En lo orgánico está la respuesta. Podría aventurarme a tipificar un nuevo tipo de danza, pero sería demasiado atrevido y demostraría un escaso conocimiento del tema. Porque más allá de la técnica, la visceralidad y la pasión, está el juego de lo orgánico. La corporeidad hablando desde un nivel puramente cinético-fisiológico y comunicándose precisamente con ese lado del espectador. No con su visión esteta, no con sus emociones, sino con su carne. Con su organismo. Como sincronizándose con los latidos del cuerpo del otro. Si una obra consigue esto, para mí es perfecta.
Las emociones pueden confundirnos, pueden hacernos pasar algo malo como bueno por una simple espectacularidad que apela a la sensibilidad obvia. El valor estético y artístico de una obra de danza contemporánea podría diluirse entre el acertado u erróneo uso de la técnica, la falta de dominio de la misma o falencias debidas al nivel del performer. Pero lo orgánico es otra cosa. Por supuesto que no funcionaría sin un buen intérprete, sin una persona capaz de lograr transmitir ese sentido sordo, ciego y mudo. Ese sentido táctil interno, como tocarse a sí mismo sin manos.
Y creo que Valeria Andrade, bailarina quiteña, está muy cerca de eso. Las obras presentadas esta semana en el Teatro Variedades de Quito, son una clara muestra de esa funcionalidad corporal. De la precisión física que además transmite alma. Estoy segura de que ella es una bailarina visceral, y su cuerpo logra revelar esa fuerza de sus sentires, pero también lo hace con sus ideas acerca del mundo y la sociedad. La obra de Andrade es de un urbanismo subjetivo, ella se encarna en la ciudad y a través de este proceso cuestiona su entorno y a sí misma con respecto a él. "De medio en medio" es la obra que originó toda esta propuesta escénica, la cual es además interdisciplinaria. En ella se conjugan el video arte, la instalación, el performance, el arte conceptual y la danza. Hace un año tuve la oportunidad de ver "Prácticas siucidas", video performance continuación del hilo conductor conceptual. Allí se presenta Valeria haciendo diversos performances en distintos espacios urbanos en los que pone en riesgo su integridad física y moral.
Ella se expone a los peligros de una ciudad común, pero desde un nivel más moral que físico. Es hallarse en el borde por decisión, y a la vez probar y probarse la eficacia de la sobreexposición. Se trata también de sobreexplotar la hostilidad de la urbe y a la vez de sobreexplotar la fragilidad del cuerpo. Esa carnalidad vulnerable. De ahí que lo orgánico, como dije anteriormente, forme parte fundamental de esta propuesta. Sin embargo, esa carne, ese organismo antecede a una conciencia, entonces entra en juego la moral. En este nivel de raciocinio surgen los cuestionamientos y las respuestas buscadas a partir de enfrentar los opuestos. Lo orgánico vs. Lo inorgánico. Finalmente lo que termina vulnerándose es precisamente la moral.
Por último, la obra de Valeria Andrade es personalista, procede de experiencias, ideas, sensaciones, confrontaciones interiores, sin embargo ello no llega a ser un contra, ya que sabe transmitir y re-crear. La obra es un producto por sí mismo, habla y llega a donde debe. Bien hecho. Aplausos.
Las emociones pueden confundirnos, pueden hacernos pasar algo malo como bueno por una simple espectacularidad que apela a la sensibilidad obvia. El valor estético y artístico de una obra de danza contemporánea podría diluirse entre el acertado u erróneo uso de la técnica, la falta de dominio de la misma o falencias debidas al nivel del performer. Pero lo orgánico es otra cosa. Por supuesto que no funcionaría sin un buen intérprete, sin una persona capaz de lograr transmitir ese sentido sordo, ciego y mudo. Ese sentido táctil interno, como tocarse a sí mismo sin manos.
Y creo que Valeria Andrade, bailarina quiteña, está muy cerca de eso. Las obras presentadas esta semana en el Teatro Variedades de Quito, son una clara muestra de esa funcionalidad corporal. De la precisión física que además transmite alma. Estoy segura de que ella es una bailarina visceral, y su cuerpo logra revelar esa fuerza de sus sentires, pero también lo hace con sus ideas acerca del mundo y la sociedad. La obra de Andrade es de un urbanismo subjetivo, ella se encarna en la ciudad y a través de este proceso cuestiona su entorno y a sí misma con respecto a él. "De medio en medio" es la obra que originó toda esta propuesta escénica, la cual es además interdisciplinaria. En ella se conjugan el video arte, la instalación, el performance, el arte conceptual y la danza. Hace un año tuve la oportunidad de ver "Prácticas siucidas", video performance continuación del hilo conductor conceptual. Allí se presenta Valeria haciendo diversos performances en distintos espacios urbanos en los que pone en riesgo su integridad física y moral.
Ella se expone a los peligros de una ciudad común, pero desde un nivel más moral que físico. Es hallarse en el borde por decisión, y a la vez probar y probarse la eficacia de la sobreexposición. Se trata también de sobreexplotar la hostilidad de la urbe y a la vez de sobreexplotar la fragilidad del cuerpo. Esa carnalidad vulnerable. De ahí que lo orgánico, como dije anteriormente, forme parte fundamental de esta propuesta. Sin embargo, esa carne, ese organismo antecede a una conciencia, entonces entra en juego la moral. En este nivel de raciocinio surgen los cuestionamientos y las respuestas buscadas a partir de enfrentar los opuestos. Lo orgánico vs. Lo inorgánico. Finalmente lo que termina vulnerándose es precisamente la moral.
Por último, la obra de Valeria Andrade es personalista, procede de experiencias, ideas, sensaciones, confrontaciones interiores, sin embargo ello no llega a ser un contra, ya que sabe transmitir y re-crear. La obra es un producto por sí mismo, habla y llega a donde debe. Bien hecho. Aplausos.
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