Ídolo

Ídolo
Morrissey

viernes, abril 27, 2007

True Lies

To fit: Calzar, encajar... Meterse dentro de una forma inerte y acomodarse a cómo de lugar, sintiéndose lo más cómodo posible.

Si te obligan a cambiar lo que quisiste decir, o quizás inseguramente decir, ya se va por la borda el sentido primero y lo que queda no son más que retazos y falsetes que quieren calzar en el ideal del otro. Estoy hablando del periodismo. No se puede hacer una crónica sin ser testigo presencial de los hechos. Qué haces entonces para mantener el tonito de narrador tácito y observador silencioso. Por favor, si no he observado nada, por falta de tiempo, premura de los editores y personajes escurridizos a quienes debes agradecer con alivio que te hayan dado unos minutitos de su tiempo. En fin, qué haces si el ambiente croniquesco se vuelve lo menos pintoresco posible, ya que las únicas acciones descriptibles son el movimiento de manos y el gesto único de una conversación. ¿Me explico?

¿Ficcionas? ¿Inventas hechos corriendo el riesgo de ofender a los actores implicados? Para la ficción está la literatura, y para la verosimilitud también está la literatura. El periodismo es lo menos verosimil que hay puesto que nunca se te va a presentar la realidad como tal, y no queda nada más que imaginarla. Pero eso ya es ficción.
¿Entonces, cuál es la solución? Faltar a la ética mínima de fidelidad y crear ambientes, espacios, situaciones y hasta personalidades para que la crónica sea divertida y no una sucesión de hechos contados y recontados de segunda fuente. Obvio, el periodista se convierte en la segunda fuente y no en la primera, como debería ser cuando se trata de una crónica. No queda más que confiar en lo que nos cuenta de sí mismo el personaje a observar y reproducirlo de una manera lo más imparcial posible para que no hayan futuras quejas.
No me siento muy cómoda que digamos en esa postura. Por qué no seré más irresponsable y de una vez lo invento todo, total, creo que el periodismo al final se trata de eso. El problema no es mentir sino la pretensión de realidad y verosimilitud con que se presenta al ojo público un relato.
No es la mentira descarada la que daña, sino la que se niega a reconocerse como tal. La que se esconde en mil artilugios, sentencias y autojustificaciones para llegar a convencer y convencerse a sí mismo de su fidelidad. Esa que se pretende verdad. Y eso es el periodismo. Por eso me quedo con la sinceridad farsante de la literatura. Gracias.

martes, abril 24, 2007

No es la noche

No es a la noche a la que temo, sino a la muerte de la noche. No es la oscuridad la que me espanta, sino el esclarecimiento de los hechos.

Luego de la pupila acostumbrarse a cerrar su diafragma, el primer rayo hiere sin pudor.

Por eso déjame dormir contigo esta noche. No me dejes sola. No me sueltes porque los enemigos del indecoro saldrán a buscarme.

No es lo que no veo. No es el andar a tientas. No es la ceguera. Es la voluntad de mirar, lo inevitable del tinturado albo. La voz magnánima ordenando desaparecer a las tinieblas. La implantación del ciclo perpetuo. El encaje y desencaje de lo habitual. El hacha trabada a cinco centímetros del cuello y el antifaz que deja pasar los rayos de luz primeros.


Es como yo queriendo verme bella en medio del aire maleado. Son las ventanas empañadas de vaho nocturno. Del sudor inactivo, lejos de cualquier arrojo elemental de carne, lejos de cualquier contacto paralelo.


Soy yo queriendo prolongar el mismo día. El día mismo. Regresando a ver el reloj sólo para descubrir que siempre se repite el mismo número:

1:11 3:33 5:55

Cinco y cincuenta y cinco, la hora más peligrosa. Sin azar ni sorpresa, siempre con ese frío blanquecino y descolorido.

