Ídolo

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Morrissey

viernes, agosto 14, 2009

Videncia

Tomado y bebido de El Comercio


Hace unos meses decía ‘que no panda el cúnico’ porque no hay tal pandemia. Lean más abajo, lo digo. Hoy paso por la avenida y en un quisco luce un vistoso papel periódico decorado con la loada frase: la gripe ya es de todos. En la mañana mi té amanecía junto a Patiño con AH1N1. Correa está en observación. Fumigan Carondelet y los turistas entran al Palacio del Barón con mascarillas. Un militar en el Espejo con respiración mecánica. ¿No es siempre mecánica la respiración? El hombre verde yendo y viniendo, evitando ser morado por la falta de oxígeno, permaneciendo verde con una máquina robándole el aliento y devolviéndole el alma en dos segundos. Ffffff cccgggg, Ffffff cccgggg… Su chofer, rústico y de poca importancia, había llegado al mismo hospital pero le dieron una patada en el culo porque “el dolor de garganta no tiene nada que ver con el virus”. Y luego nadie sabe de qué se muere la gente. Pero Correa es inmortal. Si Correa se contagia no se muere. La ecuación es simple. ¿Cómo es imposible que un presidente se muera por una peste? Eso no pasa. Yo estornudo, moqueo un poco y me preguntan ¿estás enferma? No, tengo alergia. Respiro polvo, plumas, lanas, tierra, palomas, perros, césped, células muertas, ácaros, hollín, alquitrán, nicotina, dióxido, monóxido, mierda, meados, agua con cal, agua con cloro, lixiviados, mierda de caballo, de perro, de paloma, de ácaro. Y esa es la que me jode, la mierda de un animal invisible.



Hoy alguien amanecía con ganglios inflamados en las ingles –es la gripe, es la gripe- y yo pensaba en mi perro tembloroso, hecho un manojo de nervios -como diría mi abuela- mientras su verdugo lo encarcelaba y yo me despedía con sus ojos clavados en mi garganta, dibujados hacia abajo, con una media luna blanca y su idea-instinto de separarse para siempre de mí, con desesperación, con miedo, con terror, con un hasta nunca angustiante. Sólo iba a la peluquería pero él creía que iba al cadalso. No importó, todo detonó en un baño en agua hirviendo, quemándome la cabeza con una performance funesta de muerte, de ojos que se van llenando de luna llena, de estertores, y mi corazón extrayendo nada. El vacío de los sin alma. Cargando un cuerpo blanco, frío, sin saber qué hacer con él, si enterrarlo, si botarlo al basurero. Porque es sólo carne y en el mundo de los piadosos no hay tierra lo suficientemente santa, lo suficientemente bendita para enterrar a un sin alma, como habrán declarado por ahí en algún concilio vaticanesco. Por eso el nudo, las lágrimas y los pálpitos de los llamados suyos desde no se donde, pidiéndome ayuda, pensando en mí cada segundo. Quizás es la culpa de los periódicos, por hacerme amanecer con un halo de pronta tragedia. O como dice Andrés Neuman en una torpe entrevista del tartamudo de los medios: “la escritura es un análisis del dolor. Todo se clarifica con la ficción…”



Lo veo, lo veo, lo veo…