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Morrissey

jueves, diciembre 28, 2006

Tener una postura en escoliosis

Nadie está de acuerdo con la muerte. Al fin y al cabo terminamos convirtiéndonos en lo que mostramos al resto. Nuestra manera –por más rebelde que ésta sea- de ser políticamente correctos. Quitando la discusión de la verdad mediática (sí, termina siendo una verdad, o comienza siéndolo) y las apariencias, me llama la atención como un puñado de editorialistas, columnistas y articulistas (usé de adrede todos estos sustantivos para demostrar las clasificaciones inútiles que desbaratan la semántica y a la vez cumplen los caprichos de la lengua) siempre parecen ser tan conciliadores y sostener una postura tan correcta, que yo me pregunto si a su edad no tendrán escoliosis, lordosis o cifosis. Yo por más que intento, nunca hallo la postura correcta y siempre que me siento frente a esta pantalla, termino con la espalada dolorida. Ahora, sé que lo que dije arriba suena absurdo y mentiroso, pero aplíquese a las recientes columnas que he leído en los diarios con motivo de la muerte de Pinochet y la futura muerte de Saddam Hussein. Resulta que nadie quería que muera el viejo golpista, y hoy tampoco nadie quiere que se ahorque al “sucesor de Hittler”, como le han apodado los gringos. ¿Será que ninguna maldad es suficiente para despertarnos odios políticamente correctos y socialmente aceptados? Quizás todos los opinadores, incluyéndome, esperaban que Pinochet haga pacto con el diablo y sea inmortal para que así pague por sus delitos con la cadena perpetua. Postura, de lejos, mucho más cruel y truculenta que la del simple asesinato. Sí, el asesinato, el acto que da muerte, en sí, es simple. No exige de mucho. Otra cosa es la tortura, el ver sufrir a alguien que no muere nunca. El punto nieve del torturado, ese que es tan exacto como para que su agonía sea infinita, y se halle todo el tiempo a “punto de morir”. Pero no muere. Y si muere, pues “ay, se nos pasó la mano”. La tortura del toro mal estocado, y el estoque de gracia. ¿No es la agonía más cruel que la misma muerte? Obvio que sí, porque la muerte no es cruel. La muerte ni siquiera es nada. Cuando alguien dice: Se está muriendo, pues está hablando mal, pésimo. No existen los gerundios en ese verbo. El instante, la micronésima de segundo en el que se apaga la vida, ahí es cuando uno se muere y ya. El antes y el después de ese verbo no existen. No existe una acción prolongada en el tiempo cuando hablamos de muerte. No es como el comer, el caminar, el llorar o el reír. Ahí si que nos estamos riendo ¿no? Por lo tanto Pinochet nunca se estuvo muriendo y para muchos ese sufrimiento no fue suficiente. Debía ser apresado y padecer más, prolongar la acción. Como la agonía. Todos los opinadores políticamente correctos que no deseaban la muerte de Pinochet, pero que condenaban sus actos fascistas, se consideran a sí mismos seres de buen corazón al no haber querido “llegar a tanto”. Pero no, sépanlo todos que detrás de esa postura calcutense se esconde un ser cruel y desalmado. Nadie quería que Pinochet recibiera la “bendición” de la muerte, la cual pondría fin a su persecución. No, todos querían acoso, juicio y sacrificio dilatado. Prometeo encadenado. No hay nada de bondad en no desear la muerte de alguien que sufre. Porque por más malévolo que el Pinocho haya sido, pues de que sufrió estos últimos años, no debería haber duda… O a menos de que haya descubierto el secreto del cinismo puro: No importarse ni uno mismo. (Aclaración, hablo de los opinadores con afinidad hacia la izquierda)

