Ídolo

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Morrissey

lunes, noviembre 06, 2006

Autofagia

Mi estómago me recuerda lo frágil que soy. Un helado de crema y chocolate es suficiente para decirme: No perteneces. Así que me voy. Huyo del núcleo amargo, aislado: Playa exclusiva del edificio apartado. (Tenía que ser así). Y me voy. Huyo del aislamiento y camino sola a buscar gente. Esa conglomeración que destaca aún más mi soledad. Soledad gregaria. Y no me duele, la prefiero. Creo que es la más llevable. Sí, en realidad prefiero ésta a aquella del eremita. “En cambio uno lucha contra la misantropía”. Lancé ese tiro certero. Y él sólo me atacó en un intento desesperado de validar pero a la vez esconder su odio hacia el género humano. Y pensar que tengo tanto de él. Tanto de ello y me pesa como un costal de piedras atado a mi espalda. Quisiera ser sólo una. Una libre y poderosa. Una autónoma y vegetativa. Gobernar mi fisiología, mi anatomía y mi genética. ¿A quién echarle la culpa? El daño ya está hecho. La playa está llena de gente y yo saboreo el exquisito aroma de sentirse uno más. Me escondo entre la montonera y aún creo ser vista. Dios, cuánto me persiguen esas ínfulas de visibilidad de mendigo. Elegantly wasted.

¿Qué me vean? ¿Qué no me vean? Qué es lo que quiero. Ser ola que rompe en la orilla y lo devuelve todo, o tifón profundo que todo lo traga y cuyas entrañas están formadas de afuera, de todo lo que no le pertenece. De otros. Pero yo quiero mis entrañas mías y sólo para mí. Quiero expulsar a los inquilinos y que se vuelvan parias. Quiero seguir escupiéndolo todo pero le temo al vacío. ¿El mar nunca está vacío? El mar no, pero la orilla sí.

Deberé convertirme en orilla entonces, para así acarrear palos y basura, pero vomitarlos cuando me indigeste. (La marea ha subido, no voy a poder regresar por la playa) Seguro hay peces en la orilla, o en algunas orillas, no en todas. Pero yo nunca los he visto. Y a veces no quiero botar mis troncos y mis algas. Mi basura botada por los humanos. Porque ahora es MI basura. Yo no tengo entrañas. Si alguien entra en mí y se baña, dejará lo que quiera dejar y eso se convertirá en mis entrañas. Tengo muchas, muchísimas, y la vez tengo ninguna. Quizás ya nací con ellas, pero sé que no me pertenecen. Alguien me decía al oído: Eso no eres tú.

…………………….


Hoy él dijo: ¿Cómo así cierta persona disfruta ahora del sol y la playa?
Yo giré mi cabeza con una extrañeza y desconcierto reales. ¿Quién? –dije-.
Tú pues – el coro de todos-.
Pues sí, en efecto. Y hay dos razones importantes. Una: Aquí no hace ese calor asfixiante, corre mucho viento. –aclaré yo-.
Sí, el que me vendió dijo que aquí hay un microclima. – asintió él-.
Y bueno, por último, la gente cambia ¿No? –rematé yo-.
Sí, eso es. La dialéctica del cambio… (o el principio de la dialéctica, o algo por el estilo dijo él, pero ya lo olvidé. En tal caso era algo con la dialéctica y sonó bien. Me recordó a mí misma. Mierda.)

Yo nunca pude defender mi punto con mis consanguíneos. No saben nada de mí. Soy infinitamente torpe y “speechless”. Prefiero el silencio, (muchas veces llegaron a pensar que soy autista o estoy drogada) o por el contrario opto por “el payaso triste de boca carmín”. Entonces apelo al histrionismo ácido que heredé de la familia de mi madre. Aunque quizás lo ácido sea mi aporte generacional. En fin, a burlarse de todos y a sacarles risotadas con mis perlas falsas cultivadas y cosechadas hace cinco minutos. (Y aún no evito cortes de hoja de papel bond en mis propias manos) A veces esas perlas son salvajes. Encontradas luego de un buceo en aguas profundas. Entonces estoy delante de un brick wall, y la frase perla virgen saldrá como un derrame cerebral, y los golpeará tan fuerte, que se asirá a su psiquis y vivirá allí para siempre. O al menos durante algunos años. Y así se generan las frases célebres. Pero la verdad es que muy pocas veces doy el Knock out. A veces no lo entienden de tal manera y entonces se pierde. Con otra gente –mis amistades frustradas o inconclusas- pasa que doy contundentes y supurantes golpes de humor (humores corpóreos), y terminan rendidos. No sé si a mí o rendidos de la fatiga. Superlativos momentos oportunistas y perecibles.


