Ídolo

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Morrissey

miércoles, mayo 30, 2007

Acciones sinsalabin

Un día tuve que besarme con una chica. La besé y en frente de diez personas. Todos lo disfrutaron y hasta les pareció bonito. Habremos repetido la escena unas tres veces, quizás cuatro. No había luz natural -era denoche- ni artificial, así que abrieron el diafragma de la cámara lo más que se pudo y las imágenes resultaron granuladas, indefinidas y lentas. Las ví solo una vez más y al hacerlo, pensé: No estuvo tan mal.
Ese día decidí que besarse con una chica por opciones laborales o creativas era infinitamente más aliviante que hacerlo con un hombre que no nos levanta ni un solo pelo. Sin embargo, al pasar el tiempo, los meses para ser más exactos, supe que los besos pueden llegar a ser arena. Arena húmeda dentro de la ropa, pegada a tu piel con bronceador. Una ducha taponada con arena. ¿Cómo puede uno deshacerse de esa arena infinita que parece copular y reproducirse sobre la piel de uno? La única manera es alejarse de la playa, regresar a la sierra, fría y seca, y dejar pasar los días hasta que la llacta disuelva los gránulos mínimos de ese mineral reacio.
Limpieza total. Porque los verdaderos actos de magia toman tiempo. No vaya ser que ese cuerpo mutilado dentro de la caja de mago reaparezca después de siglos y no solo dentro de las pesadillas, sino detrás de la ventana, cantando. Terrorífico ¿No? Ese es el precio que tenemos que pagar por usar la fácil y práctica varita mágica. Porque todo lo que desaparece de la noche a la mañana a algún lugar tendrá que ir... Y que por favor que ese lugar no sea debajo de la cama.
Ah, ni modo. Quizás deba regresar al relato de la chica que besé. Bueno, los días subsiguientes besé a unos tres o cuatro. No sé por qué fueron tantos, simplemente aparecieron. Todos me gustaron menos uno, ese que llegó con plantas en los bolsillos. Lo miré y me dije: Oh oh... No me gusta, y ahora qué hago. Hablaba torpemente y tuve que besarle aunque le hallaba defectos hasta dos metros a la redonda. Si había una silla cerca, la silla era fea entonces. Para respirar debía entonces localizarme a dos metros de su ser, puesto que su simple exhalación eviciaba el aire. Actos reflejo. ¿Programación neurolingüística?
Luego llegaron contingentes de arena, con agua de mar y todo. Los traía otro hombre sin ojos que besé pocas veces y luego no supe qué hacer con su equipaje. Cuando quise hablar con él, noté que no se movía y que sus miembros estaban rígidos. Tenía una expresión de nada en su cara. Así que lo empuje suavemente para ver si reaccionaba y para mi consternación , en ese preciso instante se desmoronó ante mí como un castillo de arena seco.
Como sea, hubo que sacudirse un poco y botar la arena. Agua bendita de cascada. Prestidigitación detrás de un velo de espuma blanca. Oh que redundancia, si la espuma es siempre blanca. La natural claro.
Ahora queda sólo tronar los dedos y esperar a ver qué pasa...

jueves, mayo 24, 2007

De psicópatas y sociópatas

En vista de que la búsqueda de la verdad poco o nada tiene que ver con la verosimilitud, no habría podido caer mejor este feriado. Pativideos. ¡Oh y ahora quién podrá defendernos! Un presidente que manda a callar a todo el mundo y una opinión pública que se debate entre la ignorancia, el maniqueísmo y la manipulación descarada. ¿En quién creer? En cuál de las "verdades" debemos confiar, puesto que todas las versiones se convierten en verdades por auto convicción. Como decía Santiago Kingman, ex AVC, acerca de León Febres Cordero y su insistente afirmación de que él no ha mandado a matar a nadie: "En realidad él no está mintiendo, él dice la verdad, ya que está profundamente convencido de sus palabras, por lo tanto en efecto, es cierto que no ha mandado a matar a nadie". Y así una mentira, por auto convicción se convierte en verdad. La demagogia en su estado más puro. El cinismo es la fuente de toda verdad maniquea, en donde la culpa y la responsabilidad frente al otro, simplemente no existe.

