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miércoles, marzo 18, 2009

El cine desnudo



“Odio los disfraces en el cine”

La actuación es una máscara, ya lo sabemos. El cine, una puesta en escena, entre otras cosas. Muchos han tratado de quitarle la máscara al cine. Una de las maneras ha sido la creación de nuevos códigos estructurales, estéticos y narrativos como la nouvelle vague, el cinéma vérité, el neorrealismo italiano o el dogma 95. Todos buscaron, en formas diferentes y similares, acercarse a la desnudez de lo cinematográfico al irse en contra de los cánones hegemónicos de la narrativa del cine. Muchos, a través de aproximarse lo más posible a la realidad, otros, mediante la deconstrucción de la dialéctica audiovisual reinante. El irse en contra de las reglas y encontrar nuevas relaciones entre los elementos creó, a su vez, nuevos esquemas en un principio “experimentales”, que no obstante sirvieron de marca registrada de un proceso de creación. Finalmente el cine ha ido reinventándose a sí mismo, rescatando recursos clásicos e innovando en técnicas, estéticas y narrativas. Lo que hoy conocemos como cine comercial, a simple vista no tiene nada que ver con aquel de los cincuentas, setentas u ochentas, pero procede de una raíz común, desde un procedimiento que he llamado vampirismo: tomar lo que nos sirve de algo hasta exprimirlo y desechar el resto.

El cine de hoy hay bebido del condumio de los grandes moldes y modelos históricos, pero también ha sabido cometer parricidio. Ha explotado las fórmulas hasta el cansancio, sólo para crear otras invirtiendo los ya instaurados gustos, deseos y necesidades del público. Hoy el dominio de lo comercial rompe con las estructuras de ese cine “reflejo de la realidad”, más allá de las temáticas, en la concepción misma del producto final: las tecnologías han acelerado los tiempos -sin duda- el ritmo cinematográfico está en directa dependencia de la forma, la misma que atraviesa totalmente la narrativa. La edición es una herramienta de inflado. La realidad en el cine no va más. Hay un efectismo presente de distintas maneras. Una espectacularización del discurso cinematográfico. El cine es una hiperrealidad, siempre lo fue, pero hoy se evidencia como una constante en la que una de las características es el juego de tiempos, las elipsis, los fuera de cámara. No sólo Hollywood hace mano de estos recursos, lo que pasa es que son más evidentes en el cine comercial. Incluso las actuaciones se han pulido de tal manera que el actor es un ritmólogo, y cualquier expresión actoral fuera de ese tono necesario para sostener ese ritmo dramático dependiente de una estética, está por demás. Ahora se busca generar un estado de sentimientos inducidos –sí, el cine siempre lo hizo- pero con ritmo propio. Antes, la cadencia era desordenada y poco gobernada. Y con ese antes me refiero justamente a las producciones anteriores a las propuestas como el cinéma vérité, que también surgieron como alternativa para salirse del acartonamiento de las actuaciones hasta los años cincuenta.

No obstante, seguimos hablando de los patrones dominantes. Generalmente se ha categorizado a cualquier otro cine no comercial hollywoodense como su inmediato opuesto, incluido el cine europeo o latinoamericano, aunque en realidad no ha sido así, ya que a través de la historia estos cines han obedecido también a fórmulas dominantes. Para muestra la época de oro del cine mexicano, que fue rota a palazos por Buñuel (Los Olvidados, por ejemplo, fue considerada una “distorsión” de ese cine mexicano). Luego vendrían otros como Ripstein, y bueno, una vuelta también a las fórmulas comerciales con chispas de genialidades como el trío Cuarón, del Toro e Iñárritu, quienes no se han salido de los cánones, nada más han sacado provecho de maneras, estéticas y temáticas con el suficiente brillo y la suficiente creatividad, en algunos casos. No obstante, ni ellos, ni la voz de la crítica cinematográfica no oficial los consideran cine mexicano. Entonces, esta vuelta ha sido en vano.

