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Morrissey

martes, noviembre 14, 2006

Donjuanismo (Todo coincide, ya no es culpa, ésta fue sin querer)





¿Será que el futuro del hedonista es volverse un ser inexpresivo? Digo, sé que esto es lanzar conjeturas pero recuerdo a Don Juan y sus últimos días, recreados por la fantasía de la literatura y el cine. Recuerdo a ese Don Juan Tenorio de José Zorrilla (1844), truhán arrepentido y convertido en héroe romántico gracias a los atributos cándidos de Doña Inés. Ese Don Juan enamorado que rompe el mito del ser desalmado y hasta diabólico que la literatura picaresca española dibujó hasta el cansancio. Ese mismo Don Juan de Marco, en el filme (Jeremy Leven, 1995) con el hermoso Jhonny Deep y el eterno (alguna vez el hombre más bello del cine) Marlon Brando, quien no sólo padece del desorden psiquiátrico llamado –valga la redundancia- donjuanismo, sino que sufre del síndrome de doble personalidad. Aunque en el filme realmente sólo vemos una sola personalidad: el mejor amante del mundo. ¿Ese amante perfecto, en realidad es un conocedor de las mujeres? Lo es a ciencia cierta. Tanto aquel vividor desalmado como el conquistador irresponsable pero romántico conocen las sutilezas del mundo femenino. Pero conocen algo más: el misterio de la vida. En serio lo digo, aunque sean seres casi míticos, personajes salidos del imaginario popular convertidos en anti héroes o héroes rotos del cine y la literatura. Tienen esa ventaja sobre el común de los mortales. No es suficiente conocer a la mujer, hay que conocer a la mujer en el mundo, por sólo citar uno de los intereses del Don Juan, pues éste no es sólo un conquistador, ya se sabe, es un timador, un embaucador y hasta a veces es un delincuente. No muy lejos tenemos al Chulla Romero y Flores, sin duda la obra maestra de Jorge Icaza, a mi parecer superior a Huasipungo. Y no es que Icaza sea un plagiador, simplemente lo que hizo fue tomar un personaje que ya existía en la sociedad quiteña (y de seguro existió en casi todas las sociedades) y tomar elementos de la novela picaresca y la estampa costumbrista, y llevarlo a otro nivel narrativo y estético. La naciente novela costumbrista ecuatoriana, salpicada de corrientes modernistas aún, vio su apogeo con esta novela retrato. No sólo retrato de una sociedad y sus modos, sino del hombre y sus motivaciones intrínsecas. No pretendo decir que sea una novela psicológica ni existencial, pero El Chulla Romero y Flores, en su sobriedad estilística, presenta un personaje con mucha más proyección interior que sus coetáneos (Honrosa excepción, los de Pablo Palacio).