La última instancia del daño social causado por la politiquería, es hacia la salud mental del pueblo. Nadie habla de eso, nadie siquiera cuestiona el hecho de que se enrede a una sociedad en patrañas y farfullarías, afecta la calidad de vida no solo desde el plano de lo material (economía, status quo), sino desde el nivel de aprehensión de la realidad que tanto perturba la psiquis de los seres humanos. Se ha dicho hasta el cansancio que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Actualmente, y en la coyuntura en la que estamos, ya no es necesario repetirla mil veces, basta con agendarla y transformarla en soporte mediático, ni siquiera en información. Puesto que ya la información como fuente de conocimiento ha perdido validez. El descaro con el que se presentan hechos y acciones del acontecer político, sin la menor intención de esclarecer la dialéctica del discurso oficial vs. el discurso de los medios, hace que cualquier cualidad intelectiva de interpretación de la realidad a través de la “verdad” filtrada, sea nula.

Nos hallamos imposibilitados a reaccionar con coherencia frente al ametrallamiento de contextos gratuitos que pretenden ser instaurados como “la realidad nacional”. La conciencia crítica, el discernimiento, la distinción entre el bien y el mal -antes funciones casi mecánicas-, se han visto velados ante la fuerza impositiva de los valores distorsionados que presentan los medios. Y hablo de los medios porque el acontecer político nacional, para convertirse en HECHO, debe pasar por ese filtro.

Ayer hablaba con un amigo sobre psiquiatría. Conversábamos acerca de un desorden que si bien todo el mundo cree conocer, casi nadie sabe exactamente qué es. La psicopatía. No voy a entrar en detalles, ni en teorías psicológicas, pero algo que me llamó la atención era que uno de los rasgos del perfil de una persona con tendencias psicopáticas era entrar en la arena política…. Sin palabras.

sábado, mayo 19, 2007

El enfangonamiento del cautivo

No hay nada peor que la trombosis anímica. Oclusión espiritual. Ingrid Betancourt intentó escapar cinco veces. Las cinco fue descubierta y castigada, pero está viva. ¿Eso es lo que importa? ¿Qué clase de vida se puede tener siendo cautivo de un grupo armado durante cinco años? Ingrid se activa dentro de la cenagosa realidad leyendo los periódicos, escribiendo y haciendo ejercicio. Pero dentro del cautiverio, ¿Qué valor tienen estas acciones? ¿A dónde conducen? A ninguna parte, todos lo sabemos. La bicicleta estática.

Las acciones estancadas del cautivo se orientan hacia la salvación de su alma, a evitar precisamente esa trombosis que no deja circular la vida, aunque sea simbólicamente. Pero eso no es suficiente para conseguir “calidad de vida”, eso es supervivencia pura.

Entonces los artilugios seudo materiales se convierten en herramientas de instigación. Una huída desesperada casi nunca conduce al éxito. Un plan estratégico, mesurado, discreto, despojado de cualquier emoción o arrebato podría garantizar un éxito. Podría. A menos que el destino infalible destruya la potestad del hombre y con un giro ridículo e inesperado, haga fracasar lo infracasable. Trelew, un impecable documental de Mariana Arruti, presentado en la última edición de los EDOC, es la muestra de ello.

En Trelew asistimos a un thriller político que en clave de suspenso nos narra en voces de actores e implicados, la planificación del escape de la cárcel de Rawson, al sur de Argentina en 1972. Ciento veinte presos políticos amortiguando el encierro, matando el estancamiento con la promesa de la libertad. Promesa activa, por demás, ya que cada uno tenía una función específica para que cual engranajes de una gran máquina, la huída se consolidase como un ente multípodo. Una unidad de cientos de brazos que, ya sea cavando un túnel y llevando la tierra en los bolsillos, construyendo armas de madera, filtrándose en diversos compartimentos, armando fiestas falsas para despistar, logró casi llevar a cabo el escape perfecto.

Casi. Un error humano bastó para que todo el aparataje se desbaratara en segundos. La noche de la huída, todo salió según el plan. Lograron tomarse los puestos de vigilancia, atacando a los soldados en principio con un arma falsa y en adelante tomando sus trajes y armas, hasta avanzar al siguiente. Al mejor estilo Hollywood tenían un avión esperándolos en el aeropuerto, y varios camiones esperando afuera que los llevarían hacia la libertad en tierras chilenas. Allende ayudó por supuesto. Sin embargo, el jefe de los camiones interpreta mal la señal (un pañuelo agitándose en una ventana) y piensa que abortaron la misión. Los camiones se retiran ante la incrédula mirada de esos más de cien que salían en fila…

