Aún creo que mi ombligo tiene esperanza con esta cicatriz. Segunda placenta, segundo alumbramiento artificial. Ayudas a la naturaleza, como si esta no tuviera suficiente con ser lo que es. Después de observarlo detenidamente me molesta su modificación, como unas siliconas mal puestas.
Pero el paraíso artificial aún nos voltea las miradas y cada vez más. Se trata de ser hermoso a toda costa y definitivamente se convierte una paradoja entre la seducción de la superficialidad y el porqué sí de lo bello, versus la misión casi altruista de hallar la belleza en todo para no cegar el alma.
Hay una felicidad innegable en el hecho de la belleza, y una desazón profunda en su ausencia. De ahí el maquillaje, la regeneración, la reconstrucción, el revestimiento, el travestismo social. Por eso la máscara y la Persona. El cuerpo no es lindo por dentro, es grotesco y visceral, por lo tanto hay que esconderlo.
Ayer he visto una película italiana. Muchas películas italianas son lindas por un simple hecho: Italia es linda, la gente es linda, la lengua es linda. Ves ojos, narices y cabellos que nunca verás acá. No hay que hacer mucho esfuerzo por encontrar una armonía estética, está en todas partes.
Hace algunos días conocí un hombre hermoso. Era alto, delgado y esbelto. Su rostro era casi perfecto. Realmente no tuvo que hacer nada para llamar mi atención, su sola presencia me giró la mirada. Realmente hay tanto facilismo en el hecho de ser bello, no hay que esforzarse por agradar, ni por parecer inteligente o sensible. Esa belleza, estúpidamente, dota de todo lo que en el momento uno necesita. Y sí, produce mucha felicidad observar ese espectáculo estético, conversar con ese espectáculo estético, tocar a ese espectáculo estético. En fin, el encanto de Cenicienta puede muchas veces desaparecer, pero –a menos que los años se encarguen de su cometido- la belleza en el momento permanece intacta.
Después vendrán otros asuntos sistémicos y de fondo. Luego viene la sustancia. Si no la hay, no hay por dónde irse. El hermoso de aquella noche era una persona agradable y con cierto candor que me cautivó. Pero no más. Al día siguiente me llamó para que nos viéramos pero mi respuesta fue negativa. Su atractivo no pudo más que mi raciocinio, y por motivos que no caben aquí, lo mejor que pude haber hecho fue no salir con él.
Toda la noche pensé en él, pero hoy he olvidado su cara.
Pero el paraíso artificial aún nos voltea las miradas y cada vez más. Se trata de ser hermoso a toda costa y definitivamente se convierte una paradoja entre la seducción de la superficialidad y el porqué sí de lo bello, versus la misión casi altruista de hallar la belleza en todo para no cegar el alma.
Hay una felicidad innegable en el hecho de la belleza, y una desazón profunda en su ausencia. De ahí el maquillaje, la regeneración, la reconstrucción, el revestimiento, el travestismo social. Por eso la máscara y la Persona. El cuerpo no es lindo por dentro, es grotesco y visceral, por lo tanto hay que esconderlo.
Ayer he visto una película italiana. Muchas películas italianas son lindas por un simple hecho: Italia es linda, la gente es linda, la lengua es linda. Ves ojos, narices y cabellos que nunca verás acá. No hay que hacer mucho esfuerzo por encontrar una armonía estética, está en todas partes.
Hace algunos días conocí un hombre hermoso. Era alto, delgado y esbelto. Su rostro era casi perfecto. Realmente no tuvo que hacer nada para llamar mi atención, su sola presencia me giró la mirada. Realmente hay tanto facilismo en el hecho de ser bello, no hay que esforzarse por agradar, ni por parecer inteligente o sensible. Esa belleza, estúpidamente, dota de todo lo que en el momento uno necesita. Y sí, produce mucha felicidad observar ese espectáculo estético, conversar con ese espectáculo estético, tocar a ese espectáculo estético. En fin, el encanto de Cenicienta puede muchas veces desaparecer, pero –a menos que los años se encarguen de su cometido- la belleza en el momento permanece intacta.
Después vendrán otros asuntos sistémicos y de fondo. Luego viene la sustancia. Si no la hay, no hay por dónde irse. El hermoso de aquella noche era una persona agradable y con cierto candor que me cautivó. Pero no más. Al día siguiente me llamó para que nos viéramos pero mi respuesta fue negativa. Su atractivo no pudo más que mi raciocinio, y por motivos que no caben aquí, lo mejor que pude haber hecho fue no salir con él.
Toda la noche pensé en él, pero hoy he olvidado su cara.
1 comentario:
Dalila, para que leas una propuesta de mujeres para la Constituyente. Visitar http://sinlasmujeresnohayeconomia.blogspot.com/
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