Sin embargo, cabe regresar a la propuesta de este post: la desnudez del cine, o la intención, o la necesidad de la misma. Si hablamos de esa necesidad de apego a la realidad que surge en los cincuentas y tiene su apogeo con cineastas como John Cassavettes en los E.U por un lado, y por otro, el grupo surgido de les Cahiers du Cinémá, entre ellos Éric Rohmer, Jean-Luc Godard, Claude Chabrol y François Truffaut, hay que hablar infaltablemente de un recurso usado en mayor o menor medida: la actuación natural. Una de las formas de romper esa barrera elevada y áurica ha sido “bajando” al cine a la realidad, a través de un recurso de honestidad –como muchos cineastas lo han creído-. El actor natural es aquel que nunca ha pasado por escuela de actuación y que jamás ha hecho cine. El actor natural se representa a sí mismo por lo que, pese a que la película sigue siendo una ilusión pues es construida, hay un vestigio de realidad irrefutable. De ahí también la pretensión de lo documental –como estética, técnica o recurso dramático- dentro de la ficción. Aquí tampoco podemos olvidarnos del Neorrealismo italiano, uno de los estandartes de la actuación natural.

Un caso particular

Para el cineasta mexicano Carlos Reygadas (Japón, Batalla en el Cielo, Luz Silenciosa), el usar actores naturales implica quitarles el disfraz a los personajes. Y dice odiar los disfraces en el cine. Él cree que el potencial de verdad (no de veracidad o verosimilitud) es muchísimo más grande al usar gente sin experiencia actoral que se representa a sí misma. Y ese potencial de verdad genera a su vez un aurea de brillantez alrededor del personaje, cuando éste es bien manejado. En ese sentido recuerdo los personajes de los filmes del argentino Carlos Sorín, entrañables y puros, gente común y corriente, a quienes Sorín les ha extraído el espíritu para ponerlo en celuloide. El poder de saber y sentir a alguien que representa a la vida sin filtros, es inmenso. Por eso, los filmes de Reygadas dicen algo que otros de similar factura o sentido no lo logran. Muchos lo acusan de “cineasta de la nada”, de pretencioso y hasta europeizado, pero en ese caso surge un: ¿y por qué no? Contrario a lo que se puede pensar, debido a esa estética suya preciosista a veces, de planos largos, eternos, contemplativos, su cine no es un cine intelectual, más bien él lo describe como un cine emotivo que parte de sensaciones e intuiciones. Incluso, el nombre de su último filme, Luz Silenciosa, surgió de un estado emocional. Reygadas es un purista de las historias. Él desnuda de contextos sus tramas y las lleva a la expresión más mínima, al sentimiento y la expresión básica. Por eso, en Luz Silenciosa (2007), quiso borrar los arquetipos contextualizados en determinadas sociedades, y para ello buscó a su vez un contexto social primario: una comunidad de menonitas en el norte de México. Los menonitas son un grupo practicante anabautista (que son bautizados en la adultez por decisión) surgido en Suiza, Alemania y Holanda el S.XVI, con la segunda escisión de la Iglesia cristiana (católicos y protestantes). Hoy están distribuidos por varios países del mundo y llevan una vida apegada a la religión, sencilla, anacrónica y campesina.

Reygadas desnudó la trama usando menonitas reales, a quienes dirigió espectacularmente. Él reconoce haber encontrado una fuerza en la apariencia física de esta gente que revela un potencial interno, ese condumio de fuerza y espíritu que buscaba imprimir a sus personajes. Para el cineasta, esta gente se dibuja a sí misma con tanta densidad –un volumen físico- que se traduce en una sensación de llenura, de absoluto, de vida de verdad. No títeres, no máscaras, no disfraces.

Reygadas también desnuda el melodrama, hace uso de él pero lo deslinda de manierismos, amaneramientos y cursilerías. No induce a despertar emociones falsas. Su estética basada en el principio físico de la espiritualidad (esta estética que consigue ser metafísica a través de lo físico) lleva al espectador a experimentar sensaciones ligadas exclusivamente a la dimensión cinematográfica. Es decir, a esa hiperrealidad, lo cual no deja de ser una paradoja que no lo es a la vez. Si bien la desnudez y recuperación del principio purista del melodrama no induce ni obliga al espectador a explotar sensibilidades básicas, sí busca despertar digámoslo así “sensaciones” originales, sin filtro. Lo cual, es prácticamente imposible porque el cine siempre será filtro. He ahí la paradoja. Por otro lado, al aceptar la honestidad dramática como un recurso cinematográfico, pasaríamos a otro nivel, olvidándonos del filtro. Ahí desaparece entonces la paradoja.

