Ídolo

Ídolo
Morrissey

lunes, diciembre 13, 2010

¿Y ahora quién podrá ayudarnos?


Hoy por la mañana escuchaba una noticia que me ponía la carne de gallina: en el aeropuerto de Guayaquil, por la época navideña, van a implementar una especie de servicio de seguridad personal, en el cual, la policía brindará escolta y trasporte a la gente de venga del exterior con sus regalos, ya que en ocasiones pasadas al parecer, los delincuentes hicieron su agosto con los encargos navideños.

Por ese motivo, sonrientes ciudadanos aprobaban esta nueva medida paliativa para frenar el crimen, pero mientras yo la escuchaba, me entraba una cierta indignación por tener que haber cedido y aceptado el poder de los delincuentes. Resulta que cada vez son menos los espacios públicos en los que podemos movernos con tranquilidad y hemos llegado al punto de tener que ser ¡escoltados! por la policía para poder resguardar nuestras pertenencias. ¿Cómo es posible que en un estado libre y democrático no podamos movernos con libertar y que las mínimas garantías civiles no sean respetadas?

¿A quién echarle la culpa? ¿Al sistema? ¿A la injusticia social¿ ¿A la corrupción institucionalizada? ¿A los gobiernos? ¿Al prójimo? ¿Al capitalismo? ¿A la condición humana? Es tan desolador el panorama que nos ponen nuestros propios gobernantes, nuestros representantes (asambleístas) y que nos ponemos nosotros mismos como ciudadanos: Nadie tiene la respuesta. Lo mejor es andar precavido, cuidarse siempre las espaldas, mejor si se hace acompañar de un policía, no sacar plata sin antes asegurarse de que le protejan uniformados, no caminar solo por las calles, no vestir joyas llamativas, no tener celular caro, no salir con zapatos nuevos, no coger taxis sospechosos, en pocas, no salir de la casa sino para lo estrictamente necesario. ¡Cómo!

Cómo es posible que los ciudadanos nos hayamos acostumbrado a estas “medidas” de seguridad y que tengamos que ser nosotros mismos los que nos privemos de esas libertades a las que tenemos derecho, para ceder a la lógica del malhechor, para rendirnos ante el método de la mafia, en la que te aceptas como la víctima y tienes que pagar peaje por tu vida, para poder vivir tranquilo.

Pues sí, esa es la dura verdad. Hoy en día la gente acepta como normal el hecho de ser robado. Muchos saben que incluso el precio por llegar sano y salvo a su casa es entregar el celular. La gente se ha ido insensibilizando frente a sus derechos para pasar a vivir en una conciente, cuerda y socialmente promovida paranoia, en la que nos sabemos y nos asumimos como víctimas del hampa y sólo podemos estar tranquilos si “hacemos todo lo que ellos nos pidan”. Porque el precio de la rebelión en contra de esta para-lógica del accionar delincuencial es la vida. El que se opone a ser robado es asesinado, así de simple.

Los habitantes de las urbes ecuatorianas nos sentimos con justa razón abandonados a nuestra suerte en ciudades, sistemas legales y judiciales convertidos en guaridas de delincuentes, quienes de paso ya no tienen que esconderse porque tienen poco que temer: 25 tristes años que por la famosa ley del 2 por 1 que resultan en unos envidiables 12 años. Hoy he escuchado testimonios de gente que perdió a miembros de su familia en manos de la delincuencia común y nadie hizo nada. Los culpables siguen libres y se ríen de los deudos porque saben que tienen las de ganar dentro de un sistema putrefacto que ha llegado a soltar peligrosos criminales por no haberlos encontrado en delito flagrante, apelando a escondrijos legales que incluso han llegado la descabellada conclusión de que la única forma de detener al agresor era si el atacado ponía la denuncia personalmente. El atacado estaba muerto. Esta historia es real, la escuché hoy.

Por eso, sólo queda por citar –y esta vez en serio- ¡Oh, y ahora quién podrá ayudarnos!

martes, julio 20, 2010

¿Prohibir el burka?


