Hoy es día de fragmentaciones. Ayer fue el de congregaciones y por simple básico equilibrio, hoy hay que disgregar algo. No yo, no a los demás. No a los demás y yo, sino a la idea de la continuidad. El proceso que se cree fallido por no hallar vías sin baches que detengan su avanzar. Por eso, machete en mano, mejor es avanzar por la selva. El camino más corto debería ser el más difícil como ya lo dijo el entrañable Big Fish…
Hasta mientras, veamos que hallamos por el medioambiente citadino impreso en papel periódico….
“La moda veraniega empieza a verse en las calles de Quito
Dos mujeres de la urbe llamaron la atención de los transeúntes de la avenida Patria y Juan León Mera, al norte de la urbe. Las dos vestían minifalda y blusas transparentes. Algunos ciudadanos todavía no se acostumbran a ver este tipo de moda a pesar de que el verano está empezando. En la gráfica se aprecia como un hombre voltea la cabeza para observarlas”.
Conclusión: La urbe es una ubre.
Ahh el periodismo anecdótico. Ohhh las cajas de relleno. ¡Pues que viva la literalidad! La foto es más habladora que lora adiestrada, pero sin embargo, por si las moscas, había que poner una explicación para el que no la entendiera. Ponerle un simple título habría estado bien, pero ese no es el asunto. El periodismo gráfico urbano-anecdótico convertido en la huachafería más reveladora. Y no porque el par de mujeres de minifalda sean las chicas frigidaire (no, no por impulsadoras ni por frígidas), sus cuerpos cuadrados sin cintura son por demás decirlo: horribles y antiestéticos. No, no es por eso. Ni tampoco porque tan solo una de las admiradas jovenzuelas tuviese una blusa transparente y no las dos como la generalizadora nota quisiera hacernos ver.
No. Ni siquiera por el hombre aquel que desearía tener en sus manos uno de esos traseros cuadrados. Disculpen la crudeza. Simplemente es reveladora la foto por mostrarnos una de las obviedades más profundas y menos tratadas: el acondicionamiento estético. Mejor no voy a entrar en detalles acerca de lo que quiero decir con eso, porque no quisiera que me lluevan piedras encima. No es racismo ni xenofobia, es simplemente ver las cosas como son. Aunque quizás deba descubrirse aún los efectos que tiene una descarga de hormonas sobre la visión. Ja ja, no, eso es una broma…
En fin, mejor lleguemos al punto dos de las revisiones diarias. No FARC y rehenes muertos (yo no fui, fue teté), ni Chinos Traidores (portada de un diario peruano) tratando de evadir la justicia lanzándose a la arena política japonesa. Mejor hablemos de música…
Facundo Cabral condecorado por el alcalde, declarado huésped ilustre. Un concierto de Leo Dan (Gordo y feísimo, care Mickey Rooney), Tormenta (pacto con el diablo), Miriam Hernández (otro pacto con el diablo) y Sahiro (mi grupo favorito según el Hi5). Ah, me olvidaba, y otro concierto más de Facundo Cabral. Sólo faltan los Iracundos, los Terrícolas de Venezuela y Pueblo Nuevo. Ya pues, ¿hasta cuándo va a ser actual Piero? ¿Es que nunca va a pasar de moda la música del recuerdo? Que ya no es del recuerdo porque se escucha todos los días en las quinientas radios especializadas. Artistas que nadie para bola en el resto del continente se hacen su agosto en Quito. Increíble.
Y no es que tenga algo en contra de ellos o de su música (muchas canciones disfruté a viva voz), no es contra ellos este manifiesto pro entierro de cadáveres musicales insepultos. Es en contra de los productores de eventos. Los organizadores de los conciertos que no tienen la más mínima idea de la responsabilidad social y cultural que adeudan. Y como no, de los productores y conductores radiales, y de las mismas radios y demás medios de comunicación, que son finalmente quienes deciden lo que está in o out en la música popular.
No es cuestión de traer “lo que la gente quiere”. Se sabe bien que lo que esa gente quiere oír es lo que le han dado para consumir. Hay una oclusión musical, un estancamiento de gustos por culpa de los ofertantes (no de los músicos, ojo). La audiencia, tiene derecho a que se de algo más, a que se le eduque en gustos musicales. Uno no puede preferir algo que desconoce. Es infame la reducción de los linderos musicales populares. Infame. Yo no estoy en contra de que venga Tormenta y leo dan, pero de que vengan cada día del padre o del árbol, y que prácticamente se desconozca qué hay más allá de Arjona o las estrellas del reggaetón, nuevamente es una actitud infame. Un negociado sucio, antivalores. Porque la cultura es un valor que se debe cultivar. Educar a la población no es enseñarle a sumar y a restar, sino también enseñarle incluso a tener gustos diferenciados. Esta educación debe ser continua y ahí sí, plural.