Ah, lo perecedero. ¡Qué monstruo tan infame! Cuánto nos asusta por las noches (metamos la cabeza bajo las sábanas y finjámonos dormidos… o muertos). Cuánto quisiéramos sacarle la etiqueta con la fecha de caducidad de la vida, y tragárnosla o bebérnosla en grandes degluciones. Sin respirar –como cuando éramos niños y nos bebíamos todo el jugo. Yo a la vida no la puedo considerar como un simple bolo alimenticio, ni como un trago amargo, ni como una bocanada fresca. A veces me cuesta tragármela y prefiero escupirla o vomitarla para luego contemplar el mendrugo baboso y masticado, derramado por el piso. Semidigerido. Contemplar. Ese es el estado de gracia. Contemplar no es ver. Es detenerse. Es como suspenderse en el aire y paralizar el tiempo. Correr con tiempo propio y estrujarlo todo hasta deshidratarlo. El despojar de agua a la vida y beberse esa agua. Luego, comerse lo que quedó como si fuera pan seco y aún disfrutarlo. Es como separar la materia sólida de la materia líquida que contiene en sí mismo, para luego engullirlas por separado. Y únicamente en el inconsciente vegetativo de la digestión (de las entrañas) volver a empalmarlas. Eso es la contemplación para mí, no sé si me explico.

………………….


Pero debo saber que tarde o temprano el mar lo expulsa todo. Aunque a los seres vivos que lleva dentro solo los arrojará cuando estos mueran, claro, si éstos no son antes devorados por otro mayor. Autofagia.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La última vez que me fui a la playa, en agosto, no la pasé como pensé que la pasaría, en realidad las cosas nunca salen exactamente como una las planea...en fin...
Apenas llegué se me subió la presión, y lo digo en serio, migraña, mareo, roja como un tomate..uff qué calor tan insoportable como toda la gente alojada en un hotel de segunda o de primera, qué se yo, da igual, total no pertenezco al montón de gente playera que sale los feriados...También soy de las que prefiere el frío y las montañas, y la soledad de lo andino, a sentirme observada en la playa sucia y hedionda a la que la mayoría de quiteños prefiere ir...
Tampoco sé optar por la comida costeña...es decir nada de mariscos ni bolones de verde...que idiotez, amaranta come pizza o cualquier chatarra que encuentra en Quito como en cualquier restaurante de la playa, todo eso, menos mariscos...qué ridícula soy!
Y el sol, solcito de mis bronceados veraniegos, jaja, solo para que me salgan más pecas de las que tengo...ufff en fin en vez de tranquilizarme la playa me da más estrés y no se diga por los tremendos líos de estómago e indigestión que me causan los viajes...qué patética....

Anónimo dijo...

creo que fue mala elección de playa y compañia. Edificio aislado, cerrado, exclusivo. Ese es un tipo de diversión de playa que no entró en mi viaje, y no desde ahora sino desde hace mucho tiempo. Entonces era imposible que me topara contigo. Las playas poco visitadas son las que busco y a las que vuelvo no sólo en un largo feriado.saludos
M.

Hiscariotte dijo...

Creo que entendí lo de la contemplación; después de un día tan agitado como lo fue este lunes tengo el entendimiento medio avispado, pero ya se me ha de pasar.

Viví ocho años en la costa y casi nunca fui a las playas cercanas; no se, creo que puedo vivir sin ellas. Puedo decir que he visto el mar y eso ya es bastante. Aunque eso de estar viendo alelado el ir y el venir de las olas sí es una de las cosas más geniales que uno puede hacer sin gastar dinero.

Un abrazo Dal.

Alicia Dadá y Asesina sin sueldo dijo...

Yo quiero morir ahogada en el Pacifico.(Planear la muerte puede ser divertido cuando ni el Direc tv funciona).

Pero si el mar te "regresa"(en cualquier circunstancia y como lo quieras leer) siempre hay una razon complicada.

Dalila dijo...

Amaranta, no eres patética. Es sólo que hay que equilibrar la ebullición. Hielo por favor. Y luego, mantas de lana...

Mirabella, hay cosas que no se eligen, y no soy quien para despreciar a nada ni a nadie, a la hora de viajar.

Hiscariotte: ¿El entendimiento medio avispado? Yo también quisiera que me pase eso de vez en cuando.
je je

Fernanda, El cable no lo es todo, pero suple bastante. Rellena la vida. Chuta, ser una remisa del mar... Por eso soy andina creo.

Un abrazo a todos.