Ídolo

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Morrissey

miércoles, octubre 25, 2006

Cierre

-No estoy seguro. Ya no estoy seguro de nada.
-Cómo crees oye. No lo creo.
Y se levantó con esa seguridad helada de que había matado a alguien. Yo seguía pensando que era un traspaso químico, seguramente por juntarse con drogadictos. Él no consumía, pero su novia sí, entonces yo de alguna manera pensé que por las noches, en ese instante del sueño más profundo, ese en el que la gente parece casi muerta y te puedes detener a mirarle a medio centímetro de distancia, algo pasaba. A medio centímetro, rozando sus narices con una especie de terror de dictador omnipotente. Sabiéndote poderoso y consciente, de carne y hueso y real, frente a ese ser hibernante, inconciente y vulnerable. En ese momento cuando la noche es lo más oscura que puede ponerse. En ese instante, si alguna sincronía de movimientos oculares se produce, la persona con la que estás durmiendo te puede traspasar un pedazo de su alma.
Así, él ingenuo y dócil, estuvo durmiendo en la habitación de alado. Pero durmió solo. Yo lo sé. Ahora creo que ella estuvo afuera, quitándole el aliento como un gato negro montado sobre su amo, mietras éste duerme. Por eso es que al día siguiente despertó temblando con una angustia ajena que le impedía emitir palabra, sólo me miraba con ojos que buscan manos y trataba de evadir cualquier pregunta.
-¿Te pasa algo?
-No. No...
-Estás raro.
-No me pasa nada.
Era seguro que por la noche sus ideas sobre la historia escrita se habían tergiversado de alguna manera. Alguien implantó una imagen paranoide en su cerebro. Lo sé porque esos ojos no concordaban con los movimientos erráticos de su boca. Era su boca la delatora. Sus labios sin palabras no hallaban postura cómoda en su cara. Era como si su boca estuviera fuera de lugar, como si se hubiese movido unos milímetros a la izquierda. Suficiente para que perdiera la armonía. Y esa falta de equilibrio sagital era parte del cambio de historia que estaba experimentando. Lo que él creía hasta el día anterior, simplemente se desbarató en un literal abrir y cerrar de ojos. Hoy era otro. Hoy había perdido el relleno. Hoy estaba hueco y ese agujero que quedó en medio de su corte sagital, se estaba pegando poco a poco. Se iba pegando en un lento proceso angustioso. Y era lento porque a los diez centímetros de aire que quedaban, no les tomaría mucho tiempo desaparecer entre la materia.
Así, el hueco empezaba a desaparecer, y algún momento se quedaría sin relleno y sin hueco. Se quedaría con nada adentro... y luego ni siquera tendría un adentro. Simplemente éste se hallaba desaparenciendo como dos imanes que se juntan y eliminan el aire. Así pronto sería sólo carne con relleno de carne. Un pavo relleno. Incluso pensó en el pavo y las navidades, como queriendo escapar de su sellamiento con una herida de látigo. Pero sabía que el proceso era irreversible y además estaba convencido de ello. Al pasar las horas, ya no lo pudo sostener más, tenía las cuerdas vocales contraídas y apenas podía emitir palabras roncas.
-No, oye, es tu imaginación. Tú no hiciste eso.
-Sí, sí. ¡Lo hice! Y algún momento lo descubrirán y vendrán a buscarme.
-No oye, tranquilízate...
Y no se tranquilizó. Cada segundo que pasaba su tez palidecía más, pero de un pálido violáceo, como las luces de neón. Un pálido no orgánico. Y a mí, ver que el zurcido invisible se le estaba notando cada vez más, me producía una zozobra impotente. No podía hacer nada por él, ni convencerle de nada. No estuve aquel día con él, ni el posible día, ni ninguno puesto que acababa de conocerle, y además él ni siquera ubicaba en sus recuerdos la fecha exacta. Solo se remitía al sueño aquel en donde el personaje de sí mismo -en un monólogo interior- pensaba que había sucedido hace dos años. Por lo tanto certezas, no había ninguna. Entonces se me ocurrió ir a ver a su novia para que de alguna manera ritualesca desconocida, le devolviese la historia completa, le razgase lo que se estaba pegando inevitablemente, y luego en el hueco le pusiera el relleno de aire/aliento que le robó en mi teoría. Pero cuando la encontré, ella se negó a hacerlo y me echó de su casa. Dijo que no tenía nada que ver con eso y que lo que le pasé a él sería porque él mismo se lo buscó.
