Quito. 12h00. 26º. Intersección de la República y la Amazonas, sector Parque de la Carolina y Mall el Jardín. Le invito a hacer la prueba del cruce continuo. Imposible. Deberá hacer por lo menos tres paradas entre cruce y cruce, dependiendo de hacia qué lado desea ir. Cuando el semáforo de la una vía se pone en verde, cualquier ser humano racional entendería que es el momento de cruzar, pero ¡NO! No lo haga, porque entonces quienes quieren curvar hacia la derecha le arrollarán sin piedad o por lo menos le pitarán, eso si logró salvarse de los poco ingeniosos insultos.
¿Por dónde mismo hay que cruzar vea?
Definitivamente Quito es una ciudad agresiva y hostil para el transeúnte. Su planificación urbana cada día obedece más a la lógica del automóvil, la cual vendría a ser la lógica del volante. La lógica del status quo y la comodidad. Una ciudad que cada día busca soluciones viales sacadas de un sombrero de mago, puesto que sus vías no dan más abasto para el incansable y creciente parque automotor, que de parque no tiene nada. Simplemente nadie estaría dispuesto a sacrificar su “nivel de vida” por volverse un mísero, pobretón o hippie transeúnte. Puesto que en una sociedad de linderos y anhelos de vida tan reducidos como ésta, tener un auto llega a ser una de las máximas metas sociales. Claro, dependiendo del nivel socioeconómico, ya que en el medio/alto, este artefacto es simplemente utilitario, e inconcebiblemente dejaría de existir dentro de su planificación de vida.
Transeúnte, según la tipología absurda urbana
Y entonces qué. ¿Acaso quienes preferimos usar nuestras piernas estamos condenados a ser la última rueda del coche? De ese coche que cree tener preferencia en cuanta calle y avenida aparezca un pobre caminante confundido por tanto semáforo que a veces debe sortear al vuelo. O simplemente hacer uso de la típica cruzada “indio bestia”. La cual, por demás funciona mejor que esperar un verde que muchas veces es tan falso como el bigote falso de Groucho Marx. Por ejemplo, en el semáforo que “permite” el cruce de una parada de Trolebús en la 10 de Agosto y República, se debe calcular el tiempo estimado que le tomará cruzar, ya que la duración del verde es más efímera que beso volado. Si usted llegó tan solo unos segundos después de que el muñequito se encendió en verde, de seguro se quedará a medio camino. Solución: Atravesar la avenida corriendo. Increíble la falta de respeto. Ni hablar de cómo cruzarán ancianos y discapacitados.
¿Será este el transeúnte típico?
Por otro lado está el problema de la contaminación y lo irrespirable que se vuelve esta ciudad, más aún en verano impío. Por supuesto quienes viajan cómodos en sus autos no sentirán directamente sus efectos, ya que con los vidrios cerrados y el aire acondicionado de alguna manera se palian las molestias inmediatas. Igualmente estarán respirando aire contaminado, pero no tendrán que pasar por el terrible baño de esmog que un bus lanzará al infortunado aquel que se halla esperando en la parada…
Entonces, si esta ciudad se adapta día a día a esa estructura lógica que elimina el tránsito humano por el tránsito de máquinas, estamos nuevamente obedeciendo a esquemas de vida que van reduciendo los espacios subjetivos y los trasladan al dominio del objeto. Una constante deshumanización que parece no tener fin, en la cual, sociedades poco creativas y administraciones mediocres, aceleran un proceso innecesario con el único fin de mantener contentos finalmente a quienes representan el grupo de mayor poder adquisitivo. Contrariamente a otras ciudades y a grandes metrópolis mundiales, ser un transeúnte y no tener auto en Ecuador, significa ser chiro, es decir, pintar poco en este cuento de poder. No tener ni voz ni voto. Pero esos seudo planificadores urbanos “de a cuarta” se olvidan de que precisamente vivimos en un país donde la mayoría de la población está justamente dentro de esos estratos socio económicos bajos. Y esos también son votos ¿No? Sin embargo, qué pasa. Sucede que, como la ruin estructura escalera y el acondicionamiento social se han cimentado sobre el clasismo y la dicotomía rico/feliz, pobre/triste, entonces hay una programación mental dentro de ese sector acallado que traducirá la incomodidad de vivir en una ciudad adecuada para la circulación vehicular, como una simple consecuencia de su condición social. Nada más falso, miserable y maniobrado que eso.
¡Oh ciudad aquella!
Me produce desazón entender que el futuro de esta ciudad es eliminar el afuera, el contacto con la calle y la gente, esa vida de barrio que tanto se añora, puesto que la lógica del automóvil es la de una pista de autos, la de una speed way, en donde no queda espacio para nada que no sea el “llevarme a”. Esto trastoca la lógica misma del espacio y sus usos sociales, arrebatándole todo sentido de colectividad, derivando en una primacía absoluta del Yo…
La ciudad conteiner con vías que servirán únicamente para trasladarse de un lugar cerrado a otro. Un Quito enclaustrado en pleno Siglo XXI, con ese tremendo sol y aquel paisaje espléndido. ¡Qué pecado!
2 comentarios:
es simple. vos y yo vivimos en medio de un desastre latente. y eso es lo que realmente duele. por que la ciudad que vos y yo amamos esta en etado de coma!
Ciudad love/hate/love, como la memorable canción de Alice in Chains
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