Déjame dormir contigo hoy. Mañana. El domingo. No hay motivos para no regresar a la muerte de la noche. Ella espera, infinita amante de la agonía. Agonía de madrugada.

lunes, abril 23, 2007

Esque no se puede parar la lluvia

No hay cómo volver plano a un pétalo sino rompiéndolo

Yo no quiero más que escribir.
Tener que estar en lugares donde no quiero estar.
Presentaciones melosas mal leídas.
Insufribles palabras haciéndose pasar por ingenio infantil.
Pronunciadas por una mujer de mediana edad, con el tono aquel que pretende ser entrañable.
Siempre la falta de sinceridad se repite.
¿Quiénes mismo serán? ¿Quiénes mismo seremos?

Y yo aún con chuchaqui de ducha. De haberme tirado dos horas en el piso recibiendo agua y agua. Y sin poder levantarme. Imposibilitada. Deshauciada de movimiento más que de ese ritual amargo. Sin poder salir. Sin poder ahogarme. Sin intentar recoger agua en mis pulmones porque el instinto de supervivencia es más fuerte. Es más fuerte que esa necesidad de nada. Que esa idea pastosa de huir del propio cuerpo. Porque no es bello, porque no responde y se niega. Y arde, y se descascara. Y la fricción enrojece la piel, y aún así no tengo condescendencia ni miramientos. Arde el cuerpo, arde la caverna blanda. Sobreexpuesta a punta de obligación.

Sigo apretando los músculos para sacar el bien. Para sacar provecho de eso que me queda, el arquetipo en edad madura. Sigo extrañándome en la sobreexigencia de los músculos gemelos, entre los tendones tensos. Una tensión cervical que se niega, rebelde ella, a exprimirme. A dejugarme. A desaguarme. Y sigo, y no paro. Y nadie puede detenerme, ni siquiera mi propia imposibilidad de morir cinco minutos. Antes, cuando se moría veinte o treinta veces seguidas, la resurrección era siempre dolorosa pero inacabable. Siempre había un por qué seguir. Un por qué no seguir.

"Por simple derivación, cuando uno ama muchas veces, muere muchas veces"

Hoy sigo presionando la pituitaria.

Una vaca muerta. Mosqueada. Un alguien que fue respetado en vida y olvidado después de las moscas.

A menos que decida cerrar la llave de agua, no sentiré la temperatura real. El frío, una mentira. El calor, otra mentira. Una verdad temperada, aclimatada. ¿Beber agua al clima?

¿Dónde está la verdad de la desnudez de mi cuerpo? ¿Es cierto que debo congelarme al enfriarse las gotas de agua sobre mi piel? No. No lo sé.

¿Por qué se evaporan las ansias? Las mías. ¿Dónde quedaron las contracciones colonizadoras? Con el aire dentro. Un ruido tonto. Los músculos tensos. El cuello ensanchado. El brazo tembloroso ya sin fuerza y la muñeca fallando en el papel. El teclado y la pantalla. El frío. La puerta metálica y el vidrio catedral. Un plato sucio. Y yo.

sábado, abril 21, 2007

There`s an ordinary world

Definitivamente hay que ir en busca de esa ordinariez



Came in from a rainy Thursday
On the avenue
Thought I heard you talking softly
I turned on the lights, the TVAnd the radio
Still I can't escape the ghost of you


What has happened to it all?
Crazy, some are saying
Where is the life that I recognize?
Gone away


But I won't cry for yesterday
There's an ordinary world
Somehow I have to find
And as I try to make my way
To the ordinary world
I will learn to survive


Passion or coincidence
Once prompted you to say
"Pride will tear us both apart"
Well now pride's gone out the window
Cross the rooftops
Run away
Left me in the vacuum of my heart


What is happening to me?
Crazy, some'd say
Where is my friend when I need you most?
Gone away


But I won't cry for yesterday
There's an ordinary world
Somehow I have to find
And as I try to make my way
To the ordinary world
I will learn to survive



Papers in the roadside
Tell of suffering and greed
Here today, forgot tomorrow
Ooh, here besides the news
Of holy war and holy need
Ours is just a little sorrowed talk



And I don't cry for yesterday
There's an ordinary world
Somehow I have to find
And as I try to make my way
To the ordinary world
I will learn to survive


Every one Is my world,
I will learn to survive
Any one Is my world,
I will learn to survive
Any onen Is my world
Every one Is my world

martes, abril 17, 2007

¿Esas son tus penas?