La imagen de esas mujeres, fantasmas en vida, vestidas de negro, completamente cubiertas y con nada más que un mínimo espacio para mirar a través de una rejilla, siempre nos ha espeluznado, al menos a las mujeres occidentales…


Al imaginarnos cómo sería nuestra vida dentro de esas ropas-cárcel, simplemente llegamos a la conclusión de que sería insoportable. Muchas mujeres musulmanas, de hecho, según informes de organismos de derechos humanos, han visto sus vidas oscurecer dentro de esos trapos. En Irán, luego de la ascensión al poder del Ayatollah en los años 70, muchas mujeres debieron cambiar radicalmente sus vidas al triunfar la llamada revolución islamista que convirtió a ese país en un estado musulmán fundamentalista. A partir de 1979, las mujeres debieron vestirse de luto de pies a cabeza debido a su absurdo mayor pecado: ser mujeres que provocan el deseo del hombre cuando éste mira cualquier parte de su cuerpo, aunque sea un dedo o un cachete.


La depresión y la angustia no se hicieron esperar, y de hecho la tasa de suicidios femeninos en los países islamistas fundamentalistas es alarmantemente alta. Sin embargo, dentro de esas sociedades a nadie parece importarle porque son espacios construidos para los hombres y por eso la mujer debe estar literalmente velada para que aquel no caiga en pecado. Es más que obvio que los derechos de las mujeres en estas naciones fundamentalistas son absolutamente violados, eso nadie lo discute. Está claro que unas leyes inútiles, abusivas y absolutamente paranoicas, infundadas y hasta grotescas son las que han causado estas “costumbres” repugnantes. En el Corán, el libro sagrado de los musulmanes, no existe ningún apartado que exija a las mujeres cubrirse por completo. Las interpretaciones maliciosas y a discreción de las leyes musulmanas han sido la condena de las mujeres en estos países.


Ahora, el debate que sale a la opinión pública en los últimos días es harina de otro costal: la prohibición de usar burka –no específicamente usando este término pero refiriéndose totalmente a él- en espacios públicos del territorio francés. Esta discusión inició el año pasado cuando el presidente Nicolás Sarcozy declaró que el hecho de que las musulmanas ocultaran su rostro por una ley islámica en Francia iba en contra de los preceptos de libertad y respeto a la mujer de su nación. Entonces, el debate entró a la Asamblea francesa y acaba de ser aprobado el Proyecto de ley que prohíbe la ocultación del rostro en el espacio público, con 335 votos a favor y uno en contra.


Sin embargo, frente a esta medida que al parecer busca hacer valer los derechos de la mujer, muchas voces se alzan a favor, ya que para algunos significa una violentación de los derechos constitucionales y universales de las personas. Si una persona se ocultase el rostro en lugares públicos, tendría que pagar una multa de 150 euros, y si alguien obligase a otra persona a cubrírselo, podría pagar hasta 150.000 euros. Los detractores de esta medida aseguran que con esta ley, la libertad de culto y prácticas religiosas estaría siendo restringida, además de que prohibiría el uso voluntario de la burka, cosa que también significaría la negación de un derecho fundamental.


Por otro lado, los que defienden esta ley señalan que el uso de la burka no tiene nada que ver con el culto y que esta ley no menciona en ningún artículo motivo religioso alguno de prohibición. Simplemente, establece que está prohibido cubrirse el rostro en espacios públicos salvo razones médicas, carnavales, fiestas tradicionales, etc.


