Cuanto esperé lo que nunca llegó… que me pregunto en silencio si es que algo faltó... Uno de mis primeros recuerdos es la cara setentera de Camilo Sesto. Un cuerpo magro, esbelto, cubierto de poliéster, semiacostado en algún jardín, cerca de una pileta. Camilo flaco, pelilargo, con una belleza femenina, algo gay. Qué más da. La portada de uno de los discos que mis padres tenían regados en su departamento setentero de San Pedro Claver. Luego supe que muchos de mi generación nacimos por ese sector…
Pantalones de tiro insultante y bastas engullidoras de zapatos. Y qué zapatos. Los ochentas me llegaron rápido y cuando dejaron de tener sabor a setentas, yo ya estaba en la escuela. Camilo ya se maquillaba. O al menos así parecía. Pero la radio aún sostenía sus grandes baladas. Y las sigue aún pasando. Ya nadie canta así. Un registro que llega a las cuatro octavas -en perfecto falsete-. Letras populares, sí, pero inteligentes y muchas de ellas estilizadas, tomando en cuenta su género: la balada popular. Él componía la gran mayoría de sus canciones y escupía el alma al cantarlas. Hay videos en el U tube, por ejemplo una presentación en vivo de Getsemaní, la versión en español del tema del Jesuschrist Super Star, en donde al terminar de cantar está sudando y temblando. Magistral.
Pantalones de tiro insultante y bastas engullidoras de zapatos. Y qué zapatos. Los ochentas me llegaron rápido y cuando dejaron de tener sabor a setentas, yo ya estaba en la escuela. Camilo ya se maquillaba. O al menos así parecía. Pero la radio aún sostenía sus grandes baladas. Y las sigue aún pasando. Ya nadie canta así. Un registro que llega a las cuatro octavas -en perfecto falsete-. Letras populares, sí, pero inteligentes y muchas de ellas estilizadas, tomando en cuenta su género: la balada popular. Él componía la gran mayoría de sus canciones y escupía el alma al cantarlas. Hay videos en el U tube, por ejemplo una presentación en vivo de Getsemaní, la versión en español del tema del Jesuschrist Super Star, en donde al terminar de cantar está sudando y temblando. Magistral.
Camilo ya lo cantó todo, ya dijo todo lo que del amor tiene que decirse y su carrera pasó por diversas etapas tan marcadas en sus letras, las cuales hacían un paralelo entre la vida, la madurez y el amor. Primero, la ilusión, el desconocimiento y el sabor blando de lo nuevo. Segundo, las primeras complicaciones, el desarrollo de la fe. Tercero, el error del otro, la pérdida de la inocencia. Cuarto, la pérdida de la fe, el error de uno y el arrepentimiento. Quinto, el desencanto, la ansiedad y la avidez por la regeneración. Sexto, la libertad, o el anhelo de ella.
No quisiera poner como séptima etapa el retorno de Camilo a los escenarios porque sería ya un epílogo. Un eco. Pero este post no tiene como objetivo hacer un recuento de la vida artística de Camilo, ni un homenaje a él. Simplemente es autocomplacencia, porque es uno de los soundtracks de mi infancia y, definitivamente, no podía dejar de ir a su concierto de “despedida”. No sé si de la escena o de la vida, porque ha estado muy enfermo. Muchos dicen que por su estilo de vida. Alcohol y cocaína. Infaltable dupla en el mundo del arte. Nunca me dediqué a averiguar nada, por lo tanto no podría afirmar cosa alguna. Bueno, al parecer, después de un trasplante de hígado tiene motor para varios añitos más.
Fue en el Coliseo Rumiñahi, el sábado pasado. Cuando llegamos -fui con dos amigos y una amiga- la mayor parte de la gente ya estaba dentro. En su gran mayoría eran familias y lo que conocemos comúnmente como “señores”. Éramos los únicos de nuestro target, el cual no voy a perder tiempo en explicar porque no sabría cómo. Una vez allí, tratamos de corear todas las canciones tan dramática y amaneradamente como el caso lo ameritaba. Yo pedía inútilmente mis favoritas. Inútilmente porque estaba en general. Todo por nada, todo por nada. Y nada. Nunca cantó esa. Yo traté de justificar esa gran ausencia a que le sería imposible interpretarla. El coro exige demasiado vocalmente, compruébelo aquí y disfrute de su belleza ahora perdida.
Por suerte no pudimos ver a Camilo y sus cincuenta liftings de cerca, aunque las pantallas junto al escenario nos revelaron difusamente la verdad. Fuimos felices un par de horas, sin embargo fue algo triste el comprobar que la voz, la gran voz, ya no era la misma. Quedó reducida, a duras penas, a menos de dos octavas. Todas las canciones fueron interpretadas un tono más abajo y en las notas más altas, el pobre Camilo desviaba la atención haciendo cantar al público la parte que más le costaba cantar. Se despidió y salió una sola vez más. Yo me quedé quejándome de Todo por Nada y la falta de solidaridad del público. Salí sin mi canción.
Esa noche, nunca fue más apropiado cantar ‘la voz desnuda de la vida me cambió todo por nada…’
Les dejo la letra para que se depriman un poco, o se burlen de la balada visceral de los setentas. Como quieran.
Cuanto esperé
una caricia
una frase de amor.
Como un regalo
llegaste a mí
y sin abrirlo siquiera
te perdí.
La voz desnuda de la vida
me cambió todo por nada
Se van los días
y en mis noches no hay calor
no tengo nada, nada.
Sólo una lágrima en mis ojos
que te buscan y tu ya no estás.
Todo te entregué
quizás por eso te perdí
y la vida me cambió todo por nada.
Tanto esperé
lo nunca llegó
que me pregunto en silencio
si es que algo faltó.
Fui como un niño
cuando da su amor
que solo espera cariño
nunca un adiós.
La voz desnuda de la vida
me cambió todo por nada
se van los días
y en mis noches no hay calor
no tengo nada.
La voz desnuda de la vida
me cambió todo por nada
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