Ídolo

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Morrissey

lunes, diciembre 17, 2007

Mensajes divinos

Ayer alguien me dijo que no debería sentarme en los asientos del trolebús, por eso hoy no lo hice (hasta el último de regreso cuando ya me hallaba demasiado cansada). Pero no voy a hablar de la mugre ni de las bacterias, debo aprender a vivir con ellas, más bien quisiera pensar que algún día esta ciudad se va limpiar por arte de magia. No de la suciedad, ni de la falta de estética sino del falso lavado de conciencia. Un contrasentido, lo sé. Pero ese lavado de conciencia es una de las operaciones “espirituales” que más nos ensucian.

Sin embargo, de todo hay para todos, y en una ciudad de tanto contraste social como esta, se tiene opciones para escoger. Los lava conciencias están por todos lados, y por una módica suma (dependiendo de cuánto quiera usted lavar su conciencia) estará libre del pecado de la indiferencia y el horroroso error social de tener más plata que los otros. Podrá si lo desea, salvar del cáncer terminal a alguien, ayudar para la operación de un lisiado, colaborar con la compra de medicinas de un convaleciente y hasta devolverle la vista a los ciegos. Pero si lo suyo es lo lúdico, también puede colaborar con la casa comunal del hippie que se saca la madre tragando smog todo el día para distraerle con un par de piruetas y malabares. Para todos hay. Sí. Puesto que si su opción obligada - y construida por el entorno- es la de ser el desalmado, indolente e indiferente, también tiene todos los chances de pasear su alma gusana y fascista.

Y así se construyen y destruyen conciencias. Se instaura una dinámica de víctimas y victimarios. De verdugos expiando culpas ajenas. Nos convertimos en responsables directos del dolor de los otros y a la vez nos vemos obligados a aliviarlo. No voy a atacar a la religión, pero esa conmiseración me suena tan cristiana, tan a sistema de confesión express. Pecado-penitencia. Y luego está ese sentimiento tan humano de la condolencia. Con-dolerse. ¿Qué podemos hacer con él? ¿Cómo sacarse de encima la sensibilidad hacia el otro? ¿Cómo determinar la delgada línea entre la necesidad verdadera y la explotación amarillista? ¿Acaso la respuesta está en la misma proliferación de expiadores urbanos?

Los ciegos se toman la ciudad. Bueno, exagero, quizás solamente el transporte público. No puede ser simplemente una llamada de atención al gobierno y la ley impuesta de que cada empresa debe tener al menos el 1% de empleados con discapacidad. Una empresa debería tener como mínimo cien empleados para que uno de ellos pueda acceder a un puesto de trabajo. Es bajísimo ese porcentaje si lo vemos desde ese punto. Una empresa de mil empleados, tendrá a penas, diez… Entonces, razón tienen en quejarse. Pero… discapacitados siempre ha habido y ciegos también. Entonces, ¿a qué se debe el repentino florecimiento de su presencia en la urbe? En un principio pensé que era algún mensaje divino -sujeto a interpretación personal- el hecho de que en un solo día, en un solo viaje, se subieran tres no-videntes a ofrecer distintas historias (todas llegaban al mismo punto) para conseguir la conmiseración y un poco de dinero de los pasajeros. Luego noté que era quizás una organización que se había impuesto como nueva labor (ya que no conseguían trabajo) subirse a los buses a contar sus desgracias personales con el fin de llevarse a la boca el pan de cada día.

Antes, hace algunos años, había un solo ciego en estas labores, uno que tenía una niña como lazarillo y que vendía caramelos en los buses. Se caracterizaban por entrar a empujones y convencer a todos de que la rudeza de su ingreso se debía a la torpeza de su discapacidad. Ahora con este repunte de ciegos urbanos, me he dado cuenta que su grosería obedecía a una revancha social no saldada, a la metáfora materializada de hacerse a empellones un espacio en la sociedad. Y también, a acusar tácitamente y hacer sentir culpables a los otros de su desventura: táctica desgastada para conseguir beneficios. Por ello, según su lógica, bien merecidos los empujones nos lo teníamos todos los videntes que nos atravesábamos en su camino.

Al acoso y sobresaturación urbana de mendigos y pedigüeños (hay de todo, como dije antes), le sigue su propia némesis: La des-sensibilización. El primer ciego me conmovió y casi le doy dinero. Sufrí con él y no quise verle a la cara porque su desesperanza emprendedora me contagiaba el ánimo de lamento. Los siguientes ciegos, paulatinamente me fueron encallando el alma y por el contrario, empezaron a despertar sospechas ya no sobrenaturales sino bastante concretas. El último y el antepenúltimo ciego inevitablemente se encontraron, y cuando el segundo iba disponerse a cantar, se dio cuenta de que su amigo se hallaba repartiendo chicles en ese momento. Se saludaron, se dieron la mano y se desearon suerte mutuamente. El último de la fila tuvo que salir obviamente, su presencia había perdido sentido.

Con esta reflexión no quiero denotar ninguna postura fascista, soy consciente al tope de la realidad de mi sociedad, simplemente dejo abierta la idea de que el constante restriego de una herida la insensibiliza. El callo en el alma, no es bonito llevarlo. Es humana la conmiseración, es humano condolerse, pero hasta qué punto es humano aprovecharse de ello… Inevitablemente esta dinámica víctima-victimario se convierte en un círculo vicioso que exige nuevas tácticas. El desgaste del llanto persigue, por último, el grito. Si se acostumbra a una sociedad al dolor callejero y su alivio como el salva conciencias y el limpia pecados, el siguiente paso será más extremo. ¿Hasta dónde llegaremos?

3 comentarios:

Mr. H3rv45 dijo...

Hasta donde llegamos? ... eso me pregunto yo.

La pérdida de sensibilidad es parte de los procesos de reestructuración del pensamiento social, estos procesos toman su tiempo.

Un famoso bigotón alemán dice que la conmiseración es lo peor que se puede sentir por un ser humano; Odiar la pobreza, o lo grotesco, al final... no es tan malo como parece, ni tan sencillo como se pinta.

Revisemos la historia.

Anónimo dijo...

Gostei muito desse post e seu blog é muito interessante, vou passar por aqui sempre =) Depois dá uma passada lá no meu site, que é sobre o CresceNet, espero que goste. O endereço dele é http://www.provedorcrescenet.com . Um abraço.

janeko dijo...

Interesante reflexión. Justamente hace unos días escribí un fragmento sobre algo parecido, sólo que yo no voy mucho en el trole, prefiero los otros buses. Para el caso es lo mismo, ¿no será que la compasión no es una virtud sino una tara de la humanidad? ¿Cuántas veces me he puesto a pensar lo mucho mejor que me hubiera ido en la vida si no fuese tan propensa a ese sentimiento? Demasiadas, y de pensar, no paso.
Saludos
Janeko

http://www.onironauticas.blogspot.com/