El debate en este tema es amplio y delicado, porque si bien acusa una falsa tradición cimentada en creencias tóxicas, machistas y agarradas del fanatismo religioso, también demuestra un “fundamentalismo” de la contraparte: Francia fue el primer país en separar la iglesia del estado, de hecho, la revolución francesa fundó las bases del estado moderno. Libertad, igualdad y fraternidad. No obstante, al jugar en el terreno de las prohibiciones está –en el sentido puro- yéndose en contra de sus propios preceptos. La tierra de la libertad ideológica, cuna de la Ilustración, se vuelve ortodoxa en sí misma, en su voluntad de hacer respetar –a la fuerza- aquello que defiende y que se convierte en un contrasentido, en un oxímoron: la prohibición liberadora. Se trata de defender la libertad del ser occidental y sus derechos fundamentales, a través de prohibir “libertades” de culto de otras culturas. ¿Esto es válido? Yo no tengo la respuesta.

jueves, julio 08, 2010

Lady Gaga o la doble moral


Resulta que la cantante pop versión aumentada y corregida de Madonna dice que tiene un código moral muy fuerte que le impediría serle infiel a un hombre… ¿Ustedes le creen? ¿Qué hay detrás de todo esto?



Primera respuesta: Marketing. Para muchos y para ella misma, el hecho de vender una imagen (ojo, vender) excéntrica e hipersexual, no tiene que ver nada con la vida privada de la persona. Lady Gaga dice ser un personaje y que ella no es eso en la intimidad. Pues admiro su capacidad de “performer” y su talento para separar tan perfecta y extremamente su dos polos, pues pasa de virgen a puta en un abrir y cerrar de cremalleras y en un quita y pon de pelucas. Increíble. Su alter ego es justamente todo lo contrario de lo que ella dice ser: fiel, moralista, célibe y una ferviente creyente del amor. Algo que siempre he admirado es la capacidad de impostación que tiene Hollywood y de la industria de la música: el convertir en objetos sexuales a muchachitas sosas que algún día consideraron ser monjas o misioneras evangélicas. En fin, siempre he pensado de la sexualidad es algo que se expresa inconscientemente y que una persona con sex appeal lo lleva como algo innato. Pero me he equivocado rotundamente, porque en este mundo de flashes y fama, todo se puede construir, hasta una imagen que sea la antípoda de lo que somos. Y pensándolo bien, creo que es lo más fácil. Pasar de un estereotipo a otro. Ir del un polo a su perfecta antípoda. La eterna paradoja moral.



Segunda respuesta: Es un nuevo y adicional truco de Marketing. Generar valores de choque para llamar más la atención. Es decir, hacer que dos inversos se junten, produce un morbo extra por lo espectacular. Porque precisamente la espectacularización es eso: resaltar algo a través de compararlo con su inversamente proporcional. Es decir, lo opulento se ve más opulento al lado de la miseria, por ejemplo. En este caso, Lady Gaga se ve más excéntrica si su condumio en realidad es una puritana moralista.



Tercera respuesta y la más grotesca: Es una posición de protección frente a un medio cruel. La verdadera Lady Gaga, es decir, Stéfani Germanotta es una chica poco atractiva que no tiene una belleza que hable por sí misma. Entonces, la “gran idea” para esconder su falta de atractivo físico, pues es tunearlo de acuerdo a lo que exigen los tiempos actuales: sexo, prácticas y juegos estéticos extremos pero “elegantes” (para no herir tantas susceptibilidades y ser de alguna manera atractiva y hasta bella). Según mi parecer, Lady Gaga es una chica insegura escondida en un gran caparazón de trapos brillantes, corsés asfixiantes, pelucas blancas y tacones imposibles. Su supuesta postura moral puede deberse también a esta inseguridad de no sentirse bella siendo quien es. Galanes le lloverán siendo Lady Gaga, pero siendo Stéfani quién sabe… Es pura especulación de mi parte, aclaro.



Finalmente, cuarta y más repudiada respuesta: la doble moral gringa. Esa mojigatería moral del imperio que construye monstruos sexuales, los endiosa, pero no les perdona que su libertinaje lastime las profundas bases judeo-cristianas y republicanas de la nación. Cuántas Brittneys Spears se han declarado virginales y después han hecho de su vida un burdel –sin desmerecer sus experiencias, ojo-. Al público gringo les encanta estos fenómenos mediáticos contradictorios, que son capaces de ser santos y demonios en sí mismos, pero no desde el punto de vista del matiz humano (somos blanco y negro, somos buenos y malos a la vez), sino desde la polarización extrema de los arquetipos humanos: en verdad, vírgenes y prostitutas. No hay más show que venda, y quizás sí, todo se resuma en una sola palabra: Marketing. Para qué más vueltas.

martes, junio 08, 2010

La Hora Ecuatoriana: ¿Vivimos en otra dimensión temporal?