No, esas son tus panas

Si el oxímoron de la canción “Va cayendo una lágrima” de los Iracundos llevara la voz cantante en la última película de estreno nacional “Esas no son penas” (Anahí Hoeneisen y Daniel Andrade), pues acertaría sin lugar a dudas en el ánimo capitalino que se pretende retratar. Sin embargo, es allí en donde precisamente me entra la duda ¿En realidad somos tan grises como nos pinta el filme? ¿Sufrimos, o mejor dicho, sufre la mujer de clase media en ese nivel? Sospecho que no, al menos de esa manera, no.

Dejando de un lado los artificios técnicos, y centrándonos en la trama y el componente dramático, creo que la insistente idea de desolación (conseguida a través de mostrar constantemente un Quito Norteño nublado, y por supuesto los gestos parcos de sus personajes) viene más a parecerse al laconismo de un filme sueco o noruego, que a nuestro ánimo andino yaraviesco, por demás diferente. Y no es que esté errado per se mostrar desolación y estancamiento, sino que ello debería ser producto y consecuencia de algo más, que aunque no sea explícito, debe estar presente. En “Esas no son penas”, este ánimo desgastado está mostrado como génesis y consecuencia, en un proceso indiferenciado. Me atrevería a decir que no ha pasado por el filtro de lo cinematográfico.

Hay una falta de intensidad en los efectos, es decir, entiendo perfectamente la idea de mostrar desolación, pero lo único que se consigue es transmitir al espectador una aridez directa, generada por lo pusilánime del filme como producto y mas no arrancar sentimientos diferenciados que son los que el buen cine suele producir. Con ello no quiero decir que sea una mala película. Hay elementos interesantes, la estructura de la trama es simple pero podría funcionar si se cuidara mejor ciertos aspectos del guión, las actuaciones en general son buenas y dentro de lo que se persigue, funcionan.

El problema es el producto final, que a mi criterio no cumple su cometido, el que su directora buscó: Retratar a esa clase sánduche, la clase media, que es la que se quedó porque no pudo emigrar. Sin embargo allí surge un nuevo error: Esas mujeres -cuyas actuaciones como dije anteriormente, se sostienen perfectamente- no representan físicamente hablando, al promedio de mujer de clase media. Y ese es un grave error no solo de casting sino de honestidad. Una cosa es la ficción, y otra, la verosimilitud. De sobra sabemos que el promedio es el mestizaje, y hablando sin pelos en la lengua, el tipo físico, la ropa, e incluso las actitudes son otras. Está demás por decir que la mayoría de las actrices protagonistas ostentan raíces directas europeas, españolas y chilenas. (De paso, caritas bastante conocidas del mundillo cultural).

Por ello, no es más sincero decir: Quería hacer un filme que retrate vidas específicas de un grupo de gente de clase media (no la mayoría). Creo que pretender dar voz a un grupo social inmenso a través de generalizaciones mal estructuradas, es tremenda ingenuidad. Y por otro lado, me pregunto ¿A dónde fue a parar el sol avasallador de un medio día quiteño? Entiendo, se está mostrando una parte del todo, pero tanta coincidencia de sufrimiento junto, no puede ser gratuita.

sábado, abril 07, 2007

Una rosa es una rosa es una rosa

Una mentira y un credo
por cada espina del tallo
que injertandose en los dedos
una rosa es un rosario
Betty dramática y evitada por la madurez. No sé qué clase de espíritu la soporte, pero a mí me arrancó menos lágrimas, no sé qué pasó. Sí sé qué pasó. Un último traspaso, la última utopía pendeja desbaratada. Eso.
Una doble muerte y el presentimiento del término del escozor. Una agonía prolongada que no deja de ser fastidiosa, por ello, ¡bien Zorg!, las tres o cuatro veces anteriores me cayeron lágrimas injustas. Ésta vez fue distinto, siempre te dí la razón, la compasión no es suficiente para tomar la decisión. Hay algo más allá, un algo egoísta pero válido que nos hace apretar el gatillo y dar el tiro de gracia. Aprieta fuerte la almohada, hasta que deje de respirar... Quizás ésta sea la última vez que vea esa película.
Para Amaranta