Anoche un amigo me decía: hasta ahora nadie ha comentado acerca del concierto. Todo el mundo fue pero nadie ha dicho nada. Es cierto, tan cierto como el cable que cuelga del edificio y se menea fuera de mi ventana (me hace pensar en deportes extremos y suicidio). En un primer momento es la pereza la que me hizo callar. Luego entendí que la pereza sólo puede provenir de una falta de novedad. ¿Será que lo novedoso es el único motor de inspiración? Creo que la digresión podría recorrer caminos empedrados si se la lleva por ese lado. Mejor dejarla como está. En fin, el concierto de Soda Stereo fue un lindo paquete. Como comprar unas vacaciones en tour más o menos. Hay que estar dispuesto a divertirse, de lo contrario se corre el riesgo de caer en fenómeno del desvelado (no por insomne): la conciencia como destapacaños de la diversión. La desalmada noción de la repetición. Como en el viaje en hongos de mi amigo, el que me acompañó al concierto. Mientras íbamos en el bus que nos llevaría a nuestro destino (el concierto), él me narraba la milenaria historia de cómo la sabiduría y la verdad del mundo le fueron reveladas en un viaje de hongos. Supo entonces lo absurdo de la existencia y lo ridículo e ínfimo de lo que nos sostenemos para vivir. El sinsentido total. Por ende, experimentó el terror total, el desasosiego profundo, la angustia infinita. Esa es la eternidad. Y la eternidad sólo existe a través de la repetición. Entender los patrones de la vida y saberlos al dedillo es lo que realmente termina con la existencia. Ahí la necesidad de la muerte y entonces la paradoja: la búsqueda del limbo. La inminencia de la mediocridad y las medias tintas. La tibieza como forma de supervivencia. Porque los extremos finalmente son lo mismo. El escalofrío de la paradoja, la encrucijada maldita: porque en el instante del deseo de desaparecer (recuerden, hablaba de la revelación de la vida y la repetición), viene la supra zozobra al saber que del otro lado está el infinito ese que desconocemos y que nos llevará a ninguna parte. Porque la vida por lo menos te lleva a la muerte, pero la muerte… ¿A dónde?
Mi amigo sabe y está consciente que todo ello es producto de una intoxicación. Como tomarse cualquier veneno y sentir la proximidad de la muerte. Él oía los rezos de la gente en ese limbo en el que se hallaba y habló del poder de las letanías. Pero por supuesto que tienen poder. El poder de la repetición. Porque el mundo se crea y se construye a partir de ella. Es la base de la existencia. La letanía, la construcción de la lógica a través del lenguaje obedece a un proceso repetitivo. No se inventan procesos. Se redunda en la razón, en el entendimiento. El proceso es uno solo. Pero el verdadero poder está en la lógica estancada, en la sinrazón, en la pérdida del sentido, en la des-concreción, en la des-concretización de las construcciones humanas y en la desnudez de la esencia pura de la abstracción. Ese es el instante de la letanía, el estado contemplativo, el misticismo rasgando la tela del mundo concreto y abriendo una brecha paralela. Es la suspensión y el punto de ignición. El eterno punto de partida. Mejor no saberlo.
¿Qué se puede comentar de lo que se conoce en demasía? Lo mismo, pues. Pero es mejor salirse de ese kiosco y volver al llano. Ser llano sobre el césped y tener entradas a Cancha, encontrarse con los amigos, reír, sonreír tontamente. Pretender sorpresa y convencerse de ello. El contra poder: la auto convicción. Hay salvación señores. La angustia tiene remedio. Seguir esperando y dejando que la fatiga física –la más descomplicada- haga su efecto. Entonces acusar un posible aburrimiento o tedio a cuestiones fisiológicas y dejar que la conciencia se vaya a dar un paseo por Black Box. Recorrer el estadio entero buscando un baño y orinar treinta veces, siempre las urgencias son tan impertinentes. De ahí el miedo provisional a beber agua o a bañarse (en otros casos). Y siempre la espera, sabiendo lo que se espera, porque sorprenderse de distintos posibles escenarios no es posible. Las cosas, irrevocable e infaltablemente siempre se dan. Por eso el concierto empieza y todos sabemos los que va a pasar. Archivos de memoria de decenas de conciertos anteriores pero siempre la infaltable expectación, las ansias y la necesidad de obtener algo. Más aún cuando se ha leído las crónicas de periódicos y se sabe exactamente cuál va a ser el repertorio, cuántas veces se van a despedir y cuántas canciones extra van a tocar. Todo salió al pie de la letra. Será que siempre es mejor tener la situación controlada.
