Hittler a veces tenía razón. Yo, por esta afirmación podría ser, no linchado, no, a estas alturas no, más bien rechazado y juzgado por un grupillo de actores ¿sociales? de ¿intelectuales? metidos en todo. Siguiendo el hilo de la historia, digo, lo único, pero lo único que nos hace compadecernos de los judíos es ver, y ojo digo ver, las crueldades de las que fueron objeto durante la segunda guerra mundial. Por lo demás, siguen siendo unos sátrapas para el mundo entero. Si nunca ocurría el holocausto judío, jamás nos habríamos hermanado tanto con ellos. Jamás, y de eso estoy seguro. Así que como una brutal afirmación, me atrevería a decir que les ha convenido todo eso… Limpiaron su nombre, los repatriados.
Luego de ver un documental en el festival anual de la ciudad me quedé con la sensación de que estaba obligado a compadecerme del desgraciado, y eso para nada es una justificación para sentirse solidario y bondadoso. Un escritor narraba en papel su trayectoria de judío alemán durante el tercer reich y la segunda guerra mundial. Lo de las vicisitudes, anécdotas trágicas, prohibiciones absurdas quedó velado por un elemento que me agradó lo suficiente: El escueto análisis lingüístico incluido. La lengua pobre hasta para insultar, el idioma improvisado, inventado, el desprecio a una lengua que cada día se reinventa. Un escritor que en medio del caos se toma el tiempo de ser un filólogo testigo de las mutaciones lingüísticas de un imperio ridículo pero admirable, es todo un lujo. Klemperer convertido en Israel para ser distinguido y abofeteado en las calles de Berlín. Todo un lujo…
Y por qué tenía razón el Fürer. Simple. Un intruso es un intruso y la fe mueve montañas. Si este tipo logró convencer a una nación entera, ya es un motivo para creerle. Volviendo a la sala de cine, esa noche me encontré con un Israelí que había conocido en una farra, a quien para variar había puteado en la puerta de mi casa. En perica, gracias a dios. Al preguntarle el por qué de su presencia en ese lugar, me respondió que venía a apoyar al cine de su país. ¿Apoyar? Qué respuesta más idiota, cómo un tipo como él, dueño de bares, discotecas y rey de la noche iba a ayudar al cine de su país que ni siquiera era un país como se debe. Un sátrapa más que aseguraba haber estado en un check point de la franja de Gaza y ser de izquierdas. Y yo me preguntaba qué mierdas es ser de izquierdas en Israel, que alguien me responda por favor.
En la maratón de ese día, llegué a ver como cinco documentales que para estos momentos me bailan todos juntos. El Israelí nocturno entró a ver con un amigo gigantón, otro empresario exitoso y trabajador de la noche, la misma peli que yo. Una sobre la “pasional” relación entre un cineasta y Ariel Sharon. De lo único que me enteré esa noche fue que Ariel Sharon no es Ariel, sino Arik, y otro dato extra: todas las eres se pronuncian como ges, como la ere francesa… aunque eso ya lo sabía. Ni modo. Todo se reduce a simples nombres y a aprender a pronunciarlos. Otra noche en el mismo festival se presentaba una película que despertó bastante expectativa. No lo voy a negar, yo también quería verla. Al terminar, la directora se dirigió a los asistentes en un tropezado español, el cual no resistió y se transformó en un inglés gringazo. Qué pena con los inteligentes, pero todos nos vemos más tarados de lo que somos cuando hablamos con acento en otra lengua. Es inevitable. El israelita de nombre de antiguo testamento parecía un soquete cuando me explicaba que el terrorismo es malo y que Palestina no existía, que ellos la crearon.
En fin, aquella película esperada, tenía como autora a una gringuita de nombre colorido y latinizado, Celesta, así se llamaba. Ella era una violada que nunca había sido violada, y nosotros unos conmovidos llorones que lo único que podíamos hacer en el conversatorio era felicitarle por su coraje. La valentía de contar su triste pero jocosa historia. Y no lo digo por burlarme sino por las escenas de hilarante drama en las que la no violada se reía con su familia de que había sido manoseada a los cinco años por un gran amigo de su padre. Y hablo en serio, se reía y otros ratos lloraba riéndose. Ahora sé que lo que más le molestaba según yo, es no haber sido violada para hacer más cruda y cruenta su historia gringa. Es como esa canción, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Hasta el llanto oportuno. Y la fórmula, cómo no, la fórmula norteamericana que todo lo facilita y todo lo explica. Realmente me impresiona lo elocuentes y verosímiles que suenan los gringos al explicar el mundo ¿Cómo hicieron para hacer calzar todo en dos que tres frases fulminantes? ¿De dónde sacan tantas oraciones perfectas? ¿Por qué nosotros cantinfleamos y ellos no? Es todo un complot genético autómata ¿Controlado por quién? ¿Acaso se controla solo? Puede ser.
Pocos días después llegué al cine con cara de inocente para camuflarme, a ver nuevamente más documentales. Tuve que empujar a los del pastel pues estaban bloqueando el camino hacia el baño. Feliz cumpleaaaaños Celeeeesta, feliz cumpleaaños a ti. Y Celesta con una gran sonrisa gringa. Como decía Pablito, al resto se les caían las palabras de la boca… y hasta los gestos. Todos se tragaron el pastel y a mí nadie me dio un poquito.
