Ayer alguien me dio una orden y la cumplí. Lo hice pensando en que es siempre mejor no saber las cosas con exactitud y vivir en la delicia de la ignorancia. El paisaje conocido que de alguna manera (climática, estacional) cambia ante tus ojos cada vez que vuelves la mirada. O simplemente detrás de la admiración ignorante se esconde la imposibilidad de reconocer el espacio, no como un ente omnipresente, sino como una totalidad. Con cuerpo, volumen, dimensiones, profundidad. Creo firmemente en la existencia de la ignorancia geográfica. Una de las más profundas. No solo la padece el campesino o el indígena asentado desde siglos atrás en un terruño. La padecemos todos los que hacemos de nuestra vida en la ciudad, una constante sobreentendida. Ignorancia geográfica no significa no saber dónde estoy, ni identificarse con la llacta, tierra, entorno, costumbres, ancestros, cultura, plantas, animales, motañas, ríos, etc. Ok, estoy en Zámbiza, Pujilí, Piñas, Borbón o Quito. Estoy en Quito, obvio. Y el peligro está precisamente en esa obviedad, en lo que damos por sobreentendido. Tanto así que olvidamos entender los procesos, es más, olvidamos que existen procesos. No, peor aún, no podemos olvidar algo que nunca existió, que nunca tuvo cuerpo consciente. Ese hacer a un lado aquella información tácita que está per se y que no es necesario visualizarla de manera consciente. Eso es la ignorancia geográfica. Como despertarse todos los días mirando el volcán desde la ventana, y nunca reparar en que está ahí ocupando un espacio que podría ser otro. Un espacio que bien podría estar llenado por otra cosa, o simplemente llenado con nada, y entonces aquel horizonte tan cercano -que en esta ciudad-cuna se ve ahogarnos constantemente- sería ahora inalcanzable al ojo humano. Derribar las murallas de la ciudad.
Este fortín colonial/conventual/provinciano/boom petrolero/Miami, que tiene una forma y no otra. Pero sepan, que no es la única forma de ciudad, hay muchas otras. La palabra ciudad tiene muchas formas de ser, y dar como hecho que la de esta ciudad es la única, sin siquiera cuestionar por qué se formó así tal sector o de dónde salen mis hábitos citadinos (por ej.) es tremenda candidez. Y aunque parezca simplón y hasta obvio, pues déjenme decir que casi nadie se ha puesto a pensar realmente en esto. ¿Alguna vez a relacionado los conceptos de urbanismo con su forma de ser? ¿Cree que ser chismoso e hipócrita es una cualidad desarrollada por su ingenio? ¿Y que, además, la heredó de su madre? ¿Alguna vez a relacionado usted la doble faz, el puñal por la espalda, la falsa humildad con un componente socio-geográfico?
Suena algo traído de los cabellos pero en realidad no lo es. Muchos comportamientos sico-sociológicos son de carácter ambiental, y eso está claro. Las nuevas corrientes de urbanismo y arquitectura proponen integrar al sujeto y su desarrollo, desempeño, convivencia y interrelaciones sociales con el entorno estructural y material. Una casa no es un simple cajón con habitaciones, cocina y baño. Una ciudadela o barrio no es una simple hilera de casas. Un edificio no es sólo la suma de viviendas apiladas. Una calle no es una línea por donde atraviesan autos y gente. Una ciudad no es un container de gente y edificaciones. Si construimos una ciudad partiendo de ello, ahí estamos mal. Y lastimosamente esto es lo que se ha hecho con nuestras ciudades, que primando lo material sobre lo humano, se han vuelto sitio de tránsito de mercaderes. La gran ciudad supermercado. Se cree erróneamente que hacer progreso es generar negocios y comercio. Es lo más estúpido. Dar diversión y esparcimiento a la gente significa darles que comprar, no importa donde, bueno, aunque si se ve bonito y rosado Miami, entonces mejor. ¿Eso es ver progresar a una ciudad? De ahí el boom de los centros comerciales o "malls". Hoy en día el nuevo patrón de relaciones sociales, esparcimiento y ocio (sí, ocio) es el centro comercial. La solución más lucrativa y facilista. ¡Oh ingeniosos empresarios visionarios! No se dan cuenta de que están cambiando las pautas sociales, no entienden, o no les importa estar generando una mutación en los procesos urbanos. Les vale un pito la responsabilidad sobre la deformación que estos nuevos "centros de acopio de personas" producen sobre el normal fluir socio cultural.
Claro, es mucho más difícil y tedioso (no más costoso) hacer estudios profundos, sociológicos, culturales, etc. sobre el desarrollo de los procesos y relaciones sociales en una urbe, que construir un mamotreto inconexo, megalómano, el cual por su imponente figura deslumbra al ciudadano común, quien no tendrá aire y espacio visible para cuestionarse. Cuestionarse por qué le dicen dónde, cómo, cuándo y con qué divertirse. Sin dar alternativa a nada más, puesto que, es obvio que a los gobiernos de turno, a los seudo planificadores urbanos y a los fucking empresarios dueños del circo les falta creatividad y huevos para generar espacios de diversión y esparcimiento coherentes y consecuentes con el medio.
Las ciudades impostadas. Esa es la sensación que me da. La falsedad, el maquillaje. Ciudades de cartón, un constante sinsentido en donde nada tiene relación con nada, y se busca esa correspondencia a la fuerza. Sin embargo, no se la consigue, porque aún me queda un sabor de insatisfacción en la boca al enterarme de que aquel estero antes era un balneario y hoy sólo recoge desechos solapados. Mientras, en el malecón las parejas gordas y feas no saben que más hacer. Caminan sobre el mismo lindo y regenerado lugar. Dan vueltas, regresan. Eso es todo. Se sientan y se besan, pero un beso sin pasión, porque ese no está prohibido, creo...