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lunes, marzo 14, 2011

Biutiful: qué feo que es emigrar...


Otra vez mi memoria me traicionó. Recuerdo que después de haber visto Babel de Alejandro González Iñárritu, me dije: nunca más vuelvo a ver una película que me torture… No lo cumplí. Volví a caer en la estética de la angustia socio-espiritual de Iñárritu: Vi Biutiful. Realmente, su estilo “maltrataespectadores” ha ido in crescendo. Amores Perros, 21 Gramos y Babel, según decía el mexicano, formaban parte de la trilogía de la muerte. Lo que no entiendo es por qué sigue con lo mismo, si la trilogía ya debería haber acabado…


En fin, Biutiful para empezar y para que usted -al igual que a mí me pasó- no se confunda, no tiene nada de bonita. Es un filme que se gana los aplausos porque seguramente cumple su cometido al ciento veinte por ciento: golpea emocionalmente al espectador. Pero no lo golpea en bien, sino en una grotesca y afilada gana de salir a vomitar o acudir a un médico. Si usted es hipocondríaco por favor, no asista a la película. Saldrá fauleado y sumará unas cuantas enfermedades y miserias imaginarias a su vida. Si algo le otorgo a Iñarritu es su capacidad de lograr que el espectador se encarne en la trama. O quizás eso sólo me pasa a mí… lo cierto es que funciona, pues vi a todos los asistentes salir con una cara de derrota espiritual. Sí, vivimos en un mundo maloliente y enfermo que se esconde detrás de las fachadas de la perfección del perfumado primer mundo. Pero ese mundo maloliente y enfermo terminal que Iñarritu nos muestra esta vez, como no –y como todo el cine- es una perfecta manipulación estético-política de un discurso derechista y hasta fundamentalista. Sorprende pensar que Iñarritu es un fanático religioso (dicen que pertenece al Opus Dei) y que por eso sus filmes están cargados de un sutil discurso algo fascista.


Veamos: Biutiful es un retrato de la miseria en el primer mundo. Del margen de la sociedad y de ese microcosmos que genera el fenómeno de la migración de los países tercermundistas o “en vías de desarrollo” (lindo eufemismo para esconder la podredumbre). Estamos en Barcelona, la Barcelona contemporánea, la misma que vimos en Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen, pero esta vez, es un retrato gris y mugroso de esa misma ciudad. No hay alegría, no hay fiesta –en el sentido de jolgorio radiante- sólo hay angustia, vidas desgarradas y desesperanza. Migrantes chinos y negros siendo explotados por mafias de otros chinos, los cuales resultan ser los villanos de la película, mientras que el desecho ibérico interpretado por Javier Bardem resulta ser el héroe bondadoso del filme. Una clara posición editorial que pretende conservar el estatus quo de una Europa, o mejor dicho, de un mundo en el cual sólo algunos tienen derechos. Un límpido mensaje para esas naciones de emigrantes: no salgan de su país, acá sólo encontrarán más miseria…


Lo políticamente correcto de Iñárritu es lacerante. Llega a ser casi una mirada fascista del fenómeno de la inmigración. Quizás esté polarizando el tema y para quien vea el filme no sea de esa manera, pero es sospechosa su forma de armar un discurso audiovisual que pretende escudriñar el submundo del inmigrante. El cristo redentor de los migrantes–dador y quitador de vida- es un Bardem quien a su vez, es un mártir de las circunstancias. Moraleja: no es suficiente que un buen samaritano europeo quiera ayudar a un inmigrante, siempre las cosas saldrán mal. Haciendo un bien, se hizo un mal… Aunque deshacerse de veinte chinos que vivían en condiciones infrahumanas, definitivamente, fascistamente hablando, es simplemente cumplir el ciclo natural de las cosas…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Le atinaste...sabia que habia una razon por la cual no recordaba los finales de Amores Perros y Babel. La realidad es de que mi cerebro los bloqueo completamente, seguramente por al aporreo emocional. Creo que la excepcion es 21 gramos que talvez tiene mas esparanza en su final que el resto de la trilogia. De cualquier forma gracias por el consejo..voy a evitar otro estropeo sicologico en las manos del numerario Iñarritu.

Rocío Carpio dijo...

Así es FatherSandman,como diría Jaimito el Cartero, "hay que evitar la fatiga" y claro, el estropeo sicológico...

Anónimo dijo...

Fantástico comentario. Me entusiasmó mucho te lectura que devela las estrategias conservadoras de una narrativa efectista, muy al estilo de cierto fascismo español de posguerra —¿has visto “Raza”?— o a las propagandas nazis de la mano de Leni Riefenstahl. En todos estos casos, la retórica del exceso se basa en la dicotomía del ‘nosotros’ versus ‘ellos’, tal y como has descrito. Me alegró encontrar tu blog. D. Barreto.

Rocío Carpio dijo...

No he visto Raza, o quizás en este momento no lo recuerdo, pero he visto algunas sobre este tema. Las de Leni Riefenstahl he visto. Gracias por tu lectura...

Unknown dijo...

Me recomendaron por ahí la película, fui al video pirata del barrio, pregunté por la película, leí lo q decía la caja, y mandé a la mierda la recomendacion, Jaimito el Cartero es sabio y yo definitivamente evito la fatiga.