Ídolo

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Morrissey

miércoles, febrero 20, 2008

Nombre tres virtudes y tres defectos suyos

Tengo un amigo que se sentía idiota cada vez que tenía una entrevista de trabajo. “Mejor dígame usted qué es lo que quiere saber y yo le contesto”. Ante la insistencia de preguntas sin respuesta como “defínase en tres palabras”, “cuáles considera sus mayores defectos”, o “por qué deberíamos contratarlo”, él prefería retirarse de la entrevista asegurando que todo lo que les debería importar se hallaba en su extenso currículum. Punto.

A mí me producía chiste y angustia esta situación porque soy mala mentirosa y de seguro soltaría innombrables defectos cuando me preguntaran aquello. Y ya me pasó. Y ya mentí. Y ya me sentí ridícula siguiéndoles el juego a los sicólogos industriales con sus técnicas absurdas de selección de personal. Es obvio que la gente va a mentir por conseguir un puesto, no entiendo el para qué de la farsa. Mejor dicho sí entiendo –descubrir la verdad a través de técnicas misteriosas- pero me niego a aceptar que la dinámica de las relaciones humanas sea tan decadente.






Tres candidatos en una entrevista de selección




Y cuando hablo de decadencia, no hablo sólo de valores distorsionados, me refiero a la pérdida de la sensibilidad. A la deshumanización del trato cotidiano. A esa estandarización perversa que resume al ser humano en unos cuantos arquetipos, a los cuales, a su vez, hay que recortar cualquier matiz que intente salirse del margen. Y quién diría que a eso le llaman cultura empresarial. Porque ahora la cultura se hace desde el escritorio de trabajo y se aprende a vivir desde allí. Usted debe entender que no existe más allá de su puesto laboral, que no ES más que dentro de SU empresa.

Estos “nuevos conceptos” de administración de personal no son nada ingeniosos, déjenme decirlo. Están basados sobre la simple explotación de una necesidad básica: el ser alguien. El sostenerse de algo para salir a flote en el inmenso océano que es la vida. Siempre igual, siempre lo mismo. Y qué mejor que el trabajo para hacer del pretexto de vida, la vida misma. Increíble. Y todos caen tarde o temprano. En fin…

Qué nos salvará sino el humor. La sátira nunca estará demás y donde exista, se constituirá en una pequeñita filtración por donde escapará la inconsciencia y la conformidad. Una sátira bien lograda, llega a ser casi una mímesis de la realidad, salvo por la sutileza del formato, y la entera y entendida propuesta de la ficción.

“El Método Gronholm” es una bien lograda sátira que pone en evidencia el absurdo del mundo laboral occidental y sus maneras capitalistas. Escrita originalmente en catalán por el dramaturgo español Jordi Galderán, fue adaptada al castellano ya que su universalidad traspasó lo local. Así, fue presentada en España y en algunos países de Latinoamérica con gran éxito. Ahora es la obra en cartelera del Teatro del CCI en Quito, y su puesta en escena demuestra que aún en “nuestro país” se puede hacer teatro de calidad y a la vez comercial.

Cabe mencionar también que se puede hacer un teatro para todo público, directo, inteligente y despejado, dentro de una escena teatral “elitista”, en donde todo lo que no suene a reflexión trasnochada intelectual, fantasía surreal, absurdo -burlesco o no-, es despreciado por simplón y vulgar. Me pregunto ¿Despreciado por quién? ¿Por el público? No lo creo. Despreciado por los propios gestores quienes, a mi criterio, están maleducando al público quiteño al ofrecer una sola alternativa (disfrazada de varios estilos) con un teatro más performático que dramático, más literario que dramatúrgico. Ese “teatro de gasa” -como lo he bautizado- que no deja de ser interesante y de tener buenas propuestas, pero que cansa por repetitivo y confuso. Los monólogos están a la orden del día y la pobreza de ciertas escenografías no nos recuerda la falta de presupuesto sino una falta de ingenio. Que no se confunda el minimalismo con el facilismo, por favor.