En fin, no existen fórmulas. En este caso, acciones por demás orientadas y con garantía de éxito condujeron a nada. O peor, a una matanza, puesto que algunos dirigentes lograron salir, pero he ahí que la fatalidad hizo que diecinueve no llegaran a tiempo y el avión debió partir sin ellos. Por más de que el estado iba a garantizar su integridad fueron fusilados sin miramientos.
Algo similar es lo que se teme con el caso de John Franck Pinchao, quien logró escapar de las FARC después de vagar por la selva durante diecisiete días. Su testimonio es ansiado pero a la vez temido por las familias de los secuestrados, quienes temen que un intento de búsqueda termine con la vida de sus parientes cautivos. La amenaza es de muerte sin miramientos.


Entonces, el riesgo del escape, de la oxigenación de esas aguas estancadas en donde se desarrolla esa no vida, es enorme y por lo tanto la ambivalencia del impulso de huída lo convierte en un gesto heroico. Y no me refiero al héroe que da su vida por una causa, sino el hecho de la autosalvación contiene un componente sobrehumano que hace que la simple supervivencia y la creatividad en medio de la resignación, se queden cortas. A qué me refiero con eso. Conocido por muchos es que las situaciones extremas hacen que se despierte un sentido quizás dormido en instancias normales. El momento en donde lo innecesario se vuelve menester. La creatividad del preso, por ejemplo no tiene límites, incluso es material para investigación socio/artística (conozco algunos amigos que se dedican a ello). Sin embargo, como dije anteriormente, esto llega a convertirse en simples alicientes para atenuar la paralización y crear acciones figuradas que proyecten la ilusión de movimiento. Como en el cine. No es la vida, no es una proyección en pequeño de la misma. Es una nada desértica rellenada con símbolos materializados de lo que significa la libertad.

Por ello la búsqueda de la libertad es la ruptura con ese enfangonamiento y el riesgo que esto implica es un acto de auto heroicidad que se despega aún del sentido común, puesto que aunque haya grandes posibilidades de éxito, se sabe que se está poniendo en juego la vida. El mundo puesto en dos extremos, esa vida polarizada que siempre nos negamos a vivirla. La ambivalencia en su estado puro con solo dos posibilidades extremas: el éxito o el fracaso.

¿Qué podría hacernos desistir de nuestros planes en el punto mismo de la desesperación borderline?
Clara Rojas, compañera de fórmula de Ingrid Betancourt en las elecciones, tiene un hijo de uno de sus captores. No se habla mucho de ello, los medios no le han dado mayor protagonismo. Es un tema delicado, no existe mayor información acerca de ello. No se sabe quién es el padre y la teoría del Síndrome de Estocolmo en los campos de secuestrados de las FARC, pierde peso al revelarse la mecánica de las relaciones humanas allí dentro. Allí las cosas no distarían mucho de un acercamiento normal, aunque claro, con algunas reglas a seguir.

Las motivaciones de Clara Rojas habrán cambiado, con un hijo en brazos, la huída se ve lejana. Hay otras prioridades como proteger la vida del pequeño. En fin, quizás por ello es que no se han hablado de los intentos de huida de Rojas, si es que los ha tenido.

Este es un caso en el que el yo traspasó la barrera del otro. Ya no es mi vida, ya no es mi sangre la que se derramará. Es la de otro ser, y qué más aferrador que un hijo. Clara no puede huir porque su hijo se debe a ella y ella a él, más aún en esas condiciones.
En el riesgo de la huída uno se debe batir con la cobardía. En el extremo del precipicio aún hay algo que nos jala hacia el otro lado. Pero la inanición del alma que perece en esa estructura a escala de una vida fantasmagórica es suficiente para levantarse un día más y planear por sexta vez el escape…

lunes, mayo 14, 2007

¿Estuve yo ahí? Sí...

El desapego a la realidad hace que se cometan errores de verosimilitud. Hoy me ha venido esa reflexión luego de ver el documental de Isabel Dávalos, "Alfaro Vive Carajo, del sueño al caos". Excelente título, no está demás decirlo, que describe perfectamente en palabras de Santiago Kingman, la "trayectoria" de este movimiento armado ecuatoriano.

