Ídolo

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Morrissey

lunes, mayo 14, 2007

¿Estuve yo ahí? Sí...

El desapego a la realidad hace que se cometan errores de verosimilitud. Hoy me ha venido esa reflexión luego de ver el documental de Isabel Dávalos, "Alfaro Vive Carajo, del sueño al caos". Excelente título, no está demás decirlo, que describe perfectamente en palabras de Santiago Kingman, la "trayectoria" de este movimiento armado ecuatoriano.

Y cuando hablo de desapego, no me refiero a una fidelidad de los hechos presentados ni más ni menos. Hablo de un recurso que puede ser mal utilizado y que es usado en un tipo de documental que está en boom, aquel que mezcla lo autoreferencial como componente dramático del producto. Sin embargo esa autoreferencialidad no puede ser gratuita (porque sí), sino que debe obedecer a una precisa necesidad comprobada de que ese componente íntimo es necesario para el desarrollo de la historia. Y en este caso, por demás no lo es. El presentar una realidad que viví de lejos, a la que casi ni paré bola, pero que por razones cronológicas la viví rozándola desde lejos frente a una tele encendida y las conversaciones de los papás, no es suficiente para hacerme personaje de mi película. Y eso es lo que hizo la directora de "Alfaro Vive..." En ese caso la relación con el mundo particular del realizador, se la debería buscar por otro lado, desde un punto de vista más sincero y menos forzado.

Muchos grandes documentales que he visto han partido de ese principio de sinceridad en el que obviamente, si no tengo nada que hacer allí, sencillamente me salgo. Otra cosa es el narrador presente u omnisciente. El primero se involucra en el proceso pero se muestra imparcial y no se convierte en personaje con peso dramático, tan solo narrativo, o muchas veces funge de hilo conductor a falta de otros recursos que cumplan esa función. Esto tampoco funciona siempre, pero en los casos en los que lo hace, es porque hay mucho tino y consecuencia dentro de la construcción del guión o de la narrativa. El segundo caso, el del narrador omnisciente, es generalmente aquel de tono casi didáctico y que suena más a periodismo o a documental televisivo. Está por demás decir que en este caso no hay involucramiento alguno con lo personal.

El caso del realizador como personaje es bastante complejo. Decidir si aparecer o no, si contar hechos personales y relacionarlos con el tema de fondo -a menos que el documental sea sobre uno mismo o sobre algún acontecimiento íntimamente relacionado con la persona- no es fácil.

Debe pensarse en primera instancia en un elemento que actúe de ligazón entre lo íntimo y lo que se pretende colectivizar. En el caso de Isabel Dávalos, el pretexto de haber estado presente en vida durante aquella época no es suficiente. Los casettes de video de su padre filmando a la familia en los ochentas, no dicen nada que no se quede en ese in doors, en aquel ambiente casero de una familia quiteña común y corriente. Sinceramente no hallo la relación entre ello y los AVC. Ni siquiera la posibilidad de utilizar como recurso de liason el hecho de que Juan Carlos Acosta haya sido pariente en segundo grado de Dávalos fue explotado correctamente. Se pasa esta información a vuelo de pájaro, lo cual hace más aún evidente la falta de un tratamiento correcto del tono narrativo.

También, si por esas vamos, se pierde otra oportunidad importante de justificar el intimismo (tampoco mostrado adecuadamente, de paso) cuando sabemos por fuentes extras a la película, que Mauricio Samaniego, ex Alfaro, es su amigo. Por allí podía producirse la vía/pretexto para relacionar lo uno con lo otro. Pero esto jamás siquiera se nombra. Entonces, nos queda la duda de si su valor documental, es decir como documento histórico en sí, necesario y oportuno, esté por sobre consideraciones de valor estético, técnico y argumental. No sé si por el hecho de querer tener memoria a cómo de lugar debamos conformarnos con lo que ya está hecho y no seguir proponiendo nuevas visiones, nuevos puntos de vista, nuevos tratamientos. Con ello me refiero a que, pese que el trabajo de Isabel Dávalos es una buena producción documental, cuya importancia desde el punto de vista histórico y político es innegable, no creo que el resto de realizadores deban pensar que este tema ya se tomó, "ya lo ganaron" y que no se deba hacer nuevos productos desde otros vértices referentes.

A mi criterio lo de AVC es tiene una importancia tan crucial, incluso desde el punto de vista meramente romántico y anecdótico, que amerita ser revelado, mediatizado, puesto en agenda y guardado en la memoria colectiva de distintas maneras. Con ello no desmerezco el trabajo de Dávalos, que tiene un gran valor investigativo y por supuesto más oportuno no podía ser, ya que justo sale a la luz en el momento en el que por fin Febres Cordero ha sido inquirido formalmente por sus abusos de poder.

Por otro lado, tal vez mi punto de vista desde lo argumental con respecto a este documental sea puramente intimista y autoreferencial (lo acepto), ya que aunque yo era bastante niña, recuerdo muy claramente esa época y la sensación que me producía aquello. Esa misma mezcla romántica de emoción, adrenalina e ingenuidad que no se oculta en el documental, es quizás la que corría por mis venas en mi infancia cuando veía desde la tele o leía en los periódicos que aquellos guerrilleros se robaron la espada de Alfaro, asaltaron un banco, etc. Flotaba un aire apologético de sus acciones en el ambiente, y yo lo sentía. De hecho, tuve una mezcla de sentimientos cuando me enteré la masacre del secuestro de Nahím Isaías Barquet. Por más de que la prensa se empecinaba en decir: "Mataron a los malos", yo aún no me lo creía. Incluso me dio pena verlos morir, y más pesar aún me produjo que entregasen las armas, porque sabía que estaba frente al fin de algo más. De un algo que por entonces no sabía que era, pero ahora lo tengo tan claro...

Nunca fui afín a la izquierda como tal, pero AVC siempre fue más que un movimiento subversivo izquierdoso. Había un halo de misterio y emoción, de aventura, de un no sé qué que simplemente entendí hoy al escuchar a los ex Alfaro siendo entrevistados. Ellos también sentían ese algo que sin ser una exacta ideología política los empujó a lanzarse al vacío. Un algo que se mostraba como la última puerta de la utopía agonizante, puerta que quizás no conducía a nada, pero podía aún abrirse y a final de cuentas eso era lo que importaba...

3 comentarios:

Unknown dijo...

Tal vez el documental peca de objetivo...

Dalila dijo...

No sé realmente si la objetividad tenga que ver con el intimismo... En tal caso, ni lo uno ni lo otro.

la hambrienta lúcida dijo...

quizas promete mucho y da poco el documental

Saludos