Flyer arrugado del Método de Grönholm

Es cierto que hay obras respetables de dramaturgos contemporáneos ecuatorianos –mi análisis se refiere al teatro de las dos últimas décadas- y que se han hecho meritorios esfuerzos por adaptar a grandes como Becket, Brecht y Darío Fo, entre otros; sin embargo, aún sigue sonando a teatro para unos pocos, por lo que el gran público se siente escasamente atraído, lo cual encarece la propuesta y hace que incluso los interesados nos lo pensemos más de una vez. Yo dejé de ir al teatro por caro y aburrido. Así de crudo.

Sin embargo, basta de negatividades. El método Grönholm podría ser criticada por repetir fórmulas exitosas, lo cual le convertiría no en una obra de arte sino en mercancía. No obstante, creo que una buena propuesta necesariamente pasa por la aprobación del público y a su éxito no puede acusársele vacuidad o comercialidad.

La trama es sencilla aparentemente: cuatro ejecutivos pre escogidos para aspirar a un puesto de alto rango en una multinacional se ven confrontados en una sala de sesión a través de una prueba de selección descabellada, la misma que obedece a un método internacional: el Grönholm. Sin embargo, hay un infiltrado de la empresa entre los cuatro, quien será el encargado de evaluarlos. Los candidatos deberán adivinar cuál de ellos es el farsante, y así empieza a hilvanarse una historia ágil e hilarante que no descuida el drama, poniendo sobre el tapete reflexiones más profundas que la simple mecánica laboral.

El desarrollo de esta obra de teatro es perspicaz y tiene giros dramáticos inesperados, lo cual la convierte en una dramaturgia que explora a través de la superficie del trato cotidiano, las fibras profundas de ese ser humano post moderno atrapado en un mundo globalizado, en donde prima lo material. El objeto antes del sujeto. Un mundo que ya no acepta subjetividades y que dentro de un casi esquizofrénico entorno arrebata lo último de humano que nos va quedando, para convertirnos en piezas, cifras y componentes de algo más grande que ni siquiera sabemos con exactitud qué es.

Por eso, El método… es altamente recomendable, me atrevería a decir que es un teatro de calidad y por ese lado respeta al público, lo cual es vital. La adaptación en realidad no debe haber resultado complicada por la universalidad del conflicto y los arquetipos de los personajes. José Vacas, a cargo de la dirección, ha hecho un trabajo justo. Esto, entre otras cosas, se refleja en el desempeño actoral, el cual funciona a la perfección salvo algunos pequeños desaciertos.

No quiero sonar demagógica, así que a continuación voy a nombrar algunos de los desaciertos:
El traje escogido (o mejor dicho, la combinación de trajes) para el personaje interpretado por Álex Cisneros, es demasiado llamativo y paródico. Por supuesto que se sobreentiende que cada personaje interpreta a un estereotipo, sin embargo, hay una redundancia interpretativa entre lo dramático y lo estético. Habría sido mejor limitarse al bienaventurado gris que se exhibía en los afiches promocionales de la misma obra en España, Argentina y Colombia.






La obra en Colombia




Por la misma línea iría la peluca de Cristina Rodas, la cual en su papel de ejecutiva moderna habría podido lucir tranquilamente su propio cabello. Estos dos factores le restan naturalidad escenográfica y permiten –quizás de adrede- que se rasgue un poco el límite del realismo entendido dentro de la ficción.





La versión española



Los problemas de dicción, olvidos minúsculos de sus líneas (de todos) y falta de proyección de la voz (caso específico: Manuel Calisto) que si bien son pocos, cuando suceden, hacen perder ritmo a la obra.

