Ídolo

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Morrissey

lunes, junio 07, 2010

¡Hasta cuándo sigues viviendo con tus taitas!


Es la pregunta, o reclamo que muchas mujeres quizás hemos hecho a algún novio, amante o demás. Al ver su cara de comodidad y almuerzo servido en la mesa, ropa planchada y cama tendida, nos ha entrado una especie de rabia. ¡Por qué no se larga de una buena vez! Pero, uf, este sí que es un tema que se vuelve un pulpo de posibilidades. La primera: ¿por qué quejarse únicamente de los hombres que aún viven con sus padres, si también hay mujeres que siguen viviendo con sus padres después de los treinta? Respuesta: los consabidos factores culturales que ya conocemos todos: hombre sostén de familia, mujercita protegida hasta que el marido se la lleve… El problema es que estos paradigmas ya no tienen nada que ver con nuestra realidad actual: el hombre cada vez sostiene menos y la mujer es económicamente independiente. La mujer ya no es la indefensa desprotegida, ahora es una mujer que sabe valerse por sí misma. Punto y respiro.

Entonces, ¿por qué ese esquema sigue arraigado en nuestras mentes? Porque las creencias y costumbres son tan fuertes como concepto, que desterrarlas del mundo ideológico es aún más difícil que desterrarlas del mundo práctico. Sí, en la práctica la mujer ya no depende económicamente del hombre, pero en la mentalidad de muchos, aún es como si lo fuera. Y con esto cierro la primera posibilidad.

La segunda viene por otros factores culturales –sí, qué redundancia- que ya no son tan macro como los anteriores, más bien obedecen a realidades locales. Uno: la relación “atado de guineos” que tenemos con la familia. Nuestras costumbres de país están muy cercanamente relacionadas con el fenómeno “fanesca”. Sí, ese plato auténticamente ecuatoriano en el que se pone un poco de todo, y se mezcla y se come junto. Pues, en las relaciones familiares solemos ser un poco así: juntos y revueltos hasta que la muerte nos separe. En nuestro país hay condominios enteros llenos de todos los descendientes de una misma rama familiar viviendo juntos. Se odian, se aman, se odian, se aman. Y las madres generalmente son felices si todos “los suyos” –nunca mejor utilizada esta palabra” están cerca. De paso, otro “factor cultural”: las madres pulpo, ojo y no esto no exclusivo de nuestro país. En Italia, el 70% de los italianos entre 18 y 39 años viven en casa de sus padres. La Mamma puede más.

Por si esto fuera poco, entra en la cancha otra cuestión. El poder adquisitivo. En promedio, en nuestro país es bastante bajo, ya lo sabemos. Y eso hace que prefiramos quedarnos en la casa de nuestros padres, antes de gastar la plata que no tenemos. Sin embargo, muchos –sobre todo actualmente que se han roto las convenciones- aplican soluciones que se ven en países del primer mundo: compartir departamentos. Pero, ¿no estamos volviendo a lo mismo? Es decir, a lo mismo pero distinto. La vida en comunidad que es finalmente la cuestión. El hecho, entonces, no es vivir solo, sino ser autónomo con respecto a la familia. En algunos países Europeos son las madres las que alientan o "echan" a los hijos mayores de 18 años a vivir su vida independientemente. Pero esto no es Europa y hasta que nuestras mamacitas cambien de mentalidad pasarán años. Hasta mientras, así estamos bien ¿no?


La fotillo que vemos en este artículo es de la película francesa Tanguy, en la que extrañamente un joven de 28 tempranos años vive aún con sus padres, lo cual es pésimamente visto hasta por sus propios progenitores. Ellos no ven la hora de echarle de la casa y hacen todo lo posible para que se vaya. Hasta terminan alquilándole un departamento propio. Observación uno: el muchacho en cuestión parece un maduro hombre de cuarenta (ahh...los aspectudos europeos). Observación dos: ¿28 años? Eso es como que aquí echen a alguien de 18. Ahh las diferencias culturales. Pero, me pregunto ¿será que esa tremprana madurez física de los europeos hace que los padres vean a sus hijos más viejos de lo que son?


Era una pregunta abierta...

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