Estoy frente a mi computadora, aterrada, mientras escribo esto. No es la noche, no es el silencio. Es medio día, hace calor. He venido a mi lugar de trabajo por un imprevisto, abajo, en los estudios graban un show pero aquí estoy sola, en mi palomar. Mi escritorio está junto a unas gradas que posiblemente alguna vez llegaron a las habitaciones de una casa de familia. Hace unos minutos yo subía despreocupada y de pronto escucho que alguien grita: ¡Quién está ahí! Respondo yo y de inmediato sube alguien cuyo nombre no recuerdo y me pregunta: ¿Tú estabas cantando? No, yo acabo de llegar. Miro su rostro, luce pálido y parecería que un frío recorre su nuca. Es que acabo de escuchar ruidos -me dice- y alguien cerró la puerta con violencia. Claro, siempre he oído que aquí hay fantasmas pero no he visto ni he oído nada hasta ahora. Yo escuché a alguien cantar -responde- hasta ahora tengo la piel de gallina... dicen que hay una chica por aquí. Lo que pasa es que esto antes era un colegio y dicen que una chica se mato aquí... se cortó las venas porque se había quedado embarazada... ¡Basta! No me cuentes eso. Yo siempre me quedo sola aquí por las noches... aún no he visto nada.
Ese relato bastó para que en segundos yo desarrollase un terror dormido. La gente aquí se marcha a las cinco y media, generalmente yo me quedo hasta las seis y media o siete, cuando sólo escucho mis propios movimientos. Sigo oyendo puertas que se abren y cierran, tan cerca de mí que finjo no darles crédito. Es el viento. Así que me levanté para cerrar todas las ventanas abiertas, tal cual película de suspense, pero los golpes de puertas y ventanas siguen sonando. He puesto música y los sonidos empiezan a cesar. Ella quiere bailar, lo sé, por eso, cuando está cerca de mí está feliz. Baila por todo el lugar y se va la pena.
Ahora lo recuerdo, quizás algún día la he visto, la he saludado. Con lo despistada que soy y tanta gente que entra y sale por aquí, es probable que se me haya pasado junto y yo sin saber quién era...
Sigo con lo mío.
Ese relato bastó para que en segundos yo desarrollase un terror dormido. La gente aquí se marcha a las cinco y media, generalmente yo me quedo hasta las seis y media o siete, cuando sólo escucho mis propios movimientos. Sigo oyendo puertas que se abren y cierran, tan cerca de mí que finjo no darles crédito. Es el viento. Así que me levanté para cerrar todas las ventanas abiertas, tal cual película de suspense, pero los golpes de puertas y ventanas siguen sonando. He puesto música y los sonidos empiezan a cesar. Ella quiere bailar, lo sé, por eso, cuando está cerca de mí está feliz. Baila por todo el lugar y se va la pena.
Ahora lo recuerdo, quizás algún día la he visto, la he saludado. Con lo despistada que soy y tanta gente que entra y sale por aquí, es probable que se me haya pasado junto y yo sin saber quién era...
Sigo con lo mío.
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