente hablando- pues cada día se tendrá una mayor necesidad de huir hacia mundos virtuales, hacia esa ficción que perdió su poder de abstracción e inmaterialidad, y que poco a poco se ha convertido en la realidad objetiva. Realidad que adquirió potencia gracias a la mimesis del objeto, para volverlo tan solo una representación del mismo. Un holograma.
1 comentario:
Ericc Fromm decía que la gente ha intentado eliminar las diferencias ya que se supone que todos somos iguales. En la sociedad capitalista la igualdad se refiere a “la igualdad de los autómatas, hombres que han perdido su individualidad” La gente es igual porque tiene los mismos empleos, las mismas diversiones, la misma forma de pensar. Así, hombres y mujeres somos “idénticos, no iguales como polos opuestos” La igualdad no es sino una conformidad. Una conformidad cuyo engranaje es el consumo. Un consumo que nos salva del vacío personal. Un vacío personal producto del fracaso de sociedades infantiles plagadas de utopías y altas (y falsas) expectativas hacia la realidad. Una realidad apenas cognoscible.
Prefiero hologramas a dioses.
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