Creo que más fue lo que me perdí de lo que pude ver. A
No hablaré de la organización de la feria, pues este año no estuve muy cercana a ella, a diferencia del año anterior, pero me queda la sensación de que esta edición fue menos puntillosa, más improvisada y quizás, menos interesante. Digo quizás porque casi no pude asistir a nada. Prácticamente fui el día sábado y se acabó. Fue agradable ver a gente que no veía hace rato, entre ellos Jorge Izquierdo, escritor y amigo, que vive en Seattle y pudo tener un viaje flash a su terruño. En la mesa en la que Jorge participó, estuvo también Esteban Mayorga, otro joven escritor quiteño, quien tuvo una intervención justa y agradable, y Huilo Ruales, escritor ibarreño radicado en Tulousse, quien con su incontinencia verbal nos divirtió a todos. Siempre es encantador escuchar a Huilo, con esa visión tan suya del mundo, de la ciudad, de la persona. Huilo, el escritor algo anarco de la palabra, barroco post-modernista, por etiquetarle inútilmente de alguna manera. Huilo, el que dice que no puede escribir con la lógica narrativa esquemática porque es muy caótico, y acepta ese caos y lo incorpora a su narrativa que es más un vuelo de golondrinas que va hacia ninguna parte pero que va dibujando un boceto garabateado de una realidad bastante precisa. La que él ve, la que él nos hace ver.
Luego, en una travesía en trencito por los acalorados pasillos de los estantes de librerías, pude obtener la novela de Juan Fernando Andrade, escritor, cronista, músico manaba, representante de la “generación pop”. Esa que no existe por estos lares, o quizás en ninguna parte. Cito lo de pop, ya que por ahí lo escuchaba de forma despectiva, pero para mí es igual, lo que me gusta de Juan Fernando, Picachú para los amigos, es que es honesto consigo mismo, y por lo tanto, con lo que escribe. Empecé a leer su novela esa misma noche, todavía no puedo decir mucho pero me está gustando el ritmo y la atmósfera. Creo que ha acertado en reconstruir un espacio común, un momento específico, un mundo conocido y a la vez no. Me sedujo la cita con la que empieza el libro, una de Jarvis Cocker, uno de mis amores musicales, el ex -vocalista de Pulp. Ahí me dije: empiezo con todo. Sé que es un detalle nimio y hasta tonto, pero a mí esas cosas me cautivan. Son como pequeñas claves que sólo podemos descifrar unos cuantos, (según yo, es estúpido, lo sé) como si se trataran de guiños, señas y contraseñas, y en adelante, sabemos a dónde entramos. Se nos abre el mundo, la aventura de par en par.
Este año hubo pocos libros en mis manos, en parte por mi falta de liquidez. De hecho, fue una especie de fiada la manera en la que conseguí en libro de Juan Fernando. Y el otro libro, uno de Juan Secaira, pues bueno me lo regaló el propio autor. De ahí pare de contar. El año pasado salí como con veinte libros, por lo menos.
Lo que me perdí: la charla de Porno y Erotismo, y las demás en las que estuvo Pedro Mairal. Las charlas y lectura poética de Benjamín Prado. Y nada más creo. Ayer por la noche escuché el mano a mano entre Efraín Jara y Jorge Enrique Adoum, contenido en un cd que se entregó gratuitamente en
Me quedo con la gente a la que vi y abracé por unos segundos, con cariño, felicidad y pena. Con los amigos antiguos y nuevos, con los que son conocidos y un poco más que eso, con quienes compartí unos minutos y me abrieron su corazón. Carla entre ellos. Con esa familia a la que quiero mucho y que a pesar de que no puedo decir más que un abrazo, ellos saben que siempre voy a estar.
En fin, mejor paro que esto suena a despedida. Me faltó tiempo para todo, sobre todo para compartir, que creo que es lo que importa.
¡Salud!
3 comentarios:
Pues yo sali con 17 libros, y eso que mi billetera no es precisamente muy líquida.
Es extraño cómo en esta ciudad entre vos y esta humilde servidora no hay más de 3 grados de separación.
ldda, a destiempo
bacán tu blog, lo estoy disfrutando y ojalá te guste el librito, abrazos.
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