Ídolo

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Morrissey

jueves, julio 23, 2009

Lomas y colchones


Señores,

Taca taca taca taca taca taca. La bajada en helicóptero y la salsa de tomate en mi cabeza. Ayer fui testigo de una escena decimonónica. Otra vez la peste. Una mujer se desplomó a mis pies. Era rubia y blanca y traía un bolso otavaleño o quizás peruano –con eso de que ahora traen todo de allá-. Íbamos todos odiando a la humanidad. Una señora se pelaba con los de la puerta para que se quiten de ahí y éramos testigos de la clásica pelea “placera”. En un ecobus. No había mucho oxígeno, había que arrancharse las partículas de aire y la rubia, blanca y gringa se quejaba. Put your head out of the window. ¿Don’t you see I can’t? ¡My head is bigger than this space! El bus seguía embutiéndose en cada parada y la rubia gringa blanca empezaba a odiarnos a todos. Mi parada. Cincuenta personas compactadas en un espacio para quince. Empujones y hasta patadas. ¡Enferma por favor! El acento con ‘eres’ de colchón de aire se desinfló encima de la horda de pasajeros. ¡Plaff! A mis pies la que iba ligera, la que iba pálida, la que iba fina perdía su alada esencia y caía como en un colchón de ‘eres’ gringas porque su caída fue tan suave, tan acolchonada, tan melodiosa, que caía ligera, pálida y fina, indolora, insonora e insípida. Con los labios blancos, cuarteados, los ojos en 180 grados, los brazos tocando la mugre del piso, la gente pasando por encima, sin mosquearse, entre ellos yo, que la tenía a mis pies, que la miraba con incredulidad, con miedo, con asco, con plasticidad, con tontería. “No necesitan de mí”. Y me fui con la AH1N1 bailando y saltando entre las cabezas de todos los que entrábamos y salíamos de la estación. Viéndonos con cara de muerte, oliendo los sueros, detestando la idea de pasar todos los días por un hospital de niños.

Pero yo no le tuve fe al desmayo de la gringa. No fue el desmayo del corsé, no fue el de la tuberculosis ni el de la peste. Hoy pienso que era la venganza de Moctezuma tal vez, el alma hecha agua. Deshacerse en el tercer mundo, disolverse entre mierda es la metáfora más acertada. Hay que venir y licuarse para saber lo que nuestras entrañas contaminadas contienen. Nosotros tenemos los parásitos adentro, no parasitamos, nos parasitan. Salmonella. Campaña de vacunación para la Hepatitis.

Todos los días veo gringos bajando del monte. Yo subo y bajo del monte todo el día y cada vez me pregunto más: quién quiere vivir en perpendicular, sintiendo que se te cae la vida por la ventana todos los días. Terrible geografía disfrazada de exclusividad. Pero el reino de las alturas se está acabando. Veo todos los días desde la lomita con bella vista, como durante meses no se arriendan departamentos que primero decían: se vende. Luego: se arrienda. Luego: se vende o se arrienda. Luego: haga lo que sea con esta mierda de lugar, yo me quiero ir a vivir en un hueco plano, caluroso y exclusivo. Primero se sube, luego se baja. Casas, mansiones abandonadas. Hay barrios en esta ciudad que parece pueblos fantasma o el reino de las empleadas y los jardineros. Yo espero media hora mi busecito, y las empleadas, los jardineros, los plomeros, los pintores tienen tanta paciencia para drenar cada día una hora de espera en el limbo de una parada de autobús. Los gringos salen de ver la edad de la ira, y esperamos todos juntos, a veces nos miramos, otras empezamos a leer las nubes, las paredes, los baches. A veces no llega el bus y todo se disuelve.

Me vi llegando tarde a todo.

Debo irme,

Att,

D.