Luego de ver un documental en el festival anual de la ciudad me quedé con la sensación de que estaba obligado a compadecerme del desgraciado, y eso para nada es una justificación para sentirse solidario y bondadoso. Un escritor narraba en papel su trayectoria de judío alemán durante el tercer reich y la segunda guerra mundial. Lo de las vicisitudes, anécdotas trágicas, prohibiciones absurdas quedó velado por un elemento que me agradó lo suficiente: El escueto análisis lingüístico incluido. La lengua pobre hasta para insultar, el idioma improvisado, inventado, el desprecio a una lengua que cada día se reinventa. Un escritor que en medio del caos se toma el tiempo de ser un filólogo testigo de las mutaciones lingüísticas de un imperio ridículo pero admirable, es todo un lujo. Klemperer convertido en Israel para ser distinguido y abofeteado en las calles de Berlín. Todo un lujo…
Y por qué tenía razón el Fürer. Simple. Un intruso es un intruso y la fe mueve montañas. Si este tipo logró convencer a una nación entera, ya es un motivo para creerle. Volviendo a la sala de cine, esa noche me encontré con un Israelí que había conocido en una farra, a quien para variar había puteado en la puerta de mi casa. En perica, gracias a dios. Al preguntarle el por qué de su presencia en ese lugar, me respondió que venía a apoyar al cine de su país. ¿Apoyar? Qué respuesta más idiota, cómo un tipo como él, dueño de bares, discotecas y rey de la noche iba a ayudar al cine de su país que ni siquiera era un país como se debe. Un sátrapa más que aseguraba haber estado en un check point de la franja de Gaza y ser de izquierdas. Y yo me preguntaba qué mierdas es ser de izquierdas en Israel, que alguien me responda por favor.
En la maratón de ese día, llegué a ver como cinco documentales que para estos momentos me bailan todos juntos. El Israelí nocturno entró a ver con un amigo gigantón, otro empresario exitoso y trabajador de la noche, la misma peli que yo. Una sobre la “pasional” relación entre un cineasta y Ariel Sharon. De lo único que me enteré esa noche fue que Ariel Sharon no es Ariel, sino Arik, y otro dato extra: todas las eres se pronuncian como ges, como la ere francesa… aunque eso ya lo sabía. Ni modo. Todo se reduce a simples nombres y a aprender a pronunciarlos. Otra noche en el mismo festival se presentaba una película que despertó bastante expectativa. No lo voy a negar, yo también quería verla. Al terminar, la directora se dirigió a los asistentes en un tropezado español, el cual no resistió y se transformó en un inglés gringazo. Qué pena con los inteligentes, pero todos nos vemos más tarados de lo que somos cuando hablamos con acento en otra lengua. Es inevitable. El israelita de nombre de antiguo testamento parecía un soquete cuando me explicaba que el terrorismo es malo y que Palestina no existía, que ellos la crearon.
En fin, aquella película esperada, tenía como autora a una gringuita de nombre colorido y latinizado, Celesta, así se llamaba. Ella era una violada que nunca había sido violada, y nosotros unos conmovidos llorones que lo único que podíamos hacer en el conversatorio era felicitarle por su coraje. La valentía de contar su triste pero jocosa historia. Y no lo digo por burlarme sino por las escenas de hilarante drama en las que la no violada se reía con su familia de que había sido manoseada a los cinco años por un gran amigo de su padre. Y hablo en serio, se reía y otros ratos lloraba riéndose. Ahora sé que lo que más le molestaba según yo, es no haber sido violada para hacer más cruda y cruenta su historia gringa. Es como esa canción, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Hasta el llanto oportuno. Y la fórmula, cómo no, la fórmula norteamericana que todo lo facilita y todo lo explica. Realmente me impresiona lo elocuentes y verosímiles que suenan los gringos al explicar el mundo ¿Cómo hicieron para hacer calzar todo en dos que tres frases fulminantes? ¿De dónde sacan tantas oraciones perfectas? ¿Por qué nosotros cantinfleamos y ellos no? Es todo un complot genético autómata ¿Controlado por quién? ¿Acaso se controla solo? Puede ser.
Pocos días después llegué al cine con cara de inocente para camuflarme, a ver nuevamente más documentales. Tuve que empujar a los del pastel pues estaban bloqueando el camino hacia el baño. Feliz cumpleaaaaños Celeeeesta, feliz cumpleaaños a ti. Y Celesta con una gran sonrisa gringa. Como decía Pablito, al resto se les caían las palabras de la boca… y hasta los gestos. Todos se tragaron el pastel y a mí nadie me dio un poquito.
1 comentario:
Querido Indigo,
Bueno pero no te enojes, como diría el chavo. Si te lo tomas todo tan a pecho estás fregado hermano. Esto es un docuficción, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Si te fijaste el yo narrador es un hombre, y ejem! Yo soy ¡una chica!
Es un juego pana, las opiniones vertidas no necesariamente representan el pensamiento del autorrrr!!! Ahí les dejo a su criterio.
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