Cero esperanza. Cero oportunidades. Volví tratando de esconder la verdad tras un café hirviendo que llevaba a mi boca cada vez que él me miraba. Quise repetirle la frase del poema de Miguel Hernandez: "Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, ella pondrá dos piedras de futura mirada". Pero no, ella simplemente no aparecería jamás. La maga o la bruja dejó su hechizo o su conjuro y se fue con la noche. Él estaba cada vez más ojeroso, como si hubiera adelgazado diez libras en mi ausencia, así que le preparé algo de comer pero cuando intentó ingerir un bocado, lo vomitó en seguida. Sus entrañas estaban cerrándose, no había espacio por donde pasase el alimento. Al pasar las horas, yo ya no me atrevía a mirarlo. Estaba helado y casi cianótico. Respiraba con dificultad, así que contrario a sus deseos, decidí llamar a un médico.
-Debe ser internado de inmediato.
-¡No, no! Doctor ¡Usted no entiende!
-No tiene casi pulso, no entiendo cómo está en pie.
-Yo no me estoy muriendo.
El doctor salió del lugar ofuscado y asustado. Salió corriendo hasta podría decirse. Entonces yo casi claudico y le dejo abandonado pues su necedad empezó a sacarme de quicio. No quería salir, no quería ir a un hospital. Estaba seguro de que lo encontrarían, que la policía ya lo sabía y no debía llamar la atención. En ese punto estuve comenzando a creer que en realidad era un asesino y que hace dos años había matado a alguien, que le había ocultado en un baúl a lo The Rope, y que había tenido que matar a un par de testigos también -a quienes había incinerado, no sé cómo-. Sólo que, como él sostenía, lo había olvidado todo en una especie de decisión-conjuro, y únicamente despertó a la realidad después de un sueño revelador. Su inconciente hablando, desmintiéndole luego de dos años. Era estúpido e inverosímil, pero en ese momento estaba cobrando vida toda aquella des-historia.
-Oye, ¡hay que hacer algo!
-Hhh... No... hhhay...hhh nada que hhhhacer...
-¡No puedo verte morir!
-Hhh no voy hhhhha morhhhir.
Luego ví un líquido negruzco salir de su boca. Y sus ojos negros sin pupila. Un gemido húmedo. El asco piel de gallina, las piernas temblorosas. Las mías y las suyas. Mis pies golpeando el piso en dolorosos trac trac de despedida. Trac, trac, trac. Puerta. Puerta. Pasillo. Patio. Calle. Calle. Esquina. Calle. Trac, trac hasta llegar a mi casa.
La última imagen en mi cabeza. Él en el piso, desaguándose. Y lo dejé, lo dejé solo en el sumidero... desalmándose.

3 comentarios:

Byron Ronquillo Narváez dijo...

Existe una teoría en la metafísica, donde se supone concentras tu atención en los latidos de tu corazón, y después piensas en alguna persona con la que quieras conectarte, y piensas que su corazón también está latiendo en el mismo momento que tus latidos... entonces es como que ambos corazones laten al mismo tiempo sincronizados y es como una comunión de las almas... supeustamente alcanzas paz y reinará el amor, esto en el lado bueno, pero si nos vamos al otro extremo que según leo es donde te gusta estar :) "el lado malo" creo que también puede funcionar¡
en fin....

Saludos

Alicia Dadá y Asesina sin sueldo dijo...

Me gusto bastante, como para no decir nada mas que eso.
Saludos.

Dalila dijo...

No seas tan dark byrongio!!! No me gusta ese otro extremo pues tampoco!!!
Ta bueno eso, algo sabía...


Gracias Fernanda. Es suficiente.

Abrazo.