El caso del “segundo anticristo” parecería ser similar, pero no lo es. En el fondo nosotros nunca le vimos tan malo. Se hizo malo ante los ojos mediatizados, gracias a la propaganda del “Diablo” (Bush, obvio). Este western viejo me aburre bastante y lo único que sé es que ahorcar a alguien no está entre mis deseos. Tampoco deseo la tortura, la agonía prolongada para Hussein. No le deseo nada. Y confieso que me produjo pena verle con el look de pordiosero cuando le atraparon. Y me sigue dando pena, cuando miro su cara. Sé que mató y que posiblemente era un ser desalmado, pero no le deseo ningún mal y es ahí cuando me pregunto. ¿Estoy sintiendo lo políticamente correcto? ¿Debo odiar a Hussein? ¿Será que a Pinochet es más fácil odiarle porque estaba más cerca? Y me pregunto también si la realidad mediática, virtual, en realidad nos acerca al mundo y reduce las fronteras, cuando veo a un tipo, que según dicen, es un asesino y no lo odio, y no quiero que muera. Y está tan lejos, pero otras veces veo otras cosas en la misma TV y me acongojan y ni siquiera sé quienes son ni a qué país de Asia o África pertenecen, y allí también me digo: ¿Por qué tengo que sentir yo el peso del mundo? ¿Buscan los medios conmocionarnos, movernos, conmovernos? Estoy segura de que no. Y entonces, ¿Qué buscan? Plata, plata, eso ya sabemos, todo el mundo busca eso. Pero este método ensangrentado de mostrar al mundo, sospecho, se ha convertido ya no en información sino en formato. Sobre la sangre se escribe lo que se quiere decir. Ya no existe más el “con tinta sangre del corazón”, porque la sangre ya no es la tinta, ahora está desparramada por todo lado y se baila o se llora sobre ella, dependiendo de cómo se lo quiera ver. Esa virtualización de las sociedades coincide con la descarnación del ser. El ser mediático no tiene carne, y su sangre virtual es el soporte sobre el cual se escribe la seudo historia social.

Yo al Pinochet sí quería que lo enjuicien y todo eso, pero en un deseo inútil e impráctico, como todo lo onírico. Siempre inaplicable. Porque era inútil cualquier castigo, el viejo estaba ya demasiado viejo, y no es que haya respetado sus canas manchadas de sangre, pero no hay tal pacto con el diablo, así que pasaría a lo sumo unos cinco años en la cárcel. Aunque tampoco puedo decir que haya querido que padezca eternamente el dolor del encierro, como Abimael Guzman que hasta ahora me deja horas pensando en lo que hará para no enloquecer en su celda de 3x2. Para mí, sí, lo mejor es que el viejo golpista haya muerto y que se cierre de una vez este capítulo de resentidos. Creo que seguir rascando la herida de Latinoamérica está volviéndose un sofisma. Ya pasó, al dolor hay que enterrarlo, no volverlo héroe. No hay nada heroico en sufrir, porque nadie lo hace -a menos que sea masoquista o Jesucristo- porque así lo escogió. En el dolor siempre está la gran negación que podría confundir a la resignación con valentía y heroicidad. Y no creo que sea así. Quien experimenta un dolor profundo, traspasa todo límite de lo humano, sí, pero eso no le convierte en inmortal. No es motivo de mitificación, mejor dicho, no debería serlo. Sólo Cristo fue capaz de convertir el dolor en salvación, nosotros no. Aunque todo el tiempo estemos ensalzando a los caídos en lucha. El héroe de leyenda, mítico en inmortal, que trasciende el tiempo y el espacio, es un personaje de ficción. Como dice Bunbury: “Pertenece al sueño de un destino”.

En fin, que nadie cree en la muerte porque no la halla suficiente. Y por eso el mito de los héroes y su contrapeso: El antihéroe, como esa necesidad mundana de bajarnos del pedestal de nuestras ínfulas deíficas. La muerte nunca fue suficiente para el hombre, por eso la promesa de la vida eterna. ¿Y la razón? Lo minúsculo de la acción. Dios lo sabía y por eso existe la agonía. Y cuando el hombre lo descubrió, inventó la tortura. Somos demasiado imbéciles y ególatras como para dejar de existir de sopetón. La prolongación ejemplificante que pone de manifiesto la vulnerabilidad de nuestros cuerpos, es una lección que todavía no aprendemos. Por eso muchos se siguen negando a que ex dictadores fascistas mueran y se acabe todo. El final de algo nos aterra. Odiamos el punto final, es la verdad. Y sin embargo se mata, se impone pena de muerte y se ahorca gente frente a un público. Y al día siguiente hay que conmoverse o decir bien hecho, y ver las noticias o los periódicos, y pocos días después olvidarlo sacudiendo el pizarrón para que sobre el mismo se escriban nuevas muertes que serán recordadas un año después como lo amerita el caso. Fin.

Mientras, yo sigo sentada luchando contra la escoliosis, y consigo tener algo de acomodo. Y aún duele.

6 comentarios:

Eduardo Varas C dijo...