Bueno, retomando el personaje de Don Juan, decía que en mayor o igual medida, hay un final caótico por así decirlo, en todas las variantes del cliché. ¿Pero en qué punto de la realidad verosímil ese caos debe ser extremo y fulminante? En ninguno. Veamos, el Don Juan en todas sus variantes termina mal en el mundo material. Termina vencido y/o muerto, pero el verdadero castigo viene con la perdición de su alma. Mucho se insistió sobre este tema en esa literatura picaresca, la corrupción del alma y el ser puramente malvado. Natural born bad. Y ya en la literatura romántica, el cantar es otro. Esa alma será redimida y purificada a través de la expiación que el amor produjo con el arrepentimiento acarreado. Así, Don Juan Tenorio, muere con su amada (fracasa en el mundo material) pero sus almas juntas se ven iluminadas y son elevadas al cielo, en un digno final cursi y lacrimógeno. Sin embargo, en la mimesis de la articulación de la vida, el ser hedonista y concupiscente que representa el Don Juan no resume su final en un caos tan evidente (es una teoría que lanzo al aire y trataré de comprobarla). Esa literalidad del castigo divino no parece tener una materialización tan precisa y estricta en el mundo real. Un ser execrable no siempre tendrá un final tan aparatoso como todos esperaríamos. Y aquí ahora sí voy a retomar el origen de este post: Broken Flowers, la última película de Jim Jarmusch (Strangers than Paradise, Coffee and Cigarrettes, Mistery Train, Dead Man) que acabo de ver hace un par de horas. Bill Murray para mí es casi suficiente para engancharme a un film. Hay algo en su rostro cráter que me hipnotiza. Sus rasgos son adictivos, y su actuación siempre impecable e impertérrita lo es aún más. Lo estoico del gesto murrayano calza perfecto en el personaje escombro del espíritu hedonista perdido, o dormido, o desgastado. Eso es. Don (Murray) es un ¿ex? Don Juan (las nada gratuitas literalidades de Jarmusch) que ha ¿perdido? las fuerzas de la carne. Mientras mira una película de los años treinta sobre Don Juan , su rictus es tan lacónico que parecería no descifrar nada de su ser. Pero por el contrario, dice mucho. Nos da cuenta de un tipo que, cansado de la fruición de las artes del ¿amor?, ahora paga su condena de desalme, a través de un único estado flemático y adusto. Un estado inerte, sin emociones. Metáfora de la pérdida de consistencia espiritual. Jarmusch es muy claro en ello y quiere mostrar de una manera obvia la construcción de su personaje. Nada de digresiones existenciales enmarañadas. Don es un Don Juan en decadencia -al parecer- y por eso encierro en signos de interrogación varias palabras, pues son parte de las conjeturas poco aventuradas que el espectador hará al ver el bosquejo que nos presenta el director. Él no ha dicho nada del pasado de Don, salvo los referentes axiomáticos y textuales dados en recursos dramáticos como la partida de su novia, debida a sus ínfulas de conquistador empedernido; ciertas miradas sutiles, como cuando observa las piernas de la mujer en el aeropuerto o las de la secretaria de una de sus ex. Pero sin duda lo más evidente son las palabras juguetonas de su vecino y amigo negro. (Jarmush y el juego de colores) Eres un Don Juan. Él lo dice claramente: Tú entiendes a las mujeres. Esa es la frase que engloba todo. Pero entender a las mujeres no significa hacerles un bien. En medio de eso quizás, podrán salir con algún beneficio, pero sepan que en la mayoría de los casos, ellas saldrán lastimadas. Y eso se comprueba (o se quiere probar) en la película, cuando Don se ve confrontado con cuatro de sus ex ¿novias?, tres de las cuales se sienten claramente incómodas o disgustadas con su presencia. Sólo una vuelve a enredarse voluntariamente.


Ahora en esa condición de marioneta vacía, se pueden dar absurdos que en primera instancia al espectador le parecerán gratuitos. ¿Por qué Don cede a los planes de su amigo Winston? Simple, porque en ese estado de vaciedad espiritual, el ser lacónico ese, es más maleable y manipulable que ninguno. Ni siquiera llega a ser una manipulación como tal, puesto que para manipular hace falta un espíritu alerta (en francés cerebro se dice sprit), y Don no precisamente lo tiene así. Es así que Don ha perdido toda potestad sobre el verbo (verbo/espíritu) y sus palabras no tienen ya valor. Están desvirtuadas. Se niega a la empresa absurda de indagar el paradero de aquella ex amante que le mandó una carta anónima, diciéndole que tiene un hijo que irá a buscarlo. Sin embargo, esas negaciones se convierten en la acción contraria, en el preciso momento en que las nombra a la inversa. Hace lo que su espirituoso amigo negro le ordena. Winston vierte lo que se le antoja en la jarra vacía en la que se ha convertido Don. Pretende llenarlo en una demostración de afecto, eso está claro. El altruismo del que aparentemente lo tiene todo, casa, tres trabajos, cinco hijos revoloteando y una esposa brillosa (no brillante), la mujer perfecta, a decir de Don. ¿Y Don qué tiene? A sí mismo y su laxitud. Habiendo perdido el poder del verbo, se traviste con las intenciones de su amigo, en un proceso conciente –no crean que no se da cuenta- y parte en busca de algo que ni siquiera le interesa. Pero no es por malvado. El desalmado no es malo, simplemente no tiene alma, acuérdense. Aunque quizás eso es la maldad en su estado puro. De hecho creo que lo es. En fin, que sin alma la conciencia del mal es sólo una proyección del vacío. ¿Será que Winston logra rellenar cual monigote a Don? No lo sabemos, el final es abierto, aunque una chispa de sentimiento se le ve desparramar como gotas de un líquido agotado. Don cree estar con su hijo y en un gesto autómata decide acercársele. Su circunspección no nos deja saber nada más. Probablemente el eco del relleno perdido aún retumbaba en su interior/cueva. Eco.