“Para mí es de la realidad un 99.9%, y ni siquiera diría que el tema es la realidad y la forma cinematográfica, sino qué tanto el tema es realidad, como la forma no es cinematográfica. Cuando pienso en la forma no pienso en otras películas. Y es lo que siempre me dicen: "es obvio que quieres romper el lenguaje del cine mexicano" o cosas así, que digo: "¿de dónde sacan eso?" Jamás he querido romper ningún lenguaje. De hecho ni me interesan los otros lenguajes tanto como para quererlos romper, sólo cierro los ojos, me imagino la trama, me imagino los lugares que visitan, las anécdotas que ven y con la pura imaginación vas imaginándote como se mueven las cosas, hacia donde van, donde tiene que estar la cámara, como la visualizas. Si está el cuadro adelante pues un traveling hacia él para acercarte. Es una cosa totalmente emocional e intuitiva. Nunca estoy pensando "ahora ya hice un traveling dos veces." Carlos Reygadas (Tomado de Marvin, revista de culto).

Creo que ese es el verdadero cine desnudo, el intuitivo.

6 comentarios:

CARLA BADILLO CORONADO dijo...

Ahora sí, mi querida "dal", completamos el círculo.

Veo que andamos hablando lenguajes comunes, máscaras, desnudos, realidad, cine, intuición... en fin. Hace poco colqué un post sobre Luchino Visconti, exponente del cine italiano y neorealista. Comparto un fragmento de sus inicios, por 1941: “Lo que me ha llevado al cine es, sobre todo, el deseo de contar historias de seres reales, que viven en medio de las cosas y no las cosas entre ellos. El cine que me interesa es un cine antropomórfico. De todas las tareas de un realizador, lo que más me apasiona es el trabajo con los actores; material humano con el cual se construyen hombres nuevos, que engendran la nueva realidad en la que son llamados a vivir, la realidad del arte”.

...Un placer leerte. Que la rueda siga girando, abrazo. :)

Anónimo dijo...

Me encanta que hables de esta película, en mi blog posteé una crítica (http://elorriblog.blogspot.com/2008/03/luz-silenciosa.html) de este ejemplo poderoso de qué cine se puede hacer hoy en día contra el postmodernismo, recuperando lo mejor del gran cine clásico, respetando al público acercándole a una historia en la que todos nos podemos reconocer.

Te sigo :-)

Dalila dijo...

Carla, gracias por el comentario. Es un gran tema lo del cine antropomórfico y la realidad del arte. Precisamente ahí está la realidad, en la forma, en la representación de sí mismo (en el caso del actor natural), de ahí el potencial de verdad.

Un abrazo,

D.

Dalila dijo...

Antonio,

Veo que tenemos gustos o sensibilidades similares. Cuando vi por primera vez esta película, hace ya varios meses, hubo mucha gente que la detestó. Les pareció sumamente pretenciosa y hasta un cliché, un Tarkovsky reeditado, en fin. Estoy de acuerdo con que este tipo de cine, además de todo lo que es, también es un remedio al posmodernismo en el cine.

Un abrazo, también te sigo.

D.

Anónimo dijo...

?El cine no es evasión? Siempre lo he visto de esa manera, hasta los golpes de conciencia más fuertes no dejan de ser evasión. Como diría Homero sobre los videos de desastres: "Es gracioso porque no me pasó a mí". Hasta la tragedia es eso. El cine, por esa razón, siempre está ligado al desnudo, ¿no? Al final termina desnudando ineaxctitudes de los que vemos las películas. algunos tenemos conciencia y otros no. El cine nos desnuda por evasión, esa creo que sería la idea.

Eef

Alfonso dijo...

te la vuelas !que bien escribes mm