El secreto es ir con las expectativas bajas. Yo lo hice. Cuando vi el trailer no di un centavo. Muy injusto de mi parte. Bastante prejuicioso y hasta clasista. Claro, porque la factura en sí no era mala, lo que molestaba era el supuesto discurso ficcionado desde un personaje que se reconstruía desde lo cinematográfico, siendo lo mismo fuera de las cámaras. Eso intuía yo. Y la sospecha de que se iba a convertir en un penoso ejemplo de una película ecuatoriana “B”. Pero qué lindo puede ser a veces equivocarse.
De hecho, la película empieza demasiado grandilocuente para mi gusto. La cabeza de la virgen del Panecillo explota y cae sobre la plaza de San Francisco. Hay varios tropiezos: La estética de la publicidad persigue a todo el filme, el lenguaje audiovisual televisivo a ratos nos recordó a una teleserie colombiana, la narrativa que se corta y deja fluir una sub-trama poco verosímil que transforma a este drama costumbrista en un thriller de acción poco logrado. Pero aún así, no es una mala película. Es un filme que pudo haber sido excelente. No lo fue, para nuestro pesar, pero logró lo que muchas películas ecuatorianas no consiguieron: ser el filme que su director quiso hacer. No fue un acto fallido. En ese aspecto fue sumamente exitosa la propuesta. “A tus Espaldas” es ni más ni menos lo que quiso ser. Es un ejercicio sin pretensiones. Un filme hecho y pensado para el gran público, y que no se enreda en sí mismo.
La clave del éxito de este filme, a mi entender, es la utilización de recursos simples y probados, los cuales fueron introducidos en la narrativa sin el más absoluto miedo a la cursilería o a la ordinariez. Ahí está la clave. Hay clichés, sí, hay obviedades, sí. Pero extrañamente funcionan porque nadie se puso a inventar el agua tibia y el resultado fue un filme que calza en sí mismo. La fórmula es bastante simple: una trama aristotélica sin ramificaciones ni subtramas. Un sólido personaje principal sobre el cual recae todo el peso narrativo y dramático, y un par de estampas costumbristas que gracias a actuaciones bien logradas, no caen en la burla ni en la ironía gratuita.
Pero profundicemos más esta idea: la ironía gratuita. Esto tiene que ver con el lugar o el “nivel” desde donde se cuenta la historia. Es muy difícil para un cine en ciernes como el nuestro, contar historias desde eso que somos. Se corren muchos riesgos. Riesgos que Tito Jara, el director de “A tus espaldas”, no corrió por una simple razón: Su visión de la historia es rasa y paralela. Es contada no desde el otro sino desde sí mismo. Es un esfuerzo bastante democrático. El director no es dios. Es un ejercicio de sinceridad, de un despojarse de complejos. Un ejercicio que no cae en la caricaturización del personaje. No nos reímos de él porque es ridículo o estúpido. Nos reímos de él porque somos él. El más grande acierto de Jara es la empatía que logró entre el público y personaje principal. Ok, quizás no les pase a todos y todavía para muchos sea muy difícil desprenderse del cliché del cine “respetable”, aquel que debe ser hecho desde un Olimpo cinematográfico que roza con la perspicacia de quien está más allá del bien y el mal.
Por el contrario, se nota que “A tus Espaldas” conoce sus limitaciones. Y cuando hablo así, poniéndole una carga antropomorfa al filme, es precisamente porque lo veo bastante humanizado como producto. Y cuando me refiero a “humanizado” no hablo de sensiblería alguna dentro de su trama, sino a la voluntad de construir una película que se defiende a sí misma sin la necesidad de tener una mente “conceptual” detrás que explique las intenciones de la cinta. Por eso, nuevamente: es lo que es.
Y por eso funciona. Le duela al que le duela. Le moleste al que le moleste. “A tus Espaldas” es uno de los más grandes aciertos cinematográficos del cine ecuatoriano. Siguiendo la simple fórmula de no meterse en camisa de once varas ni en terrenos desconocidos. Es una estampa costumbrista y no teme serlo. Es un retrato limpio de un “chullita quiteño” moderno. Y cuando –personalmente- más admiramos su justo desempeño, es precisamente cuando la escena, el tema y el personaje podían caer al barranco. Se trata del monólogo sobre la Virgen del Panecillo, en el que un borracho chullita moderno, el personaje principal, explica todas sus frustraciones desde la lucidez alcohólica, mientras sus reclamos se dirigen a esa Virgen que da las espaldas a los habitantes del sur. Una escena que salió airosa de la prueba de fuego y que definitivamente me convenció de que era una buena película.
Y por último, contrario a lo que muchos dirían, no hallé impostación alguna a las actuaciones. Más bien todo lo contrario. El trío de oficinistas quiteños es perfecto. No se puede pedir más en esas actuaciones. Son lo que son. Quien vive en Quito sabrá que es cierto. Sabrá que la impostación no está en las actuaciones sino en la vida misma. Yo por eso y por todo lo dicho anteriormente, aplaudo a “A tus espaldas”. Lo único que lamento es que en una voluntad de convertirla en un filme político y socialmente trascendental, se desvió la historia hacia algo que era absolutamente innecesario. Ese error, le costó el convertirse en una gran película…. Otra vez será…