Recuerdo claramente la revista, las noticias, el periódico en donde la noticia de aquel hombre que había sido devorado por leones se izaba cruenta y radiante. Eran como fucilazos las palabras, y yo sin pararrayos. Tenía tal vez siete años, no lo sé. Leía ya bastante y sobre todo periodismo policiaco, que hasta ese entonces yo pensaba que existía como género. Cuando supe que se llamaba crónica roja y que lo leía cualquiera, comprendí que había sido despojado de toda su belleza, de todo su potencial literario narrativo y que era basura desechable. Solo guardo memoria de los crímenes de los ochenta y quizás de los de la primera mitad de los noventa. Luego vino la insipidez y fue cuando la sangre perdió su vivacidad, pasó a ser un mero significante.
Los trillers políticos y las tramas tipo roman policier fueron prontamente reemplazados por un estándar noticioso que ya no tenía ese primigenio sensacionalismo que buscaba dar a las noticias criminalísticas una cualidad espiritual, meta humana. El nivel de la leyenda. La necesaria mitificación de lo que se nos va de las manos, de lo incontrolable, de lo automático y deliberado. Aquello que es extrahumano porque está fuera del gobierno de la voluntad. El “primigenio sensacionalismo” era ingenuo y buscaba simplemente sorprender, ser indeleble y captar culturalmente el imaginario colectivo para registrar afirmaciones míticas, derivadas de una dialéctica puramente literaria. Los hechos se construían así, teniendo como modelo estructural aquellas grandes novelas de géneros relativos al crimen.
Hoy no, hoy quizás la literatura se nutra de la “realidad”, pero la realidad ya no se nutre de la literatura. Se rompió la elipse y no tengo opinión que contenga cualidad moral alguna que justifique el topar este tema. En resumen, no sé si ello sea bueno o malo. Simplemente quiero dar cuenta del proceso que se vive. De repente, las espadas justicieras de la lógica y el sentido común han llegado inatacables ha destajar lo último de farsa bufonesca y retórica fabulística para supuestamente revelar lo que hay detrás: la verdad de las cosas. La lógica real del mundo siendo forzosamente expuesta por oposición: romper el horizonte mitificado de la razón. ¿Quién sabe cuál es el método real por el que se rigen las cosas? Nadie.
Ese alguien que había sido engañado por su mujer y que decidió salvar su honra al más puro estilo bíblico era para mí en los ochentas un personaje paralelo, surgido del mundo de las palabras. Sin embargo, el hecho de saber que existía en alguna parte de esta ciudad, de que ese asesinato ocurrió el día tal a la hora tal, ya me hacía abrir una zanja dentro de la realidad idealizada. Siempre me preguntaba cómo habrían sido los sucesos. Sabía que lo que leía era otra cosa, algo que iba más allá del simple hecho de no haber sido un testigo ocular. Era la transmisión filtrada por las palabras y eso me encantaba. Como a todos creo yo.
Y me temo que últimamente no existe tal diferenciación o lo que es peor, ya no existe la conciencia de la presencia de tal diferenciación. Desde que el “género periodístico” robó a la sangre su carga simbólica para anularla frente a la inmediatez y su capacidad de knock out simplón, la crónica roja se volvió insustancial y dejó de perennizarse como remanente de los vestigios dejados por el imaginario social. Se percibe a la realidad mediática como una e inexpugnable. Los límites de la construcción de la realidad a través de la virtualidad del manejo de la información hoy en día llegan a ser infranqueables. La Literatura se volvió un paria que se cuela por los pocos poros que aún quedan de esta realidad y sigue tratando de adaptarse a lo que venga. La diferenciación entre mito y realidad para estos momentos es absolutamente innecesaria porque lo que vivimos como realidad ha anulado el ciclo del mito, lo ha negado en sus más profundas raíces, tan solo para fundar una supuesta nueva sociedad que busca ser una y homogénea. Pero esa homogeneidad es susceptible de ser vulnerada si permiten puntos de fuga. El mito es un punto de fuga. El consentir que dos realidades paralelas convivan es un resquebrajamiento dentro del modelo que se propone instaurar. Por ello ha sido menester eliminar una a través de menoscabarla y desvirtuarla. Y sin embargo se ha institucionalizado aquella que pretende ser la “verdadera”, esa que elimina la inmaterialidad de la ficción y que en sus bases no es más que ficción pura e inmaterialidad pura. La realidad filtrada de la que siempre hablo, la realidad mediática.
El colectivo es tan voluble en sus doctrinas, puede virar el timón sin apenas caer en cuenta.
