Ídolo

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Morrissey

viernes, junio 22, 2007

Gracia divina

La codeína quizás entorpezca la sintaxis de ideas. Hay algo que se asemeja al olimpo. De repente el universo apolíneo está mi alcance. Ese grito filudo “Black beauty I love you so”. La guitarra rasgándose en una armonía inexpugnable, inquebrantable. Sonidos invictos. Las olas del mar meciendo el barco, arriba, abajo, izquierda, derecha. Un vértigo descendiente mientras intento seguir las una a una las palabras desmembradas de “Grace”. Wait in the fire wait in the fire, wait in the fire… Mientras en el fuego espero, antes de quemarme, solo un segundo antes de que las palabras desaparezcan y el escozor de la cercanía de la lumbre me diga: and the rain is falling/and i believe /my time has come/ it reminds me of the pain/ i might leave /leave behind…


Jeff Bucley es la belleza pura, su voz de cuatro octavas, sus melodías llevadas al extremo de la ruptura -acorraladas en un túnel de difícil acceso del que siempre sale glorioso- se acercan mucho a la fruición del amor. Es un compositor agónico y la vez popular. Todas sus canciones recuerdan la genialidad del compositor clásico. Aquel que consigue darle a los sonidos una familiaridad sorprendente y extraordinaria, traducida a la cotidianidad de quien escucha sentado pero aún se revuelven sus entrañas. Eso es Jeff Buckley, la belleza sin concesiones, el acto más allá del pretender ser algo o decir algo. En Jeff Buckley todo es bello, hasta él mismo. Su rostro es armonioso y preciso, no hay cómo no amarlo. La inevitable atracción física que despierta es llevada al plano espiritual, ya que bien podría depositarnos en un estado contemplativo. Hay una perfección en su voz que navega al vaivén de altibajos que nunca se quiebran y sin embargo nos mantienen en un suspenso bronco. El suicida llamando la atención desde la terraza de un edificio de doce pisos.

Las letras de Buckley en su mayoría tienen la claridad del cristal y son tan concretas como bloques de concreto. Una ciudad construida sobre verdades llanas. Él habla de lo que siente, de lo que ve y de lo que pasa. Por eso no tiene miedo a las obviedades y se lanza a ellas desde lo más sincero que puede hallar: su voz. En su canto no hay alegorías, su timbre y tesitura son lo más literal que hay. Pero aún nos remiten a un plano etéreo intraducible y únicamente decodificable por el tacto, la piel.

La guitarra, su segunda voz, entra indisoluble en esas armonías introductorias logradas en canciones como Aleluya (de Leonard Cohen), para muchos, la mejor versión de este tema.

Grace, el único álbum que sacaría en vida, es una pieza maestra de la música actual. La canción que le da el nombre al disco vendría a ser una composición imprescindible dentro del universo musical, y esa que todo melómano no debería morir sin escuchar… o impactarse por ella. Pero esos giros a veces estúpidos del destino harían que prematuramente el mundo se prive de un músico de talento excepcional. Jeff Bucley se ahogó en 1997, nadie sabe por qué, se ha especulado mucho acerca de su muerte, pero eso poco importa ya. Treinta años fueron suficientes para que nos dejase canciones indelebles.

Les dejo una foto para que admiren una parte de su belleza…

Cómo no amarlo. Portada de su álbum Grace.


Bueno, una más:




Ay Dios mío ayudameeeee

3 comentarios:

Unknown dijo...

Tengo ese disco como un must en mi Ipod. El crooner adolescente, con un aire de fatalidad y quemimportismo tan atreyente ....

Dalila dijo...

El siempre atractivo border line...

Anónimo dijo...

Oi, achei teu blog pelo google tá bem interessante gostei desse post. Quando der dá uma passada pelo meu blog, é sobre camisetas personalizadas, mostra passo a passo como criar uma camiseta personalizada bem maneira. Até mais.