Ídolo

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Morrissey

martes, septiembre 19, 2006

Y me dieron ganas de vivir en ese barrio

Estoy sentada aquí, en esta banca de parque raído. Estoy aquí, con el sol pegándome por la espalda, mientras me miro en un espejo viejo de maquillaje. Sin maquillaje. Aquí, en el barrio donde nací, del cual no recuerdo casi nada. Lo único que se me viene a la mente entre la bruma de los recuerdos, es un yo de dos años poniendo discos de Joan Manuel Serrat y orinándose en el piso. Nadie me vió.
Ahora tengo que esconderme del sol. Salí tan cubierta -con saco de lana y abrigo- y como siempre en esta ciudad agobiante y voluble, tengo que irme desnudando poco a poco hasta convertirme en ropavejera. Aparatosa taitapendejadas. Olvidé el paraguas en el auto de mi madre, a quien convecí que me llevara y me señaló cuando llegamos -como si no supiera- dónde había yo nacido. Yo no nací ahí, obvio, sino en una clínica, pero a ella le gusta decir que allí nací y punto. Si llueve estoy frita, y por el jugueteo darkie de las nubes es más que una probabilidad.
Estoy aquí y todo por mi ignorancia, mi misantropía y mi incapacidad de tener o mantener contactos laborales. Tengo que esperar en este parque hasta que les de la gana de abrir las cabinas telefónicas. Es increíble como por estos lugares es tan fácil adivinar a través de su estética, la continuidad. Continuidad humana y urbana. Sabía que si caminaba unos pocos metros encontraría un lugar con cabinas telefónicas. Y así fue, solo que (esto también debía haberlo imaginado) estaba cerrado.
Nunca nada calza perfecto en esta ciudad, siempre hay fallas. Filtraciones. Siempre. Mierda. Estamos rodeados de imperfecciones, de constantes que son incostantes y variables que no varían. Envueltos por un constante clima siempre igual, que en pocos minutos -o segundos- cambia de un frio de páramo insoportable a un sol abrasivo insoportable. Porque siempre es insoportable. Es inevitable decir que la geografía y el clima son los grandes culpables/constructores de lo que somos. Vivimos en un estancamiento constante, en una repetición cuyas variables las conocemos de memoria. El clima cambia de ánimo de un segundo a otro, pero es siempre la misma estación. Primavera deformada. Mutación de invierno blandengue. Siempre es lo mismo. De nada sirve ser extremista y vivir al borde, si total siempre se va a estar en el mismo borde.
Yo tuve la culpa de estar aquí hoy, ya lo dije, esperando que abran este lugar, para llamar a ese lerdo e insípido diseñador gráfico que ni siquiera pudo explicarme bien su dirección. Por eso no la encuentro:
Machala N56-278
No existe, llevo más de media hora recorriendo la misma calle, para enterarme cómo la nueva nomenclatura nos puede volver locos con sus agujeros negros:
Machala N56-288
Y la casa siguiente:
Machala N56-250
¡Cómo puede ser posible! ¿Adónde se fueron las edificaciones con la decena del 270 y del 260? Seguramente con los hippies y los revolucionarios. Ni rastro por aquí. Así que, como siempre sin dinero para comprar una tarjeta de $3 y dar por terminado este absurdo, me tocó quedarme sentada en esta banca de parque maltrecho, respirando hollín y CO, deseando vivir en el trópico o en el caribe e imaginando que en mi espera toda esa gente gris, andina y fea se acalora y empieza a rumbear a mi al rededor.

10 comentarios:

Eduardo Varas C dijo...

Dal, el trópico también puede sufrir de crisis de identidades en sus manzanas... y eso se empeora cuando el sol (sin previo aviso) comienza a evaporarte los cabellos y no tienes un lugar para resguardarte...

No te dan ganas de rumbear, sino de putear al chofer del bus por pitar como tuberculoso o por poner la música a todo volumen...

Al final, sólo somos víctimas de las inclemencias del clime y de los inclementes en los consejos municipales que cambian de nombre y la numeración de las ciudadelas...

Saludos

Hiscariotte dijo...

En toda ciudad hay fallas (¿o era en todo ciudadano?); y a menos que seas de esos optimistas que cambiarán todo lo que vemos ahora, no queda otra que aprender a vivir con esas fallas, que, por cierto, no es lo mismo que adaptarse a ellas.

Leyendo el título del post recordé que el viernes pasado me enteré de que en mi ciudad hay una calle llamada Pablo Palacio, y una de mis nuevas metas es la de algún rato salir a buscar vivienda en esa calle, por el purititito gusto de decir: Vivo en la Pablo Palacio.

Saludos.

Dalila dijo...

Eduardo:
Totalmente de acuerdo, todos nos asfixiamos alguna vez, estemos donde estemos. Por eso de vez en cuando es bueno ir a asfixiarse en otros aires, y así engañarnos un poco.

Hiscariotte:

Se aprende a vivir, pero jode. Auque ya se me ha de pasar, como todo: va y viene.

Ojalá encuentres una Débora para sazonar tus días, y espero que ninguna vieja te acuse de robar sus joyas.

Anónimo dijo...

hiscariotte:
Hola, soy Florecita Rockera. Al respecto de Pablo Palacio, te cuento en confianza que tengo un amigo llamado Pablo, que es alto y grandote y trabaja en el Palacio del Calzado, en el centro. Te podría presentar al tuco de Pablo y podrías darle un sexo oral en su lugar de trabajo, solo para que después puedas darte el puritito gustito de decir: se la mamé a Pablo en el Palacio.

Galo Roldós Arosemena dijo...

Ejem.. Iba a comentar, pero me intimidé por el calibre del comentario anterior... jaja.
Bueno el post, Dalila!

Anónimo dijo...

Florecita Rockera, se nota que eres una heavy.... ummm me pones a cien, perra
Eusebio, amante fiel

Galo Roldós Arosemena dijo...

Iba a volver a comentar, pero me volví a intimidar, jaja.

Dalila dijo...

Florecita rockera es hombre... O acaso ya lo sabías Eusebio...

Anónimo dijo...

Hay días en que me come la soledad
y me sobrecoge la frialdad andina.
!Por qué no nací en el Caribe, asere!

firma: un quiteño, remordido, de piel seca y pasposa, ja.

Dalila dijo...

¡Asere! ¡Vamos a Cuba!

No me imagino cómo sería si yo habría nacido en el caribe. Un huracán, si siendo andina y yaraviesca, aveces me dicen que tengo demasiada hiperkinesia pa' ser andina.