Michele tiene un hermano gemelo, es rubio, está loco y vive bajo tierra. Cree que está muerto. Michele descubre la verdad, su padre lo dejó allí porque no se atrevía a matarlo, era pecado. Todos los días le llevaba comida y agua, para que no muera. El gemelo quiso arrancarle un pezón a su madre.
Michele se moja en la lluvia, la niña gorda va a mostrar sus partes y algo pasa. Él no tiene miedo. Io non ho paura. Las ruedas giran y aplastan los pajonales, escriben historias sobre el trigo seco. El amarillo mediterráneo tostó la piel de Michele. Un verano deshidratado que pide mandar a dormir al letargo, por eso Michele escribe por las noches, bajo las sábanas y con una linterna.
Hoy no están los adultos, se han escondido de los helicópteros. Michele y sus amigos no tienen miedo, María había ahogado su muñeca en la pileta. Y sin embargo en la infancia también se traiciona, Michele tenía un secreto que valía tanto como la resurrección de su hermano gemelo. Él, que estaba muerto, fue sacado de su fosa inmediatamente, ésta vez para morir de verdad.
Por recuperar una tarde, por recuperar la sonrisa de Michele. Esa noche hay que salir, hay que encontrar al loco. Sobre las espaldas de Michele, rodando en la campiña el loco desenloqueció. Hoy corre una lágrima por la mejilla de ambos. Un disparo errático, la mano del padre en contra de natura. Una extorsión frustrada. Vuelve la desesperanza y el letargo. Quizás ahora, la promesa hecha a su madre tomaba forma entre la sangre goteando de su pierna. Antes del desmayo, antes del letargo, él se marcharía para siempre.
El Secreto (Io non ho paura) de Gabriele Salvatore
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