Ídolo

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Morrissey

martes, enero 01, 2008

La esperanza tácita

Yo al año lo miro como una plancha de papel que tiene impresos los meses y su perspectiva está en unos treinta y cinco grados, con una orientación más o menos desde el sur-este. No es un calendario, aunque parecería. No lo es porque cada mes es a su vez, es una gaveta rectangular que puede tomar volumen tridimensional cuando regreso a él para encontrar información archivada.
Ayer le doné unos minutos al arte del desciframiento del pensamiento objetivo (no dialécticamente hablando, más bien me refiero a aquella materialización de las nociones concretas pero subjetivas e inmateriales). Hay que poder tocar al año para ordenarlo, por eso hay que convertirlo en objeto. Esa es la función del calendario, más allá de ser un recordatorio. Objetivizar la noción del tiempo es un poco fructífero intento de entender a la humanidad. Intento que con el “paso de los años” se revistió de una nueva funcionalidad, ya que estuvo claro que el progreso del tiempo, existencialmente hablando –y despojándole de toda construcción humana práctica-, no tiene sentido.


Hoy el conteo de los años quiere esconder la cuenta regresiva que lleva implícito el mismo cálculo constante de esa nada que son los años. Porque es ahí cuando el infinito experimenta la propia angustia de no saberse eterno o finito. No sabemos a dónde nos lleva la cuenta más que a la propia muerte. Pero colectivamente es inútil, porque nos daría exactamente igual marcar ciclos con finalidades prácticas (como ya la naturaleza misma se ha encargado) que seguir aumentando años al mundo con una misión algo arrogante, algo portentosa: la ilusión del progreso.


Que no se entienda al ciclo como un estancamiento. Que no se repita la humanidad. Que no se repita la historia. Que no se repita el pensamiento. Que la universalización de la humanidad no sea el fin de la misma. Que el traspaso de barrera y fronteras no se traduzca en una homogenización anuladora de individualidades. Que el Imagine de John Lennon, por Dios, no sea la utopía más tonta que haya existido sobre la tierra. Por favor que no sea así. ¿Imagínense a todos siendo iguales, pensando lo mismo, viviendo lo mismo, mirándose al espejo del prójimo? Está bien que desaparezcan las guerras y toda injusticia que veje la integridad de un ser humano. Pero ese “ser iguales” suena tan peligroso como aquella tesis tan temida del socialismo. ¿Acaso no busca el Capitalismo y sus modelos económicos hijos convertirnos en un ser genérico? Un ser más vulnerable y por lo tanto más manejable por llevar una estructura conocida al revés y al derecho.


Hay que sostener cierta esperanza tácita de todos modos. Como esa de llegar pronto a la adultez, y una vez estando ahí, anhelar una vejez digna… O como esa de creerse uno y único, y no darse cuenta de que se está navegando en el mismo río, el cual, inevitablemente, desembocará en el mismo mar…

1 comentario:

Anónimo dijo...

No lo divulgues.

son acción y reacción
sin quererlo pero lo son

son como un mal continuo
sin remedio ni perdón

son un circulo vicioso
de enojos sin razón

son dos locos en un desierto
de palabras y decisión

son un loop infinito
de caprichos y emoción

son dos sonrisas ocultas
de si mismas y de su amor

son una sombra en la arena
sin haber salido el sol

son tus ojos y los míos
que no logran saber quien soy ...


Daniel Orfila

21/ 4/2004