El dolor de la mano de la acción, hasta el miedo y la corrección son actos, querida Dal... y mientras buscas sentarte mejor para evitar el dolor o su aumento y te das cuenta de que no hay mitificación posible en medio de ese estado, ni siquiera la máxima de compartir el dolor de Cristo (Él lo hizo muy bien, no hay necesidad de imitarlo en su sacrificio, sino hacer los propios), el fantasma de los otros subyace, aparece, nos hace sombra...

Es como Lennon alguna vez lo dijo: "Those freaks on the phone/ won't leave alone/ don't give me that brotha, brotha, brotha"... Al final es eso, el exceso y el vaso que riega todo su contenido por que estaba lleno. Eso de la too much information (como dices ya no es información, sino formato... que es mucho más terrible) es lo que nos convierte en esos seres anodinos, políticamente correctos e inhábiles para tomar partido. ¿Cómo lo vamos a hacer si todo remite a algo, si somos un eterno link?

Por eso odiamos el punto final, porque ahora somos un asqueroso y triste medio. ¿Y las muertes? Las muertes son simplemente otros juegos de artificios, como canta Pedro Aznar (otro parafraseo inevitable, nuevamente esa tontería de ser un link): "Nadie vio a los muertos de Irak en su pantalla/ ¿cuántos serán?/ ¿fuego artificial o son bombas que estallan?/ se ven igual"...

Es eso, se ve igual...

Un beso

Dalila dijo...

Eduardo,

Lo que siempre he llamado la homogenización de las sociedades. Hoy la postura frente a un algo impuesto como verdadero e importante es un molde hecho a la medida del compendio globalizando, que pretende ser "universal".
Nos hemos convertido en seres "resumen" de algo más que ni siquiera sabemos qué es. El sumario que pretende comodidad dentro de la postura del sillón frente a la pantalla. El premio consuelo que se convierte en la gran lotería en la que todos quieren participar y ganar. Y sí, frente a la pantalla y el mundo virtual, todos ganamos. Y la muerte como soporte de esa victoria se convierte en pantalla vacía, en donde hay que rellenar sí o sí el espacio con algo más. La inmediatez y todo eso. Etc. Whatever.

Otro beso.

Anónimo dijo...

Creo que todo se resume a que nos creemos tan importantes y nos da miedo admitir lo chiquitos que somos; pero bueno, podría ser una reducción exagerada de mi parte. Será que la palabra "justicia" me parece tan manoseada y malinterpretada en estos días.

Un abrazo estimada Dalila.

Anónimo dijo...

Es facil caricaturizar opiniones cuando no se hace el esfuerzo de entenderlas.

Ninguno de los comentaristas "politicamente correctos" como los llamas (al menos los mas seriecitos :) se ha quejado de ningun fascista recibiendo la "bendicion de la muerte". La desgracia en la ejecucion prematura de Hussein (y la muerte no tan prematura de Pinochet) esta en que se han perdido dos oportunidades historicas importantisimas para sentar precedentes legales en los casos de genocidio y violacion a los derechos humanos del Chile de los 70s e Irak de los 80s.

El ejemplo mas claro de lo trascendentales que son estos procesos es el juicio en Nuremberg de los criminales de guerra nazis. Los juicios de Nuremberg contribuyeron la definicion de "crimenes de guerra" y "crimenes contra la humanidad" y sentaron precedente historico y legal para la declaracion universal de los derechos humanos, las convenciones de Genova, y una larga lista de etceteras.

Asi mismo, la importancia de los juicios contra los genocidas en Chile e Irak -ahora interrumpidos- va mucho mas alla del simple castigo a un par de fascistas titeres de la politica exterior norteamericana. Estos juicios no solo aportan documentacion clara e irrefutable de la magnitud del crimen cometido, sino sirven tambien de evidencia historica que permite esclarecer las verdaderas causas de la masacre y entender las dinamicas en las cuales se desarrolla. Solo asi -una vez entendido el proceso historico- podemos decir "Nunca Mas!".

No se trata tampoco de "volver heroe al dolor". Preocuparse por mantener como pueblo nuestra memoria historica no es ningun "sofisma", sino la minima obligacion de todo ser humano.

Anónimo dijo...

Perdon si te importuno, Dalila. Pero ademas de inteligente, algo q te han dicho de sobra aca tengo que decirte desde las visceras algo que llama hacerlo mi sistema limbico: que rica eres.

Eduardo Varas C dijo...

Nunca falta un pendejo en la caja de comentarios...

¿Por qué no le dices a tus vísceras que se vayan a regurgitar lo que tienes adentro en otro sitio, animal?