Y cuando hablo de desapego, no me refiero a una fidelidad de los hechos presentados ni más ni menos. Hablo de un recurso que puede ser mal utilizado y que es usado en un tipo de documental que está en boom, aquel que mezcla lo autoreferencial como componente dramático del producto. Sin embargo esa autoreferencialidad no puede ser gratuita (porque sí), sino que debe obedecer a una precisa necesidad comprobada de que ese componente íntimo es necesario para el desarrollo de la historia. Y en este caso, por demás no lo es. El presentar una realidad que viví de lejos, a la que casi ni paré bola, pero que por razones cronológicas la viví rozándola desde lejos frente a una tele encendida y las conversaciones de los papás, no es suficiente para hacerme personaje de mi película. Y eso es lo que hizo la directora de "Alfaro Vive..." En ese caso la relación con el mundo particular del realizador, se la debería buscar por otro lado, desde un punto de vista más sincero y menos forzado.

Muchos grandes documentales que he visto han partido de ese principio de sinceridad en el que obviamente, si no tengo nada que hacer allí, sencillamente me salgo. Otra cosa es el narrador presente u omnisciente. El primero se involucra en el proceso pero se muestra imparcial y no se convierte en personaje con peso dramático, tan solo narrativo, o muchas veces funge de hilo conductor a falta de otros recursos que cumplan esa función. Esto tampoco funciona siempre, pero en los casos en los que lo hace, es porque hay mucho tino y consecuencia dentro de la construcción del guión o de la narrativa. El segundo caso, el del narrador omnisciente, es generalmente aquel de tono casi didáctico y que suena más a periodismo o a documental televisivo. Está por demás decir que en este caso no hay involucramiento alguno con lo personal.

El caso del realizador como personaje es bastante complejo. Decidir si aparecer o no, si contar hechos personales y relacionarlos con el tema de fondo -a menos que el documental sea sobre uno mismo o sobre algún acontecimiento íntimamente relacionado con la persona- no es fácil.

Debe pensarse en primera instancia en un elemento que actúe de ligazón entre lo íntimo y lo que se pretende colectivizar. En el caso de Isabel Dávalos, el pretexto de haber estado presente en vida durante aquella época no es suficiente. Los casettes de video de su padre filmando a la familia en los ochentas, no dicen nada que no se quede en ese in doors, en aquel ambiente casero de una familia quiteña común y corriente. Sinceramente no hallo la relación entre ello y los AVC. Ni siquiera la posibilidad de utilizar como recurso de liason el hecho de que Juan Carlos Acosta haya sido pariente en segundo grado de Dávalos fue explotado correctamente. Se pasa esta información a vuelo de pájaro, lo cual hace más aún evidente la falta de un tratamiento correcto del tono narrativo.

También, si por esas vamos, se pierde otra oportunidad importante de justificar el intimismo (tampoco mostrado adecuadamente, de paso) cuando sabemos por fuentes extras a la película, que Mauricio Samaniego, ex Alfaro, es su amigo. Por allí podía producirse la vía/pretexto para relacionar lo uno con lo otro. Pero esto jamás siquiera se nombra. Entonces, nos queda la duda de si su valor documental, es decir como documento histórico en sí, necesario y oportuno, esté por sobre consideraciones de valor estético, técnico y argumental. No sé si por el hecho de querer tener memoria a cómo de lugar debamos conformarnos con lo que ya está hecho y no seguir proponiendo nuevas visiones, nuevos puntos de vista, nuevos tratamientos. Con ello me refiero a que, pese que el trabajo de Isabel Dávalos es una buena producción documental, cuya importancia desde el punto de vista histórico y político es innegable, no creo que el resto de realizadores deban pensar que este tema ya se tomó, "ya lo ganaron" y que no se deba hacer nuevos productos desde otros vértices referentes.

A mi criterio lo de AVC es tiene una importancia tan crucial, incluso desde el punto de vista meramente romántico y anecdótico, que amerita ser revelado, mediatizado, puesto en agenda y guardado en la memoria colectiva de distintas maneras. Con ello no desmerezco el trabajo de Dávalos, que tiene un gran valor investigativo y por supuesto más oportuno no podía ser, ya que justo sale a la luz en el momento en el que por fin Febres Cordero ha sido inquirido formalmente por sus abusos de poder.