Cuando estábamos en el colegio mi madre solía adelantar todos los relojes de la casa con cuarto de hora. Ella se acostumbró a vivir en ese tiempo paralelo y siempre estaba convencida de que estábamos atrasados a todas partes. Su lucha contra la impuntualidad del escolar perezoso se volvió infructuosa. Aunque nos atrasábamos poco por esa diferencia horaria, ella estaba convencida de que siempre estábamos llegando tarde a todo lado. Su propio mundo creado la terminó envolviendo. Hoy en día en la casa de mis padres casi no quedan relojes de pared.


El mundo paralelo de mi madre, en el que todo sucedía 15 minutos antes, no era nada comparado con el mundo paralelo de los ecuatorianos, en el que todo sucede una hora más tarde, como mínimo. Si mi madre era una vanguardista del tiempo, nuestro pueblito es un subdesarrollado temporal, ya que vivimos atrasados. Y como diría el durmiente Cerati: “me vi llegando tarde a todo”. Y aunque para ciertas formalidades es tremendamente mal visto no estar en punto, para el resto de cosas pareceríamos no tener apuro. Nota entre líneas: la falta de apuro es sinónimo de atraso cultural o más románticamente dicho: todavía no entramos de lleno en el monstruo atropellado del capitalismo. Poco a poco vamos perdiendo la falta de apuro… qué nostalgia. Nada de cosmovisiones andinas del tiempo circular –con el perdón de los antropólogos y Pachacutik- esa pereza temporal está íntimamente ligada con el tipo de sociedad y su nivel de desarrollo –aunque suene a FLACSO-. En los pueblos pequeños de cualquier parte del mundo, el tiempo parecería pasar más lento, la gente no tiene apuro de llegar a ninguna parte, porque simplemente no se atrasa a ningún lado. No hay horarios precisos. Si no, averigüen cómo se vive en Cuba: la gente llega a una reunión hasta cuatro horas más tarde y no pasa nada...


Regresando al viejo truco del reloj adelantado de mi madre, éste podría ser la herramienta más ingenua para lograr llegar a tiempo a un lugar, porque aunque no lo crean, funciona. Uno por instinto, o para no generalizar: el impuntual por instinto cree que puede burlar al tiempo y aunque revisa el reloj varias veces, no le da crédito. Cree que puede hacer las cosas en cinco minutos, o quedarse dormido cinco minutitos más y lograr llegar a tiempo. Pero nunca lo consigue y por eso llega tarde a todo buscando en ciertos casos los más insólitos pretextos (mi abuelita se murió, sí la misma abuelita que ya se ha muerto durante toda tu vida unas diez veces) o simplemente asumiendo que los demás entienden que en estas condiciones actuales (¿tráfico?, ¿estrés de la vida?, ¿sueño sagrado?) lo normal es que uno llegue tarde.


Entonces, montarse al tiempo paralelo de los 15 minutos adelante, no es una idea descabellada, porque hará que esos 5 minutitos que quieres burlarle al tiempo, se descuenten del adelanto. Pero yo, después de vivir toda la infancia y la adolescencia adelantada en el tiempo, hoy prefiero seguir tratando de robarle segundos al tiempo real…

lunes, junio 07, 2010

¡Hasta cuándo sigues viviendo con tus taitas!