Por último, aunque menor desacierto, una mínima falta de precisión del contexto espacial y de los movimientos actorales, que en ciertos momentos acumulaban posiciones y posturas, los cuales terminaban convirtiéndose en cargamontones visuales (incluso espaldas accidentales logramos ver).

Pero aún así, la obra sale bien librada y por momentos, las actuaciones son sorprendentes. Sorprende la capacidad -por ejemplo- de actores algo novatos como Manuel Calisto y Álex Cisneros, quienes en sus papeles del cínico capaz de pisar a cualquiera y pisarse a sí mismo con tal de alcanzar el éxito, y el yuppie joven ejecutivo exitoso, algo petulante, generan una dinámica concisa, ágil y convincente.

Los más experimentados, Joseín Morán y Cristina Rodas, brillan menos en escena pero su calidad actoral no cede. Ellos han tenido a su cargo, a mi criterio, la interpretación de los personajes más difíciles: un hombre de negocios exitoso y positivo, que sin embargo no deja de ser el tipo promedio, por lo que esa clase de personalidades sin mayores matices terminan siendo más complicadas de interpretar. A su vez, Rodas encarna a una ejecutiva de apariencia segura que se bate entre su condición y su forzado intento de no parecer lo que evidentemente es: una mujer.









Digamos que los personajes arquetípicos con fuertes rasgos de personalidad y predecible performance son más “fáciles” de interpretar, no obstante hace falta talento para lograrlo sin caer en exageraciones o inverosimilitud. Por eso, el crescendo interpretativo de Calisto dentro de la narrativa dramática es logrado magníficamente, y éste termina siendo el centro de todo. Un aplauso para este actor que ya nos dio grata sorpresa en “Cuando me toque a mí” y ahora lo logra en “El Método Grönholm”. Las actuaciones para cine y teatro son muy distintas, y Calisto ha demostrado manejarse cabalmente en ambas, aunque aún faltaría poner a prueba su talento en otro tipo de papeles, ya que al parecer, el personaje del cínico lo maneja a la perfección. Si no me cree, lea la siguiente entrevista tomada de Diario La Hora. Es bastante graciosa, por cierto.



Usted no estudió teatro ¿cómo le hace?
No sé, me sale no más.
¿Alguna vez le ha tocado estar desempleado?
Casi toda mi vida...
¿El desempleo vende?
¿Vende qué?
Van a hacer una obra que ha tenido éxito de taquilla en otras partes del mundo.
La obra no es sobre el desempleo, es sobre un sistema de selección que no es habitual...
¿Cómo se define: inseguro, triunfador, agresivo, crítico o indeciso?
No sé, ninguna de esas, nunca lo he pensado.
¿Cuáles son los motivos por los cuales a usted nunca lo deberían despedir?
Tal vez sí me deberían despedir... no sé, a mí estas preguntas muy rebuscadas, como que no les entiendo mucho, capaz que no le diría nada ni a mi jefe ni a usted, no respondo muy rebuscadamente ni me pongo a pensar cosas muy profundas.
¿Qué piensa cuando va por la calle y ve a los desempleados de la 24 de Mayo?
Esta obra justamente trata de eso, porque a las personas se las denigra cuando están buscando (empleo), sea en la 24 de Mayo o en una Multinacional, ese es justamente el tema de la obra. Uno como que va para que le examinen como insecto y que le digan usted sirve o no.
¿Usted es intolerante?
Cuando nos sacan de casillas todos somos intolerantes.
¿Y cómo hace para en una obra tener un carácter y en otra ser alguien distinto?
Como cuando era chiquito: un día jugábamos a ser doctores, otro día a ser vaqueros, otro a ser soldados y era divertido, así.
¿Para qué le sirve la fama?
Cuál fama, no soy famoso, lo que ha pasado es un proceso normal que tiene toda película, obra de teatro o un premio.
¿Y ya le han pedido autógrafos en la calle?
Pero poquito
¿Y qué pone?
¡Qué sé yo!, ‘hola soy yo’.

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