En fin…
Los años dorados del periodismo policiaco quedaron sumergidos quizás en la laguna del Yambo con los hermanos Restrepo, guardados dentro de la caja que guardó la oreja/trofeo de Daniel Camargo, destrozados en el terreno baldío en donde fueron encontrados los pedazos macheteados de Juan Fernando Hermosa. O tal vez se hallen junto a los restos de la avioneta en donde viajaba Jaime Roldós y su esposa, o dentro de los cajones que guardaban las pertenencias de las víctimas del Monstruo de los Andes. Tal vez estén en el auto baleado, última morada del Patucho Rigoberto, o quien sabe y se hallan en alguna bodega cerca de los restos de la vieja jaula en donde aquel conscripto fue devorado por los leones del Zoológico Militar, por haberse metido con la mujer de un superior…
Los trillers políticos y las tramas tipo roman policier fueron prontamente reemplazados por un estándar noticioso que ya no tenía ese primigenio sensacionalismo que buscaba dar a las noticias criminalísticas una cualidad espiritual, meta humana. El nivel de la leyenda. La necesaria mitificación de lo que se nos va de las manos, de lo incontrolable, de lo automático y deliberado. Aquello que es extrahumano porque está fuera del gobierno de la voluntad. El “primigenio sensacionalismo” era ingenuo y buscaba simplemente sorprender, ser indeleble y captar culturalmente el imaginario colectivo para registrar afirmaciones míticas, derivadas de una dialéctica puramente literaria. Los hechos se construían así, teniendo como modelo estructural aquellas grandes novelas de géneros relativos al crimen.
Hoy no, hoy quizás la literatura se nutra de la “realidad”, pero la realidad ya no se nutre de la literatura. Se rompió la elipse y no tengo opinión que contenga cualidad moral alguna que justifique el topar este tema. En resumen, no sé si ello sea bueno o malo. Simplemente quiero dar cuenta del proceso que se vive. De repente, las espadas justicieras de la lógica y el sentido común han llegado inatacables ha destajar lo último de farsa bufonesca y retórica fabulística para supuestamente revelar lo que hay detrás: la verdad de las cosas. La lógica real del mundo siendo forzosamente expuesta por oposición: romper el horizonte mitificado de la razón. ¿Quién sabe cuál es el método real por el que se rigen las cosas? Nadie.
Ese alguien que había sido engañado por su mujer y que decidió salvar su honra al más puro estilo bíblico era para mí en los ochentas un personaje paralelo, surgido del mundo de las palabras. Sin embargo, el hecho de saber que existía en alguna parte de esta ciudad, de que ese asesinato ocurrió el día tal a la hora tal, ya me hacía abrir una zanja dentro de la realidad idealizada. Siempre me preguntaba cómo habrían sido los sucesos. Sabía que lo que leía era otra cosa, algo que iba más allá del simple hecho de no haber sido un testigo ocular. Era la transmisión filtrada por las palabras y eso me encantaba. Como a todos creo yo.
Y me temo que últimamente no existe tal diferenciación o lo que es peor, ya no existe la conciencia de la presencia de tal diferenciación. Desde que el “género periodístico” robó a la sangre su carga simbólica para anularla frente a la inmediatez y su capacidad de knock out simplón, la crónica roja se volvió insustancial y dejó de perennizarse como remanente de los vestigios dejados por el imaginario social. Se percibe a la realidad mediática como una e inexpugnable. Los límites de la construcción de la realidad a través de la virtualidad del manejo de la información hoy en día llegan a ser infranqueables. La Literatura se volvió un paria que se cuela por los pocos poros que aún quedan de esta realidad y sigue tratando de adaptarse a lo que venga. La diferenciación entre mito y realidad para estos momentos es absolutamente innecesaria porque lo que vivimos como realidad ha anulado el ciclo del mito, lo ha negado en sus más profundas raíces, tan solo para fundar una supuesta nueva sociedad que busca ser una y homogénea. Pero esa homogeneidad es susceptible de ser vulnerada si permiten puntos de fuga. El mito es un punto de fuga. El consentir que dos realidades paralelas convivan es un resquebrajamiento dentro del modelo que se propone instaurar. Por ello ha sido menester eliminar una a través de menoscabarla y desvirtuarla. Y sin embargo se ha institucionalizado aquella que pretende ser la “verdadera”, esa que elimina la inmaterialidad de la ficción y que en sus bases no es más que ficción pura e inmaterialidad pura. La realidad filtrada de la que siempre hablo, la realidad mediática.
El colectivo es tan voluble en sus doctrinas, puede virar el timón sin apenas caer en cuenta.
En fin…
Los años dorados del periodismo policiaco quedaron sumergidos quizás en la laguna del Yambo con los hermanos Restrepo, guardados dentro de la caja que guardó la oreja/trofeo de Daniel Camargo, destrozados en el terreno baldío en donde fueron encontrados los pedazos macheteados de Juan Fernando Hermosa. O tal vez se hallen junto a los restos de la avioneta en donde viajaba Jaime Roldós y su esposa, o dentro de los cajones que guardaban las pertenencias de las víctimas del Monstruo de los Andes. Tal vez estén en el auto baleado, última morada del Patucho Rigoberto, o quien sabe y se hallan en alguna bodega cerca de los restos de la vieja jaula en donde aquel conscripto fue devorado por los leones del Zoológico Militar, por haberse metido con la mujer de un superior…
2 comentarios:
Como para hcer una película, no te parece? Sobre todo es interesante esa voz del narrador, melancólico de sangre.
Cada vez escribes mejor.
Bueno verte la otra noche con el pelo más largo y los tentáculos de tus risas, y es bueno también leerte de nuevo. Genial. Adictiva tu palabra, mismo mismo...
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