Es la pregunta, o reclamo que muchas mujeres quizás hemos hecho a algún novio, amante o demás. Al ver su cara de comodidad y almuerzo servido en la mesa, ropa planchada y cama tendida, nos ha entrado una especie de rabia. ¡Por qué no se larga de una buena vez! Pero, uf, este sí que es un tema que se vuelve un pulpo de posibilidades. La primera: ¿por qué quejarse únicamente de los hombres que aún viven con sus padres, si también hay mujeres que siguen viviendo con sus padres después de los treinta? Respuesta: los consabidos factores culturales que ya conocemos todos: hombre sostén de familia, mujercita protegida hasta que el marido se la lleve… El problema es que estos paradigmas ya no tienen nada que ver con nuestra realidad actual: el hombre cada vez sostiene menos y la mujer es económicamente independiente. La mujer ya no es la indefensa desprotegida, ahora es una mujer que sabe valerse por sí misma. Punto y respiro.

Entonces, ¿por qué ese esquema sigue arraigado en nuestras mentes? Porque las creencias y costumbres son tan fuertes como concepto, que desterrarlas del mundo ideológico es aún más difícil que desterrarlas del mundo práctico. Sí, en la práctica la mujer ya no depende económicamente del hombre, pero en la mentalidad de muchos, aún es como si lo fuera. Y con esto cierro la primera posibilidad.

La segunda viene por otros factores culturales –sí, qué redundancia- que ya no son tan macro como los anteriores, más bien obedecen a realidades locales. Uno: la relación “atado de guineos” que tenemos con la familia. Nuestras costumbres de país están muy cercanamente relacionadas con el fenómeno “fanesca”. Sí, ese plato auténticamente ecuatoriano en el que se pone un poco de todo, y se mezcla y se come junto. Pues, en las relaciones familiares solemos ser un poco así: juntos y revueltos hasta que la muerte nos separe. En nuestro país hay condominios enteros llenos de todos los descendientes de una misma rama familiar viviendo juntos. Se odian, se aman, se odian, se aman. Y las madres generalmente son felices si todos “los suyos” –nunca mejor utilizada esta palabra” están cerca. De paso, otro “factor cultural”: las madres pulpo, ojo y no esto no exclusivo de nuestro país. En Italia, el 70% de los italianos entre 18 y 39 años viven en casa de sus padres. La Mamma puede más.

Por si esto fuera poco, entra en la cancha otra cuestión. El poder adquisitivo. En promedio, en nuestro país es bastante bajo, ya lo sabemos. Y eso hace que prefiramos quedarnos en la casa de nuestros padres, antes de gastar la plata que no tenemos. Sin embargo, muchos –sobre todo actualmente que se han roto las convenciones- aplican soluciones que se ven en países del primer mundo: compartir departamentos. Pero, ¿no estamos volviendo a lo mismo? Es decir, a lo mismo pero distinto. La vida en comunidad que es finalmente la cuestión. El hecho, entonces, no es vivir solo, sino ser autónomo con respecto a la familia. En algunos países Europeos son las madres las que alientan o "echan" a los hijos mayores de 18 años a vivir su vida independientemente. Pero esto no es Europa y hasta que nuestras mamacitas cambien de mentalidad pasarán años. Hasta mientras, así estamos bien ¿no?


La fotillo que vemos en este artículo es de la película francesa Tanguy, en la que extrañamente un joven de 28 tempranos años vive aún con sus padres, lo cual es pésimamente visto hasta por sus propios progenitores. Ellos no ven la hora de echarle de la casa y hacen todo lo posible para que se vaya. Hasta terminan alquilándole un departamento propio. Observación uno: el muchacho en cuestión parece un maduro hombre de cuarenta (ahh...los aspectudos europeos). Observación dos: ¿28 años? Eso es como que aquí echen a alguien de 18. Ahh las diferencias culturales. Pero, me pregunto ¿será que esa tremprana madurez física de los europeos hace que los padres vean a sus hijos más viejos de lo que son?