Pero ello aún no es suficiente para desaparecer el instante, para negar el espacio, para eliminar el contexto y dejarnos fuera de la delectación. La complacencia es bastante poderosa también y es un arma de doble filo de la irracionalidad: se va en contra de ella al tiempo en que la acompaña en su misión de repetición. Luego viene el raciocinio y la conciencia. Y posteriormente el dulce disfrute de la ruptura. ¿Cómo? El boicot de la conciencia, cuando el simple goce, el puro placer carcome y engulle su misma génesis y termina por absorberlo todo. Como burlarse de uno mismo…
Mi amigo sabe y está consciente que todo ello es producto de una intoxicación. Como tomarse cualquier veneno y sentir la proximidad de la muerte. Él oía los rezos de la gente en ese limbo en el que se hallaba y habló del poder de las letanías. Pero por supuesto que tienen poder. El poder de la repetición. Porque el mundo se crea y se construye a partir de ella. Es la base de la existencia. La letanía, la construcción de la lógica a través del lenguaje obedece a un proceso repetitivo. No se inventan procesos. Se redunda en la razón, en el entendimiento. El proceso es uno solo. Pero el verdadero poder está en la lógica estancada, en la sinrazón, en la pérdida del sentido, en la des-concreción, en la des-concretización de las construcciones humanas y en la desnudez de la esencia pura de la abstracción. Ese es el instante de la letanía, el estado contemplativo, el misticismo rasgando la tela del mundo concreto y abriendo una brecha paralela. Es la suspensión y el punto de ignición. El eterno punto de partida. Mejor no saberlo.
¿Qué se puede comentar de lo que se conoce en demasía? Lo mismo, pues. Pero es mejor salirse de ese kiosco y volver al llano. Ser llano sobre el césped y tener entradas a Cancha, encontrarse con los amigos, reír, sonreír tontamente. Pretender sorpresa y convencerse de ello. El contra poder: la auto convicción. Hay salvación señores. La angustia tiene remedio. Seguir esperando y dejando que la fatiga física –la más descomplicada- haga su efecto. Entonces acusar un posible aburrimiento o tedio a cuestiones fisiológicas y dejar que la conciencia se vaya a dar un paseo por Black Box. Recorrer el estadio entero buscando un baño y orinar treinta veces, siempre las urgencias son tan impertinentes. De ahí el miedo provisional a beber agua o a bañarse (en otros casos). Y siempre la espera, sabiendo lo que se espera, porque sorprenderse de distintos posibles escenarios no es posible. Las cosas, irrevocable e infaltablemente siempre se dan. Por eso el concierto empieza y todos sabemos los que va a pasar. Archivos de memoria de decenas de conciertos anteriores pero siempre la infaltable expectación, las ansias y la necesidad de obtener algo. Más aún cuando se ha leído las crónicas de periódicos y se sabe exactamente cuál va a ser el repertorio, cuántas veces se van a despedir y cuántas canciones extra van a tocar. Todo salió al pie de la letra. Será que siempre es mejor tener la situación controlada.
Pero ello aún no es suficiente para desaparecer el instante, para negar el espacio, para eliminar el contexto y dejarnos fuera de la delectación. La complacencia es bastante poderosa también y es un arma de doble filo de la irracionalidad: se va en contra de ella al tiempo en que la acompaña en su misión de repetición. Luego viene el raciocinio y la conciencia. Y posteriormente el dulce disfrute de la ruptura. ¿Cómo? El boicot de la conciencia, cuando el simple goce, el puro placer carcome y engulle su misma génesis y termina por absorberlo todo. Como burlarse de uno mismo…
4 comentarios:
“La eternidad sólo existe a través de la repetición”…
Desde niño pensaba en la eternidad. Y trataba de imaginarla. Y como, obviamente, quería ir al cielo, me imaginaba sentado cómodamente en el espacio, viendo las estrellas perpetuamente. Sin fin. Sin que pase nada más. Sin recreo. La idea me resultaba escalofriante y seguía acosándome al menos por el resto del día.
eso es lo que me dolió del "regreso" de Soda. Por que el Rock and roll no es un paquete descafeinado y alto el fibra. es iuna bestia incontrolable. Por ello, la angustia se mantiene...
Galo,
Algo similar me pasaba en la infancia. Ese entendimiento inaprensible del infinito también me angustiaba las tardes sin Chavo del Ocho...
Ludovico,
Has uso de la auto manipulación. Ya lo dije antes, la angustia tiene salvación.
Me hubiera gustado ir al concierto pero no se pudo. Solo por ello no votaré por pacomon.
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