Por otro lado, tal vez mi punto de vista desde lo argumental con respecto a este documental sea puramente intimista y autoreferencial (lo acepto), ya que aunque yo era bastante niña, recuerdo muy claramente esa época y la sensación que me producía aquello. Esa misma mezcla romántica de emoción, adrenalina e ingenuidad que no se oculta en el documental, es quizás la que corría por mis venas en mi infancia cuando veía desde la tele o leía en los periódicos que aquellos guerrilleros se robaron la espada de Alfaro, asaltaron un banco, etc. Flotaba un aire apologético de sus acciones en el ambiente, y yo lo sentía. De hecho, tuve una mezcla de sentimientos cuando me enteré la masacre del secuestro de Nahím Isaías Barquet. Por más de que la prensa se empecinaba en decir: "Mataron a los malos", yo aún no me lo creía. Incluso me dio pena verlos morir, y más pesar aún me produjo que entregasen las armas, porque sabía que estaba frente al fin de algo más. De un algo que por entonces no sabía que era, pero ahora lo tengo tan claro...

Nunca fui afín a la izquierda como tal, pero AVC siempre fue más que un movimiento subversivo izquierdoso. Había un halo de misterio y emoción, de aventura, de un no sé qué que simplemente entendí hoy al escuchar a los ex Alfaro siendo entrevistados. Ellos también sentían ese algo que sin ser una exacta ideología política los empujó a lanzarse al vacío. Un algo que se mostraba como la última puerta de la utopía agonizante, puerta que quizás no conducía a nada, pero podía aún abrirse y a final de cuentas eso era lo que importaba...

martes, mayo 08, 2007

La Rabia de Fernando Vallejo y la Xenofobia

¿Un discurso visceral será suficiente para calmar conciencias patrioteras, cuando de abandonar la cuna se trata? Fernando Vallejo acaba de renunciar a su nacionalidad colombiana a escupitajos. Dice que es una tierra asesina, un país imbécil... En fin, sé que estos adjetivos no solo están relacionados con la reelección de Uribe, su odio es bien conocido por sus lectores. Hay una xenofobia descarada y sincera en sus novelas. Y él la explota sin miramientos, quizás es el condumio de su ficción pero en resumen, en muchas de sus novelas Vallejo cree que los colombianos son una raza miserable. Sus obras no solo rozan los contextos y problemas sociales derivados de la guerrilla, el narcotráfico y los paramilitares, sino con la genética.
El desprecio de Vallejo es incluso racial, es un desprecio a lo antiestético de una mezcla maldita, como él la considera. Para Vallejo el mestizaje es el orígen de muchos o casi todos los problemas sociales de Colombia. Y esto es extensible a los países de similares características. Nosotros por ejemplo... ¿Sacrílego? ¿Insultante? La sinceridad punzante y grosera de Vallejo es ofensiva desde todos los puntos de vista -si que quiere ver a la literatura como un reflejo de la realidad- pero no por ello deja de ser menos honesta.
No se puede negar que la realidad inmediata presenta pocos matices, que muchas veces la generalizaciones son tan aplicables, y que en este caso concreto, la marca de esa disimilitud, de esa heterogeneidad racial, venida con la conquista, ha hecho mucho daño. ¿Es una postura realista frente a la realidad física de un pueblo, una postura xenofóbica? ¿Se es racista por pensar que, en efecto, nuestra población es fea, antiéstética y sin gracia? Pues yo no lo creo, pienso que el tabú de la fealdad es uno de los más difíciles de vencer, puesto que al menos racialmente hablando, acusar a un grupo humano de feo -por sus valores puramente estéticos,-es considerado xenofobico. Nada más estúpido que eso. Por supuesto que Vallejo va más allá de la fealdad por la fealdad, y su postura purista deriva en varias aristas que llegan a conclusiones profundas sociológicas.
No es un secreto que la construcción socio económica de los países latinoamericanos con presencia importante de mestizaje, sea una pirámide en degradé. Abajo lo más oscuro, arriba lo más blanco. Así es y no hay por qué asustarse ni satanizar la sinceridad de la vista. Del entendimiento profundo de que hay un fuerte y grave componente físico y estético en los problemas sociales de una nación heterogénea.
Sino, para muestra un botón: Francia y las elecciones recientes. El espíritu "nacionalista" prevaleció y ganó el candidato conservador Nicolas Sarcozy, tan temido por sus decisiones "xenofóbicas" frente a los inmigrantes. Un nuevo problema social se avecina en Francia, que de paso ya empezó la semana pasada, con disturbios y quema de autos, los cuales en menor medida, se asemejan a los que ya protagonizaron los grupos sociales inmigrantes de la periferia en el 2005. Por supuesto muchos dirán que no tiene que ver con lo racial, pero a la final este es un dicurso que empieza y termina allí, en el ser otro, en el ser y verse diferente y que el resto te pueda reconocer como tal. Quien no se puede mimetizar físicamente en una sociedad homogénea es inmediatamente identificado como invasor. Y eso es lo que pasa en Francia.
Sé que ambos temas están muy lejos el uno del otro, pero hay un vínculo profundo: El temor del otro, sea o no invasor. Es un tema complejo, la diversidad y armonía señores se dan solo en la naturaleza, y en aquella que no ha sufrido aún los estragos de la mano del hombre. El abrazo multirracial es una gran utopía y una mentira descarada. Las diferencias existen y no se las puede esconder tras seudo discursos democráticos de igualdad, cuando a la vuelta de la esquina se mata y se odia al que no se ve igual que uno.
Aún vivimos una tierra que se espanta con esos grandes hombres zoomorfos montados en un caballo. Aún estamos rodeados de gente que mira a esos hombres oscuros y musculosos, y los confunde con animales. Todavía estamos viviendo un renacentismo tardío, y mientras no se superen las barreras entre el yo y el otro, seguiremos viviendo en sociedades que proclaman democracia y libertad, pero que tienen miedo de salir de su metro cuadrado, porque por allá están los de "otro color"... Y si yo o esos "otros" somos feos, pues ya está, lo somos y qué más da, sinembargo esa fealdad no tendría por qué condicionar la cualidad de humanos. Todo al mismo nivel.

