Billie, maravillosa
No me resisto a una buena. A una buena y seductora voz. Billy Holiday y un par de tragos salados. Chateando en vez de trabajar. Faringitis en vez de amor. Recibiendo invitaciones y aceptándolas al olisquear mi rechazo previo que vaticina un aburrimiento crónico. ¿Cine en mi casa? Lo siento, ya me suena erótico. Igual digo que sí mientras pienso en cómo me las ingeniaré para parar el intento de beso o caricia que inevitablemente germinará debajo de las cobijas (de seguro me acostaré en su cama y me abrigaré con su cubrecama).
Eso digo mientras sigo escuchando Billie Holiday y sabiendo que unas dilatadas vacaciones suenan tan tediosas como ver a Tarkovsky con sueño. Como estar esperando una llamada que nunca llega, o la respuesta a una pregunta tácita. Como recibir una sonrisa boba cuando tienes hemorragia nasal. Y sigo regresando a ver con mi espejito como retrovisor para advertir de alguna manera el peligro. Soy un mal conductor, nunca lo veo venir. Sé que viene pero me niego a frenar y termino arrollando al transeúnte. Odio mi vehemencia y la cultivo con pasión. Con espanto.
Termino estornudando y tragando espadas sin técnica alguna. Sólo para luego convertirme en tragafuegos y terminar con esta maldita faringitis descola planes, descola amigos, descola amantes. Descubre cuerpos y cierra ventanas. Vapores y condensaciones, líquido resbalando por el vidrio. Auto desempañándome. Billie Holiday sigue cantando y recuerdo haber leído que su registro no era muy amplio, lo cual le obligó a ser una maestra del amoldamiento. La ultra adaptabilidad y la perfección en la propia mímesis. En la reinvención y en el auto apego. Sería la única solución. De todos modos ella se volvió drogadicta y murió sufriendo. ¿Dónde está el sentido para tanto? ¿De qué vale ese deleite caótico? De todos modos se cae sin frenos. (Increíblemente acabo de asustarme por un motor chillón, desde mi octavo piso).
Aplausos.
Eso digo mientras sigo escuchando Billie Holiday y sabiendo que unas dilatadas vacaciones suenan tan tediosas como ver a Tarkovsky con sueño. Como estar esperando una llamada que nunca llega, o la respuesta a una pregunta tácita. Como recibir una sonrisa boba cuando tienes hemorragia nasal. Y sigo regresando a ver con mi espejito como retrovisor para advertir de alguna manera el peligro. Soy un mal conductor, nunca lo veo venir. Sé que viene pero me niego a frenar y termino arrollando al transeúnte. Odio mi vehemencia y la cultivo con pasión. Con espanto.
Termino estornudando y tragando espadas sin técnica alguna. Sólo para luego convertirme en tragafuegos y terminar con esta maldita faringitis descola planes, descola amigos, descola amantes. Descubre cuerpos y cierra ventanas. Vapores y condensaciones, líquido resbalando por el vidrio. Auto desempañándome. Billie Holiday sigue cantando y recuerdo haber leído que su registro no era muy amplio, lo cual le obligó a ser una maestra del amoldamiento. La ultra adaptabilidad y la perfección en la propia mímesis. En la reinvención y en el auto apego. Sería la única solución. De todos modos ella se volvió drogadicta y murió sufriendo. ¿Dónde está el sentido para tanto? ¿De qué vale ese deleite caótico? De todos modos se cae sin frenos. (Increíblemente acabo de asustarme por un motor chillón, desde mi octavo piso).
Aplausos.
Mesías Maiguashca, compositor ecuatoriano de música electroacústica, radicado en Alemania. También dijo que parecía japonés, júzguelo usted mismo.
Ya ha acabado Billie y ahora es el turno de Bob. Dylan. Pero yo ya debo partir. Hay que responder preguntas retóricas y escuchar a los amigos. A veces puedo escribir muy mal y escuchar tan bien. Ser nítidamente receptiva y opacamente dadivosa. Un sentido difuso me persigue la mayoría de las veces, pero yo sólo rio. Porque las carcajadas también me persiguen y terminan produciéndome fiebre. Del heno. Histamina. Y muchos besos como barriendo una calle pulcra. Redundando en los designios. Porque repetirse es lo más fastidioso que hay -ya lo diría el gran maestro Maiguashca (quien se niega a otorgar entrevistas personales porque considera que ya lo ha dicho todo)- ya que retornar, reciclar, es caer en un agujero negro, en el callejón sin salida de los ánimos. Sálvense quien pueda, llamen a una cheerleader. O qué se yo. Váyase de compras y pague lo que sea por una muñeca inflable que sepa también conversar. ¡Qué horror!
2 comentarios:
A lo mejor murió sufriendo, pero antes hubo gozo y desesperación y perfectabilidad y puñetes (de ida y de vuelta) y éxtasis, lo mismo que Edith Piaf, lo mismo que la Janis. A lo mejor no aprenderemos mucho de todo eso, pero siempre queda la música, y yo por lo menos agradezco eso.
Un abrazo Dal.
Qued� la m�sica a fin de cuentas. Y eso paga la cuenta.
Saludos Hiscariotte.
Dal.
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