Al muy estilo Jarmusch, los planos fijos y sobrios, los planos generales estáticos, los mesurados movimientos de cámara, el escatimar recursos dramáticos en los diálogos (por el contrario, el uso de los silencios), son la perfecta expresión de lenguaje técnico y estético que atraviesan el fondo y lo convierten en lo que busca el director. Sin hablar del reparto de lujo ( Murray, Jésica Lange, Chloé Sevigny, y por qué no, Sharon Stone). Pero más allá de valoraciones cinematográficas, (sin duda ésta no es su mejor película) es en extremo interesante el tratamiento del tema del Don Juan y la teoría del fin del mismo. Llega un punto en que la fricción de la carne llega a crear huecos que alcanzan el alma y la destruyen. Esa es la inexpresividad del hedonista terminal. Sin embargo, los ecos que retumban en un final abierto dejan acaso, alguna esperanza de recuperación… O como Don Juan Tenorio, ¿Será que el amor puro puede rellenar y crear un nuevo espíritu? ¿Será esa la salvación? No tengo la respuesta aún.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Te había puesto otro comentario..en fin se me borró y me comí cemeneto
...No recuerdo muy bien esta película, pero me parece muy acertado traer a colación al chulla Romero y Flores, y que para mi opinión también es la obra mejor obra de Jorge Icaza....no muy lejos del personaje de Maupassant, Bel Ami, que más que un mujeriego empedernido, el escalar posiciones y el poder son los objetivos de su existencia..muy parecido además al personaje de Matchpoint..lo recuerdas?.
Quisiera nombrar también, sin olvidarnos, al Sr. Chow, el personaje central de 2046, un bohemio en búsqueda del amor...para mí la respuesta del donjuanismo continúa siendo la búsqueda del amor...¿por qué? porque este constituye el único elemento que nos ata a la existencia....el don juan es el lado contrario del suicida...ya sabes, el amor además ha sido un sentimiento y una necesidad básica y primitiva.. ¿qué opinas?

Anónimo dijo...

como harias tú para saber cuando te encuentras con un "Don Juan", que le preguntarías para desenmascarar al presunto vendedor de amor a domicilio... y si es que no es uno de esos?... y si es que es simplemente alguien de verdad, con sentimientos reales pero con una distinta concepción de lo el amor es para él, alguién sin miedo de meterse en tu corazón o en tu vida sin ningun afán de hacerte daño, solo con ganas de disfrutar eso a lo que la gente le llama deseo.... los "Don Juanes" con los que te puedes encontrar aqui en esta ciudad llena de "chullas Flores" realmente no saben lo que hacen!!!! estos si te parten realmente el corazón!!!!!!

Dalila dijo...

Amaranta, sí, excelentes acotaciones. Yo nombraría uno más, Julien Sorel, el protagonista de la magnífica novela de Stendhal, Rojo y Negro, quien más que un Don Juan, es un ser hábil y brillante que usa su talento para escalar posiciones. Una especie Talentous Mr. Rippley. ¿Lo recuerdas? Pero sin duda se cumple la regla: Todos estos personajes frcasan en el mundo material (y posteriormetne en el espiritual) pero aquellos que se entregan al amor serán redimidos.


Abrazo,

Yo.

Dalila dijo...

Al Don Juan no es difícil desenmascarar. Muchas veces se presentan como tal y pretenden engañarnos con su supuesta sinceridad. Y pues sí, existen los dos tipos de Don Juan, o el combinado que tiene un poco de los dos. El hedonista purista (el placer por el placer) Y el hedonista escalador (el placer para obtener dinero y posición social). Hay un tercero quizás, que sería el diabólico (como lo utilizó la novela picaresca española), quien sí se satisface haciendo daño. El mal por el mal.

Buee... en fin, gran tema este. Y sí, los Don Juanes esos de esta ciudad, los habrá como tú dices, pero no te creas, hay varios que saben lo que hacen y muy bien. Conozco uno de lo que recuerdo últimamente... Y ojo que el Chulla Romero y Flores también sabía lo que hacía.

Saludos,

Dal.

Anónimo dijo...

Un aplauso por traer a colacion a Julian Sorel que es un gran personaje, yo a estos donjuanes los amo en la literatura y en la vida real he llegado a la conclusion de que adoro a estos personajes que saben que seducen, que de frente se plantan como lo que son. A los otros, a los que se plantean como algo que no son, a esos simplemente les llamo embaucadores. No hay nada interesante en eso, es el simple comportamiento machista, pero alguien que se plantea conquistador desde el principio y te muestra ese juego de placer, eso es estupendo. Finalmente, y en serio en serio, quien de verdad se enamora de un Don Juan? La respuesta es nadie. Y traigo esto del amor porque el placer es fácil de encontrar, muy fácil , tan fácil que hasta se puede pagar y se convierte en una transacción como cualquiera., pero el amor, eso es algo excepcional.