Era una pregunta abierta...

viernes, junio 04, 2010

Amor loco, tibia estabilidad y el fin de las chullas


¿Uno y largo? O ¿Varios y cortos? No se adelanten, que no me refiero a lo que están pensando… Hablo del amor o del romance, o mejor dicho, de la pasión. El otro día hablaba con unos amigos. Uno de ellos al hablar de un tema que ahora no viene al caso, utilizó el término “chullas”. Yo paré a raya y le dije, algo indignada: “pensé que ese término ya había desaparecido del léxico quiteño”. Y es que esa palabrita despectiva hasta los años ochentas servía para calificar a aquellas chicas que disfrutaban de su sexualidad, por así decirlo, “libremente”. Esta calificación siempre fue injusta y peyorativa, pues en hasta cierta época cualquier chica que tuviera relaciones –por más que fuera con un solo hombre- antes del matrimonio, era una “chulla”. Al dejar que mi amigo explicara qué es lo que él conocía como chulla, me enteré que hoy en día se utiliza ese término como sinónimo de prostituta.


Luego de la conversación me quedé con una sensación agridulce. Por un lado, como dijo una de mis amigas que me acompañaba ese rato: “hoy en día todas somos chullas”. Sí, en la acepción más antigua de esa palabra, actualmente todas las chicas que hemos pasado por más de una mano, seríamos en los años 50 unas chullas. Y es que todo ha cambiado. Lo que antes era el amor hoy es sólo el anhelo dormido de alguna abuelita. Las mujeres hemos cambiado las relaciones únicas y largas, por las pequeñas y cortas. No generalizo, ojo, pero son muy pocas las mujeres en la actualidad que se casarán con el único príncipe de sus sueños, Hoy en día, príncipes de nuestros sueños hay en cada esquina.


Por otro lado, la otra cara de la moneda de mi sensación de ese día, fue alegría: hoy los hombres han desaparecido el concepto original de “chulla” porque simplemente ya no se aplica a esta realidad, en la que a las mujeres cada vez menos se les exige virginidad. Bien por ellos, eso de alguna forma significa un cambio de mentalidad. Pero no del todo, porque la mujer “pica y pasa” tampoco le gusta del todo al ecuatoriano.


Ok, después de toda esta perorata, quiero ir al grano. Si la convención social del amor único y eterno poco a poco se ha ido desmoronando, ¿será que estamos contentas con lo logrado? La posibilidad de tener varios romances cortos y apasionados nos seduce, y sentir cosas extremas nos da vida, pero para muchas mujeres, el sabor de la pérdida o del fin de una relación, aún sigue siendo insoportable. Sospecho que dentro de toda nuestra facha de mujeres liberadas –hablo de las generaciones actuales- se abre paso un hilito (a veces soga) de añoranza del pasado. Dentro de cada una de nosotras habita una mujer con deseos de ir de la mano de un mismo hombre durante toda la vida. Un amor apasionado, fuerte y único. Pero las cosas generalmente vienen por partes y es por eso que casi siempre se puede escoger o lo uno, o lo otro: largo y algo aburrido, o corto e intenso. Ustedes deciden.

martes, junio 01, 2010

Placeres culposos



Comerse una hamburguesa grasosa y pensar en las arterias convertidas en Porky… desear a la mujer del prójimo y luego irse a confesar con el cura del barrio… decir que el cine comercial es una mierda y atragantarse de canguil viendo una comedia romántica, tratando de pasar de incógnito en el cine. Reírse cuando alguien se cae aparatosamente en un día de lluvia, comerse las uñas, sacarse los mocos, robarse los esferográficos del prójimo, comerse la comida de la lonchera del compañero, sacarse los callos de los pies… y hasta poner los cuernos. Sí señores, son los temidos y deseados placeres culposos, esos que se hacen a escondidas, sin que nadie nos vea y por los que alguna vez nos hemos sonrojado al ser descubiertos.


¿Será falta de espontaneidad? Para muchos es un problema cultural que se resume en que hemos sido criados para sentir culpa de lo que nos da placer, sí, la eterna paradoja alimentada por la moral judeo-cristiana. El cuerpo y lo que este pueda sentir es lo que nos lleva a las fauces del pecado. Pero por ahí dicen que sarna con gusto no pica, y es por eso –aunque suene burdo- que el placer siempre nos puede más. Porque no crean que el placer culposo se arrastra en un mundo oscuro de perversiones, el placer culposo es tan simple como comerse un chocolate o sacarse los barros de la nariz. Simplemente sentimos un extraño y algo hipócrita pudor que nos hace negar eso que nos da placer, por más de que se trate de una tontería.