martes, mayo 01, 2007

La hoguera virtual

Recuerdo la primera hoguera. Quizás fue la última. Tenía diecinueve años, una carrera botada en el primer semestre y una firma escurridiza que deseaba obtener, con pena claro. La primera hoguera fue en el patio de mi casa y tenía desde ropa hasta cosas de plástico, por eso era altamente tóxica y me hizo toser durante horas. Pero no me alejé de ella hasta que se apagase completamente. Y se apagó de hecho. No me convertí en el lado miserable y salí golpeada en busca de nuevas futuras hogueras.
Las siguientes hogueras nunca encendieron, quizás porque no acumulé material inflamable o puede ser que no haya tenido la necesidad de deshacerme de él. O tal vez no hubo despliegue romántico y las evidencias fueron eliminadas antes de que el perito llegase. Bueno, hubo otra vez una hoguera que fue un intermezzo. Fue necesaria para el alivio pertinente, y la celebramos en la terraza de un novio que tuve. Sólo fueron libros, qué pecado. Pero ni modo, había que deshacerse de la herejía. Ni Bradbury habría podido retratarme mejor.
Luego vinieron tiempos con demasiado viento, tan buenos para aprovecharlos y descontaminar el ambiente a punta de generar energía eólica. Pero en fin, nadie lo hizo, así que la contaminación quedó y el aire irrespirable de la ciudad terminó por ahogarlos vivos. Es terriblemente tétrico ver a esas momias petrificadas aún exhibiéndose por ahí. Muertas, sí, pero presentes. Como un museo de vestigios arqueológicos. Nunca fueron alcanzados por el fuego pero murieron de paro respiratorio. O intoxicados con el humo y la atmósfera envenenada. Quel domage!
Todas las hogueras y las posibles hogueras anteriores, me salvaron del patetismo. O por lo menos lo intentaron, y al pasar las semanas o los meses cumplieron su cometido. Borrar. Pero aún estaban rozando con aquella temporalidad inmaterial que es la que preocupa. No tuvieron filtro virtual, pero casi. Por ahí hay cientos de mails atrapados en bytes que se niegan a desaparecer por su negación implícita que parte de mí misma. De un simple Delete. De cómo el poder orgánico del fuego puede ser reemplazado con un click insípido, el cual además jamás podrá cumplir las funciones reales de la hoguera.
Lo que pasa es que siempre hemos pensado que las decisiones costarían más que una simple pulsación de un mouse. Demasiado facilismo en la vida contemporánea. Ya no tenemos que rompernos el coco, un botón tiene la respuesta. Pero, ¿En realidad la tendrá? Esa es la pregunta. No lo creo. Es un aliciente farsante de la voluntad. La decisión perpetua e irrevocable se toma en el plano de la acción real. Sentarse frente a una fogata sí que es una acción real. Decidir hacerlo, tomar el material y depositarlo en el fuego no es un acto simbólico. Es un acto. Hacer un click es un simbolismo filtrado, es un artificio simplón del olvido.