Dalila dijo...

Mirabella,

El placer puede ser o no el punto de ignición del amor. Pero recuérdese que se puede quedar en eso, en ingnición constante, como el cigarrillo o los inciensos...

Anónimo dijo...

jajaaj, así es, sobre todo el cigarrillo. A veces te fumas uno y luego te da asco...

Hiscariotte dijo...

Siempre podemos citar a Wilde: "En el mundo común de los hechos, los malos no son castigados y los buenos recompensados. El éxito se lo llevan los fuertes y el fracaso los débiles".

Y es que justamente el personaje de Don Juan (entiéndase bien: personaje) fue resaltado para darle una manito al arrepentimiento que a lo mejor y por esa época estaba perdiendo adeptos.

Coincido con que no es precisamente la mejor película de Jarmusch (y eso que es recién la tercera que he visto de él), pero no por eso deja de ser recomendable. Además está la Sevigny, ¿no?

Me encantó el recurso de las interrogantes. Un abrazo Dal.

Dalila dijo...

Gracias por tus comentarios Hiscariotte, me alegra que te haya gustado esete humilde post. Je je.

Otro abrazo para tí.

Dal.

Victor dijo...

Un poeta ecuatoriano (Paco Benavides) ecribió estos versos:
"Yo que quisé ser un Casanova he terminado siendo un triste Don Juan".

La mayoría de las personas, digamos un 90%, no alcanza a distinguir la diferencia entre estas dos maneras de acercarse al amor o, para no confundirnos, a la mujer.

No son la misma cosa un Don Juan y un Casanova a pesar de los numerosos films que reforzan esta confusión. Don Juan (el que nos viene de la pluma de Tirso de Molina (1630) y siembra Europa con su fuerza y vuelve a retomar Zorrilla dos siglos después) toma lo que le interesea sin preguntar; no le importa la manera o la forma de la que debe valerse para conseguir lo que quiere. A él no le hace falta seducir pues de la mujer le interesa un sólo aspecto (es el amante ciertamente más democrático, pues todas le son iguales). Casanova, no. El veneciano aprecia, distingue, valoriza y se deja encantar; Jacomo Casanova es flojo de corazón, no duda, se enamora y procede con júbilo y delicadeza donde la delicadeza debe; con júbilo, locura y generosidad donde la pasión así lo exige. Hay ciertamente en la valorización de estos dos personajes una diferencia de origen que los profesores no perdonan pero que a mi no me importa: Don Juan es creación literaria, una de las mejores dadas por España; Casanova fue una persona de carne y hueso, un tipo que hizó de su vida (1721-1798) la obra de arte que ha servido de guía no sólo a Balzac, Sthendal y Schnitzer, a Hoffmannstahl y a Rilke, a Sandor Marai, Marina Zwetajewa en este siglo, y en América Latina, a Octavio Paz, Bioy Casares y el entrañable Sergio Pitol.

Philippe Soller tiene escrita una hermosa frase sobre este duo dinámico: Don Juan es el volcán, Casanova el jardín. Y la biografía de Casanova escrita por Lydia Flem se traduce en español así "Casanova, el hombre que amaba de verdad a las mujeres".

Dalila, es esta la primera vez que entro a tu página. Me ha dado gusto leerte y, como te daras cuenta, me ha interesado lo que escribes. Ruego disculpes este alargado comentario sobre estos dos "modelos a desarmar" que insensiblemente modelan el comportamiento de los hombres.

Yo disfruté mucho de Broken Flowers. Es una vuelta de tuerca en esta tradición de lo más emocionante (los films sobre Casanova, incluyendo al de Fellini). Los films de Won Kar Way (In the mood for love, 2046), interesantísimos puesto que vemos en cada uno una cara diferente del mismo personaje.

Olvido citar a un escritor célebre en estos temas, Milan Kundera. El nos recuerda el principio que debe guiar a todo Don Juan contemporáneo, en una época en la que seducir no es más una proeza, dice él, su genio debe medirse en un aspecto de la relación amorosa de lo más importante, en el de la separación. El arte de un Don Juan contemporáneo es provocarla pero de tal forma que sea la mujer la que deba perdirnos disculpas por abandonarnos, por dejarnos de lado y marcharse.