Creo que la razón profunda de desconocer nuestros gustos y placeres viene dada por nuestra misma condición de personas. Persona=máscara, en latín. Escondemos lo que somos porque somos una construcción social, determinada por ciertos parámetros de comportamiento. Pero precisamente esos parámetros se rompen cuando estamos fuera del contacto gregario y nos hallamos en la intimidad de la soledad. Ahí es cuando germinan tranquilos los placeres culposos… hasta que viene alguien y nos saca de la burbuja…

Pues sí, uno de mis peores placeres culposos es justamente esa grasosa hamburguesa que ustedes pueden apreciar en la gráfica. La comida chatarra me persigue y la adoro con todas mis fuerzas, a la vez que la odio por hacerme caer en su grasosa seducción. Una de mis felicidades tontas de hoy fue que el comedor institucional de mi amado trabajo había de almuerzo ¡Papas fritas! Alegría total señores.

lunes, mayo 31, 2010

¿Por qué ganó Juan Manuel Santos?



“Yo iba a votar por Mockus, pero mi ignorancia no me permitió entenderle nada. Definitivamente es un candidato demasiado inteligente para este país y por eso voté por el que sí le entendí y que quiere continuar con el cambio que inició Uribe hace 8 años. Cambio que ha permitido a esos residentes en el extranjero que nos tratan de ignorantes, que puedan venir con tranquilidad a visitarnos. Sí, porque hace ocho años no podían hacerlo. Tal vez en Lituania sí le entiendan”.



Se puede decir que esta “perla” encontrada en un foro de comentarios sobre un análisis del por qué Santos barrió en las votaciones ayer domingo, resume el sentimiento colombiano, y esa ambivalencia que determinó que en las encuestas de preferencias de voto, Antanas Mokus y Juan Manuel Santos aparecieran en un empate técnico. Cosa que no pudo estar más lejana de la verdad, ya que el apabullante 46,5% apagó las ansias triunfalistas de Mokus, quien obtuvo apenas un 21,5%.



Ahora, retomando la cita inicial de este artículo, se puede llegar a una conclusión muy decidora: la gente prefirió acción por sobre discurso. Los resultados de las elecciones colombianas son claras: el poder de los hechos, que fue el discurso con el que convenció Santos a la mayoría de la población, estuvo por sobre el poder de la palabra, principal estandarte de Mokus, quien de paso, tuvo varios tropiezos dentro de su discurso, para muchos inconsistente y con errores conceptuales.



Mokus, al parecer, le quitó el peso a las palabras al presentarse como un candidato críptico y poco claro en sus ideas, lo cual determinó que la gente le catalogara como no apto para el cargo de presidente. Santos, por el contrario, no arriesgó su imagen con un discurso verde y supuestamente innovador, sino que prefirió irse a lo seguro: relacionarse directamente con la fórmula exitosa (para muchos colombianos) del Uribismo y aprovechar sus “obras” como Ministro de Defensa de Uribe: la lucha contra las FARC y por su puesto, el gran golpe que significó la muerte de Raúl Reyes.



¿El ataque de angostura, Chávez y las relaciones rotas con Ecuador ayudaron al triunfo de Santos? Sí. Definitivamente. Sospecho que estos escollos diplomáticos y políticos lo que lograron -en la mayoría del pueblo colombiano- fue generar o alimentar un sentimiento nacionalista, que como todo sentimiento de esa índole, se asentó sobre la eterna polarización de buenos y malos. La idea épica del “enemigo” funciona perfectamente dentro de una sociedad que se siente amenazada en su seguridad interna y que busca un líder protector. Eso precisamente llega a ser Juan Manuel Santos dentro de esa lógica. Mientras que Mokus, finalmente fue percibido como una especie caricaturizada de lo que significa estar al frente de un país.