Ese conductivismo mediático que salpica a las artes (porque la música popular también es arte), está haciendo un grave daño en la construcción del pensamiento social. Es justo y necesario no sólo dar bases y cimientos a esa construcción, sino darle continuidad. Y lo único que se está haciendo, es fragmentarlo y tomar una parte empantanada.
Generando cultura desde la tabla de planchar.
Hasta mientras, veamos que hallamos por el medioambiente citadino impreso en papel periódico….
“La moda veraniega empieza a verse en las calles de Quito
Dos mujeres de la urbe llamaron la atención de los transeúntes de la avenida Patria y Juan León Mera, al norte de la urbe. Las dos vestían minifalda y blusas transparentes. Algunos ciudadanos todavía no se acostumbran a ver este tipo de moda a pesar de que el verano está empezando. En la gráfica se aprecia como un hombre voltea la cabeza para observarlas”.
Conclusión: La urbe es una ubre.
Ahh el periodismo anecdótico. Ohhh las cajas de relleno. ¡Pues que viva la literalidad! La foto es más habladora que lora adiestrada, pero sin embargo, por si las moscas, había que poner una explicación para el que no la entendiera. Ponerle un simple título habría estado bien, pero ese no es el asunto. El periodismo gráfico urbano-anecdótico convertido en la huachafería más reveladora. Y no porque el par de mujeres de minifalda sean las chicas frigidaire (no, no por impulsadoras ni por frígidas), sus cuerpos cuadrados sin cintura son por demás decirlo: horribles y antiestéticos. No, no es por eso. Ni tampoco porque tan solo una de las admiradas jovenzuelas tuviese una blusa transparente y no las dos como la generalizadora nota quisiera hacernos ver.
No. Ni siquiera por el hombre aquel que desearía tener en sus manos uno de esos traseros cuadrados. Disculpen la crudeza. Simplemente es reveladora la foto por mostrarnos una de las obviedades más profundas y menos tratadas: el acondicionamiento estético. Mejor no voy a entrar en detalles acerca de lo que quiero decir con eso, porque no quisiera que me lluevan piedras encima. No es racismo ni xenofobia, es simplemente ver las cosas como son. Aunque quizás deba descubrirse aún los efectos que tiene una descarga de hormonas sobre la visión. Ja ja, no, eso es una broma…
En fin, mejor lleguemos al punto dos de las revisiones diarias. No FARC y rehenes muertos (yo no fui, fue teté), ni Chinos Traidores (portada de un diario peruano) tratando de evadir la justicia lanzándose a la arena política japonesa. Mejor hablemos de música…
Facundo Cabral condecorado por el alcalde, declarado huésped ilustre. Un concierto de Leo Dan (Gordo y feísimo, care Mickey Rooney), Tormenta (pacto con el diablo), Miriam Hernández (otro pacto con el diablo) y Sahiro (mi grupo favorito según el Hi5). Ah, me olvidaba, y otro concierto más de Facundo Cabral. Sólo faltan los Iracundos, los Terrícolas de Venezuela y Pueblo Nuevo. Ya pues, ¿hasta cuándo va a ser actual Piero? ¿Es que nunca va a pasar de moda la música del recuerdo? Que ya no es del recuerdo porque se escucha todos los días en las quinientas radios especializadas. Artistas que nadie para bola en el resto del continente se hacen su agosto en Quito. Increíble.
Y no es que tenga algo en contra de ellos o de su música (muchas canciones disfruté a viva voz), no es contra ellos este manifiesto pro entierro de cadáveres musicales insepultos. Es en contra de los productores de eventos. Los organizadores de los conciertos que no tienen la más mínima idea de la responsabilidad social y cultural que adeudan. Y como no, de los productores y conductores radiales, y de las mismas radios y demás medios de comunicación, que son finalmente quienes deciden lo que está in o out en la música popular.
No es cuestión de traer “lo que la gente quiere”. Se sabe bien que lo que esa gente quiere oír es lo que le han dado para consumir. Hay una oclusión musical, un estancamiento de gustos por culpa de los ofertantes (no de los músicos, ojo). La audiencia, tiene derecho a que se de algo más, a que se le eduque en gustos musicales. Uno no puede preferir algo que desconoce. Es infame la reducción de los linderos musicales populares. Infame. Yo no estoy en contra de que venga Tormenta y leo dan, pero de que vengan cada día del padre o del árbol, y que prácticamente se desconozca qué hay más allá de Arjona o las estrellas del reggaetón, nuevamente es una actitud infame. Un negociado sucio, antivalores. Porque la cultura es un valor que se debe cultivar. Educar a la población no es enseñarle a sumar y a restar, sino también enseñarle incluso a tener gustos diferenciados. Esta educación debe ser continua y ahí sí, plural.
Ese conductivismo mediático que salpica a las artes (porque la música popular también es arte), está haciendo un grave daño en la construcción del pensamiento social. Es justo y necesario no sólo dar bases y cimientos a esa construcción, sino darle continuidad. Y lo único que se está haciendo, es fragmentarlo y tomar una parte empantanada.
Generando cultura desde la tabla de planchar.