-¡Qué! ¿Qué es lo que dices?
-Que a la man ya se le notan los añitos. Ya debe tener unos treinta y cuatro.
-No puede ser ¿Treinta y cuatro? Como vos.
-Claro, o sea la man sigue siendo buena. Pero el otro día le ví, su cara es ya de una mujer mayor.
-Yo le había visto hace un año, sólo le vi más gorda.
-Claro, está con un culazo... A ustedes las mujeres les juega mal el tiempo, yo como hombre tengo todavía de largo...
-Silencio meditabundo de mi parte-
-... A y por cierto, qué te pasó en la cara, por qué tantas espinillas. ¿Comiste mucho aguacate?
Y además hay que luchar con los estrógenos y la progesterona. Sé que no debía haberme comido esa empanada de hojaldre rebosante de mantequilla ni esas papas fritas llenas de aceite el cocinero. Igual, la presentación del libro fue lucha perdida, fue un vano proyecto de bandereo.
-Sabes, la última vez que vine acá hace siete meses, conseguí novio.
-Creo que nos vamos a aburrir, mejor sentémonos atras.
-Mmm, puede que sí, pero escuchemos que dicen el Alexei Páez y el X. Andrade -gesto de esconder esperanza aromatizada-.
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Las últimas palabras desde la ventana fueron: Desviamos el curso de la historia. A dónde iba Carlitos, antes del griterío ese. A ver a su chica, por supuesto. Pero conseguimos añadir un hecho gratuito a su progresión cotidiana: Nosotros. Así todo coincidía, la omisión de actos supuestamente imprescindibles en la trayectoria histórica del Ecuador, producirían muy sutiles mutaciones sociales, saltos imperceptibles de la progresión témporo-espacial. Lo mismo que pasó con Carlitos cuando se vió obligado a subir al departamento desde donde ese par de locos le gritaban durante varios segundos.
-Vamos a la Flacso, hay el lanzamiento de un libro sobre los esquemas de poder en las cárceles y la problemática de la droga.
-¡Qué bien! Yo justo quería ir a eso.
-Vamos.
Carlitos: Yo tengo que toparme con ella en el Ocho y Medio.
-Bueno, ya nos vemos el día de tu concierto...
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