No es una somera coincidencia que, después de análisis comparativos entre la intención de voto y el voto real, se hayan puesto como perfectos contrarios a Santos y a Mokus. El magnate de los medios, proveniente de una aristocracia de poder versus el matemático y filósofo excéntrico. El uno ex Ministro de Defensa, el otro ex alcalde de Bogotá. La debilidad discursiva del uno, benefició a la acción directa y confrontativa del otro. No debe cogernos por sorpresa la decisión de los Colombianos, quienes obviamente sienten una simpatía por Mokus, lo cual hizo ver engañosas a las encuestas. No obstante, simpatía no es igual a voto.



Aunque, si se quiere hilar más fino, finalmente la gente se decantó por quien les ofrecía una respuesta concreta al fin de más de 60 años de violencia, desde aquel Bogotazo en el que se asesinó al líder del partido comunista Jorge Eliécer Gaitán, en 1948; hecho que desató la era del crimen y el terror en Colombia.

lunes, mayo 17, 2010

Del EDOC y últimamente


Do-marse

La viuda de Boris Ryzhy le pide a la documentalista que no trate de averiguar por qué Boris se suicidó. “Eso sólo puede sentirse pero no puede explicarse”. Luego, las caras de los rusos, congeladas por el plano fijo, congeladas por el frío y esa tristeza caucásica, medio achinada, que se aquieta en esos ojos azules o grises. Ahí, sólo ahí, al final del documental, sabemos por qué Boris Ryzhy se suicidó.

Pausa.

Lo hizo por desasosiego. Por tristeza endémica. Fue lo primero y lo último que pensé cuando empecé a ver el documental que se llama así: Boris Ryzhy. ¡Qué tristes son los rusos! Eso fue lo primero. Luego, algo más que eso. Almas robadas a la espontaneidad de la vida. ¿Por qué? Porque no hay otro lugar para donde conducirse. Lo malo, o lo peor ya pasó. La Perestroika y ese no saber a dónde ir. “La libertad absoluta de no saber qué hacer”. La entrada del capitalismo de un patazo. La mafia rusa y el crimen como el único y último refugio de la ley de la selva. No. Como último refugio del sinsentido de la falsa agonía de una utopía muerta y arrastrada como en los funerales del S.XIX. El muerto vestido y sentado en una silla, como si estuviese vivo pero más feo que nunca. Horroroso. De ahí el horror y el horrorizarse de los otros. “Si no matabas, morías”. Y Boris, el poeta, teniendo vergüenza de estar vivo en medio de tanta muerte.

Pausa.

Pero no fue por eso. Un amigo suyo, el mejor quizás. Con ese cuerpo de mamut siberiano, aclara: “A Boris no le respetábamos por ser poeta, sino porque era rudo”. Un matón de barrio. Un matón sensible. Que le escribía al barrio rojo –por sangriento- en el que vivía. A sus vecinos muertos. A sus vecinos hoscos. A esa cara rusa de boxeador porfiado. Porque una cicatriz inventada por un enfrentamiento con delincuentes, chechenos y gangsters era la predicción de dolor desde la infancia. “Una caída de niño, simplemente”. Pero la tragedia romántica dividiendo su rostro seducía a sus lectores. ¿A sus lectores? Boris ganó algunos premios en Rusia y murió ahorcado a los 26. Pero en su barrio nadie lo conocía y jamás habrán leído sus poesías. Al igual que su hijo. “No me gustan sus poemas”.

Pausa.

Domarse es convertir el espíritu. Pero me refiero a conversión. Que finalmente es revertir algo que era. Domarse no es domesticarse. Es ser otro desde las vísceras. Es como virar la piel y mostrar la carne, o virar la carne y mostrar la piel. Boris y toda la generación Perestroika se domaron hacia la crudeza del ser. Y la vida se convirtió en un camal. Y como no había piel –o estaba dentro- entonces todo dolía demasiado. Y entonces, Boris decidió nuevamente revertir el proceso. Como lo hacían todos: y la única respuesta era morir o matar. El punto más alto de la templaza.